Divergencias Cinematográficas: Dos realidades del Narcotráfico.

Sean bienvenidos a este nuevo frente a frente del celuloide, en que de nuevo buscaremos analizar cual de dos películas coincidentes en su temática pero divergentes en sus abordajes fue más certera en su visión.

Para nadie debe resultar misterio que el narcotráfico y la irracional violencia derivada de éste son ya parte de la vida diaria nacional.   Asesinatos cometidos con lujo de violencia, torturas brutales que superan a aquellas perpetradas en la Edad Media, ataques miserables a la población civil inocente, autoridades que resultan fieles sirvientes de estos inhumanos criminales o sencillamente bufones incompetentes… La lista de tropelías cometidas por quienes se dedican a esta actividad es tan larga como la misma fascinación que provoca en el público general.   Y el reparto de culpas es un patético “peloteo” sin fin: Que si los “gringos consumidores” o los “mexinacos productores”.  Vergonzoso como pavoroso.  Y a esto agreguemos  inútiles “activistas” que parlotean gilipolladas tales como “los sicarios son humanos y sus muertes también deben dolernos…”

Museos y libros sobre el tema.  Capos convertidos en héroes e inclusive en “Santos no oficiales”, tan reverenciados como esa otra inmunda plaga despreciable llamada “asesinos seriales”.   No en vano Breaking Bad (2008-2013), considerada por muchos la mejor serie de la historia, versa sobre el tema.

Justamente en estos días en que los polémicos “Grupos de Autodefensa” , cuyas intenciones no quedan del todo claras (por cada “fuente confiable” que los muestra como ciudadanos hartos de la supina incompetencia de los funcionarios para acabar con el crimen organizado hay otra que los presenta como asociados con los “narcos” y aquellos nocivos sindicatos magisteriales…) acaparan los noticieros y el debate sobre la legalización de cierta “plantita verde” está más candente que nunca, hoy analizaremos dos películas que abordan la hórrida existencia del narcotráfico pero desde ángulos notablemente diferentes: Tráfico ( Steven Soderbergh, EUA, 2000) y El Infierno (Luis Estrada, México, 2010).  Estudiemos cuál de ambas películas nos ofrece un panorama más cercano a la realidad del crimen organizado y sus funestas consecuencias.

 

La visión Estadounidense.

Tráfico, basada a su vez en la serie británica Traffik, nos narra tres historias entrelazadas sobre el narcotráfico, dos de ellas ocurren en Estados Unidos y una en México.

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Del lado mexicano tenemos a Javier (Un graciosamente hispanoparlante Benicio del Toro, nominado al Oscar), policía honesto que pronto se verá inmiscuido en una infortunada red de corrupción, cuando descubra que su empleador, el General Salazar, es en realidad un esbirro del Cartel de Juarez.  La campaña montada por el general es un fraude, pues los duros golpes que ha asestado al Cártel de Tijuana, liderado por los hermanos Obregón, han sido con la intención de dejar el camino libre al Cártel de Juárez.  Sánchez, el compañero de Javier, intenta revelar la verdad de la afiliación del General Salazar pero será asesinado por su traición.  Javier hace un pacto con la DEA a cambio de información:  Electricidad para su pueblo, de modo que los niños puedan jugar beisbol por la noche y no ser tentados por las bandas del crimen organizado durante el día.  Salazar es capturado y perece en prisión, mientras Javier informa los sucedido a los medios de comunicación.

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Ejército al servicio de los carteles, torturas y ejecuciones que incluyen el tristemente célebre “cavar la propia tumba” enmarcan este episodio. A su final, encontraremos  a Xavier presenciando un partido de beisbol infantil, donde el desafortundado pitcher ve cada uno de sus lanzamientos contestados con un buen hit, mensaje quizá metafórico sobre la invencibilidad del narcotráfico.

Del lado estadounidense encontramos a Robert Wakefield (Michael Douglas, en una buena actuación), un conservador juez de Ohio, siendo nombrado Zar Antidrogas.   Luego de recibir desalentadores mensajes sobre la imposibilidad de ganar la guerra contra el narcotráfico, descubre que su hija Caroline (La desaparecida Erika Christensen) es adicta a la cocaína gracias a su muy “loser” noviecillo, Seth.   En medio de una crisis familiar y ante las presiones de su nueva posición, Robert viaja a México donde es alentado por la charada del General Salazar en sus  “esfuerzos” por acabar con el Cártel de Tijuana.  A su regreso, descubre que su hija ha escapado y que ahora roba y se prostituye para financiar su adicción.  Tras encontrar a su hija, semiconsciente y habiéndose prostituido con un hombre mayor, Robert se rinde durante un discurso para luego acudir con su esposa e hija a una sesión de un grupo de apoyo para drogadictos.

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La tercer línea argumental, también ubicada en EUA, involucra a Carlos Ayala () y a su esposa embarazada Helena (Una realmente embarazada Catherine Zeta-Jones) .  Ayala es es el principal distribuidor de las drogas del Cártel de Tijuana en los Estados Unidos, y ha sido traicionado por su subordinado Eduardo Ruiz, arrestado por los agentes Gordon (Don Cheadle) y Castro (Luis Guzmán).  Ayala es acusado por un fiscal conocido por eficiencia, elegido por Wakefield personalmente.

Helena descubre la verdadera profesión de su esposo y para evitar un destino fatal tanto para él como para el hijo que esperan contrata a Francisco Flores, asesino a sueldo al servicio del cártel de Tijuana ( y quien en su momento, bajo tortura, revelaría datos importantes al General Salazar ) para dar muerte a Eduardo Ruiz, lo que impediría el juicio contra Ayala.  Flores planta una bomba en un auto de la DEA para asesinar a Ruiz, sólo para ser asesinado él mismo más tarde por un francotirador en venganza por su cooperación con el General Salazar.   Ruiz sobrevive, al igual que Gordon.  Castro muere.

Ante la supervivencia de Ruiz, Helena pacta con los hermanos Obregón para que su deuda sea perdonada, mediante el comercio de cocaína solidificada en forma de muñecos, que se disuelven en agua, liberando la droga.   Ruiz muere envenenado y Ayala es liberado.  Gordon, en venganza, planta un micrófono en el hogar de los Ayala con miras a arrestarles en el futuro.

Con un guión bien estructurado, historias entrelazadas de una forma coherente y nada confusa, Tráfico es una buena pieza cinematográfica que retrata adecuadamente la realidad del nacrotráfico y de la drogadicción en sí.  Se ha acusado a esta obra de ser racista, al tener una iluminación específica para cada episodio (tonos amarillentos en México, azulados en el capítulo de Wakefield y Pardos en el capítulo de los Ayala) , mostrando a México de un modo desfavorable y literalmente sucio, lejos de la opulencia de los Estados Unidos.   Es claro, sin embargo, que las realidades de ambas naciones son muy distantes en todos los aspectos, y es bien sabido que las redes de corrupción de nuestro país son a veces tan descaradas que resultan obscenamente vergonzosas.

 

La visión Mexicana

En un tono humorístico, por las  risas involuntarias ante lo absurdamente tragicómico de la realidad del narco en México, El Infierno nos cuenta la vida de Benjamín “Benny” García (Damián Alcazar, que junto con los Bichir busca dominar el cine mexicano), quien regresa a San Miguel Arcángel, ficticio  pueblo en el norte de México tras 20 años de haberse “ido de mojado” a los maravillosos Estados Unidos, fracasando miserablemente en su intento por hacer fortuna.  No bien ingresa a territorio nacional es asaltado y posteriormente robado de nuevo, esta vez por soldados en los famosos retenes.

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Tras volver a su polvoriento y empobrecido pueblo, se entera de la muerte de su hermano, apodado “El Diablo”, por haberse involucrado con el narcotráfico.  Inicialmente bien intencionado, no tardará en enredarse con la viuda de su hermano (la linda pero tremendamente operada Elizabeth Cervantes), la prostituta más cotizada del pueblo,  e ingresar al negocio del narcotráfico, que domina el pueblo en el contexto de la polémica “Guerra contra el Narco”.   Es así como el buen “Benny” se sumerge poco a poco en la espiral de corrupción y muerte del tráfico de estupefacientes, al unirse a las filas del cartel de Los Reyes, con el apoyo de su antiguo amigo de la infancia, “El Cochiloco” (el siempre agradable Joaquín Cossío).  Comparte sus ganancias con su madre y con su padrino, a quien construye un taller mecánico, a la vez que se convierte en la figura paterna de su sobrino, “El Diablito”, hijo de su fallecido hermano.  Cuando éste último, desertor de sus estudios, se une a Los Panchos, rivales de Los Reyes, Benny se ve en la necesidad de traicionar a sus “patrones” parar proteger la vida de su sobrino, no sin antes presenciar cómo las autoridades locales y federales muestran una vergonzosa actitud servil ante los capos de la droga, además de sesiones crudas y violentas de tortura, mutilación y ejecución.   Todo bajo la sombra de una corrupción que parece no tener fin.  Con un final atroz, El Infierno estremece no por la crudeza su violencia sino por lo palpable de su premisa, tan cercana a lo que  vemos (y algunos, por desgracia, padecen) diariamente.

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El retrato de los “narcos” en sí está plagado de clichés que, ciertamente, son muy reales: La familia Reyes cumple con los estereotipos del padre enérgico, la madre abnegada y el hijo que alaba a su padre.  Pésimo gusto para vestir, afición por las cantinas y los corridos.  El presidente municipal incompetente y servil, sin más habilidad que dictar melosos discursos revolucionarios.  El sacerdote del pueblo que por la paga correspondiente es capaz de “bautizar” armas. Policías obesos y por completo inútiles.  Honores a la bandera en las escuelas primarias, alabando una patria sumergida en la ignominia (escuelita que,  para variar, es financiada por la familia Reyes).  Y no olvidar, por supuesto, los narco-mensajes plagados de risibles faltas de ortografía.

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Con una  “mexinaquísima”  estética, diálogos precisos y situaciones tan trágicas e indignantes que terminan por ser cómicas,  El Infierno recibe su nombre de un hecho contundente: El infierno se sufre en vida.  Envía, además, un muy desolador mensaje:  Al miserablemente empobrecido y olvidado campo mexicano, tan alejado de aquellas utópicas haciendas mostradas en la Época de Oro del cine nacional,  no le queda más que el narcotráfico para abandonar su condición sumergida ante la incompetente demagogia de la clase política.

 

Conclusión

 

Ambas piezas cinematográficas correctamente realizadas, entretenidas y coherentes, Tráfico y El Infierno, producciones fieles al país que les dio origen, ciertamente causan en el espectador risas involuntarias que pronto se congelan ante el terror de esta infame realidad que retratan de forma tan eficaz.   Tanto la producción nacional como la estadounidense nos envían un desolador mensaje: Poco, por no decir nada, puede hacerse para eliminar la amenaza del narcotráfico.

El Infierno nos recuerda que para el empobrecido y perennemente abandonado campo mexicano el narcotráfico representa tal vez la única salida para su miseria, mientras que la clase política se “autoreceta” bonos, prestaciones, compensaciones, apoyos y demás eufemismos para obtener ganancias inmensas, amén de la incapacidad de las autoridades policiales y castrenses para combatir a estos grupos tan fuertemente armados.

Trafico, por su parte, pone el dedo en la yaga en otra realidad no menos pavorosa:  El narcotráfico existirá mientras las drogas sean buscadas fervorosamente por adictos dispuestos a todo con tal de conseguirla.  Y adictos hay en todas partes, desde el mendigo que se droga inhalando solventes hasta la hija del mismísimo zar anti drogas.  A esto sumemos su base en la historia real del recientemente fallecido general Jesús Gutiérrez Rebollo, quien al servicio del llamado “Señor de los cielos” asestó duros golpes al verdadero cártel de Tijuana, de los infames hermanos Arellano Félix.

Pero ¿cuál de ambas películas es más certera en su visión del narcotráfico?  Sin ánimos patrioteros de por medio, me inclino por El Infierno, ya que muestra una faceta aterradora del narco que Tráfico sólo señala tímidamente:  Los traficantes y sus esbirros han alcanzado tal grado de deshumanización que han hecho de la tortura, la mutilación y el asesinato su modus vivendi.  A la espantosa realidad del adicto hay que sumarle la bestialidad de los traficantes, que bajo el amparo ideológico de “a nosotros no nos tiembla la mano” son capaces de cometer matanzas en masa, torturar de toda forma posible e inclusive atentar contra la población civil solo para “amedrentar” al gobierno.  Tráfico sin duda es ingeniosa en su forma de desplegar las redes de corrupción que se tejen a ambos lados de la frontera, pero queda a deber al sólo mostrar tímidamente la inmensa crueldad que los cárteles son capaces de desplegar en su actividad. El Infierno acierta en no ocultar esta escalofriante faceta.

 

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Acerca del autor

Dr. Dark    

Médico de profesión y cinéfilo de corazón. Amante del buen cine y destructor del que no lo es.


4 Comments

  • Totalmente de acuerdo.

    Si se trata de saber o decir cual es más apegada a la realidad, sin duda es El Infierno. Casualmente, esa película se filmó en mi ciudad natal. San Luis Potosí, no en capital, pero si en 4 o 5 de sus municipios, que, irónicamente, están así o mas idénticos a como retratan a “san Miguel Arcángel”. Pueblos practicamente fantasmas en donde todo el narco lo demonia. Hablo de Matehuala, Villa de la Paz, Cedral y Vanegas. Estos dos últimos son la viva imagen de “san Miguel Arcángel”, desgraciadamente.
    Recuerdo cuando salí de ver la película, era poco mas de la media noche y yendo hacia mi casa, se desató una tremenda balacera cerca del estadio de fútbol. Mi novia me dice, “jajaja no manches, para variar”. Así que, sí, El Infierno indudablemente es la que retrara la cruda y triste realidad de nuestro país.
    Me quedo con una de las frases del “cochiloco” hacia “Benny”:
    “Esta vida mi Benny y no chingaderas, es el infierno”

    Saludos estimado Doc!!

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    • Muchas gracias por comentar! E insisto, no deja de ser estremecedor lo verídico de la trama de El Infierno, que aun así, por estrategia mercadológica, se contuvo en mostrar otros datos aun más escalofriantes como la decapitación en vida y la existencia de “niños sicarios”, además de no hacer alusión a los inútiles activistas que pugnan por una “solución pacífica” en pro de “nuestros hermanos sicarios”. Saludotes y nos seguimos leyendo por aquí!!

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  • Exacto, aún con todo lo mostrado, tuvieron que censurarle muchas cosas. Activistas imbéciles mi Doc.

    En fin, que le vamos a hacer… Saludos!!

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