600 millas: Traficantes austeros y llorones que ponen a pensar

 

Arnulfo Rubio (Kristyan Ferrer) es un joven iniciado en el tráfico de armas de Estados Unidos a México, que trabaja junto con Carlson (Harrison Thomas) un “straw buyer”. Para el veterano  agente de la ATF (Bureau of Alcohol, Tobacco, Firearms and Explosives) Hank Harris (Tim Roth) no resulta complicado seguirles el paso. Arnulfo toma una decisión apresurada de llevarse al agente secuestrado a México para entregarlo a su tío Martín (Noé Hernández), pero todo se sale de control para el inexperimentado traficante. Las circunstancias los harán permanecer juntos en un largo viaje a través del desierto de Arizona hasta México, y de regreso.

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Gabriel Ripstein tardó un poco en decidirse a iniciar su carrera como director, tal parece que el peso de su herencia genética le demanda genialidad. Ripstein se la jugó aplicando un poco de todo a su película, como un guion que incluye largos silencios,  o al menos largas ausencias de palabras, combina diferentes técnicas cinematográficas lo largo de la cinta y mucha la acción fuera de cuadro. Punto que se me hace particularmente brillante, no sólo porque seguro se ahorra mucho en presupuesto, sino que también abre la película a interpretaciones sin recargar la cinta de imágenes violentas que nada de falta le hacen.

Una road movie, no austera, austerísima. ¿En dónde quedó la imagen de los potentados traficantes? ¡Quién sabe! Sin los grandes caserones, o los autos y las joyas, aquí los traficantes son hijos de vecino, hasta lavan lo que ensucian. Tampoco hay en ellos una maldad o una tiranía abierta, los lloriqueos de Ferrer mezclados con su rudeza forzada al hablar lo muestran como un escuincle jugando a los vaqueros con rifles de alto poder. Todo esto a mí, no sé a usted, me abre un abanico de opciones para pensar; y ni crea que se lo voy a decir, usted vaya y saque sus propias conclusiones.

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Por la reacción de los pocos asistentes en la sala, les puedo decir que es una película a la que uno tiene que asistir con conocimiento de causa para poder entenderla. Mucho se ha hablado en el cine de la narcoviolencia y las muertes relacionadas con la “Guerra contra el narco”, pero poco sobre la manera en que las armas entran a nuestro país. De ahí precisamente se agarró Ripstein, tocando el tema de los “straw buyers” (compradores de paja), que son los estadounidenses que los mexicanos contratan para que compren las armas al menudeo, para lo cual no hace falta ni mucho dinero, ni mucho talento.

Ripstein dice mucho, sin decir nada; y eso, poca gente lo entiende. A mi gusto “600 millas” se quedó corta de suspenso y emociones, gran parte de la película pasa, sin pasar nada, tal vez con toda la intención, pero muchos pierden el interés en ese inter. No tiene unas actuaciones sobresalientes, y esto aplica al mismo Roth. El valor de la película está en su fotografía y en la dirección, siempre y cuando el espectador pueda entender, procesar y asimilar lo que el director está queriendo mostrar.

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La crítica internacional la ha tratado muy bien, y la mexicana mucho mejor. Se hizo acreedora a la Mejor ópera prima en el Festival de Cine de Berlín y estuvo en la Sección oficial (Horizontes Latinos) en el Festival de San Sebastián. Busca quedar entre las nominadas al Oscar en el 2016 como Mejor Película Extranjera mientras que “La Tirisia” lo hará con los Goya, Noé Hernández participa en las dos cintas y lo hace muy bien.

Si la genialidad es propia o heredada eso no importa, al ya no tan joven director, no se le notó la inexperiencia, pero sí las ganas de sobresalir. Todavía le falta mejorar en algunas cosas, pero la película bien vale la visita a las salas de cine.

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