Eden Lake, la mala educación

Una ocasión atestigüé en un poblado de Querétaro cómo, sin motivo aparente, un grupo de aproximadamente  7 jóvenes de aproximadamente 15-16 años de edad atacaron a un anciano de aproximadamente 80 años con bastón y ropa que daba fe de su precaria condición económica. Divertidos, los jóvenes lanzaban pedradas gritando ofensas terribles al indefenso anciano. Debo confesar que el número de “respetables” jovenzuelos  (playeras Lacoste, zapatos impecables) me amedrentó y sólo atiné a llamar a protección civil. En otra ocasión en el mismo poblado, tres niños de no más de 10 años de edad atacaron a la idiota del pueblo, con -de verdad- burlas hirientes proferidas a gritos casi enervados, cuando me acerqué a exigir que dejasen en paz a la pobre mujer se acercaron tres mujeres jóvenes, indignadas y rubias (¿cómo podrían en esta sociedad indignarse si no fueran rubiteñidas?) “no seas abusivo, ¿no ves que son niños”? infirieron, -precisamente por eso deben cuidarlos, dije; -“seguro es tu familiar, déjenla hijos ya llegó su familia a rescatarla” dijeron y se fueron las güeriteñidas con sus terribles engendros y un gris y triste futuro por delante.

El escritor holandés Herman Koch aborda en la novela La Cena un tema tan espinoso como (desgraciadamente) contemporáneo: hijos irresponsables solapados por padres permisivos. La novela está dividida en capítulos ingeniosamente llamados como los tiempos de una comida que va desde el aperitivo hasta el postre. Independientemente del tema a tratar sorprende más la sutil manera en que el autor pausadamente va desmenuzando y perfilando el perfil psicológico de dos parejas cuyos hijos adolescentes han cometido un terrible crimen de odio (como lo son todos los crímenes) y su reacción ante este hecho.

Herman juega con una narrativa que divaga entre las vidas de los seis personajes proporcionando todas las piezas de este rompecabezas ético y moral que provoca una profunda reflexión en el lector sobre hasta qué punto los padres de familia son responsables de las acciones de sus hijos y la importancia de crear conciencia en nuestros jóvenes de que todo derecho lleva consigo responsabilidades inherente.

El director británico James Watkins se vale del género de terror para abordar la preocupante situación por la que aparentemente atraviesa la juventud de todo el planeta -las noticias así lo constatan-, una juventud inconsciente, rebelde y libertina que crece al amparo de la indefensión, la banalización de los valores más básicos y el cinismo de padres indolentes y comodinos.

Eden Lake es una fábula moderna de violencia extrema que aunque física, es más bien psicológica, y que lleva hasta el extremo las posibles consecuencias de no inculcar sentido de responsabilidad a nuestros hijos, y por otra parte inflar el a menudo ocioso ego adolescente. Un puñado de ociosos, malcriados y evidentemente enojados  jóvenes verá en la pareja próxima a casarse formada por Jenny (Kelly Reilly) y Steve (Michael Fassbender) una oportunidad de oro para matar el aburrimiento, lo único que necesitan es una excusa y Steve se las dará: defender sus derechos. A partir de un hecho que situado en otra época habría pasado desapercibido, este grupo de salvajes iniciará una escalada de violencia contra la pareja con el único objetivo de “darse a respetar”.

En mitad del bosque y sin medios para huir (simpático cuando recordamos la edad de los agresivos atacantes), Steve y Jenny deben echar mano de toda su habilidad física y mental para evadir y escapar de sus cazadores en una carrera contra una muerte terrible y aparentemente inevitable.

El suspense funciona magníficamente a medida que la espiral de violencia avanza llevándonos en un viaje hacia la desesperanza y el horror en el que cualquier acto de defensa por violento que parezca queda plenamente justificado, donde la inocencia es un factor desconocido y el caos nubla la razón.

Aunque la referencia inmediata de la cinta sea The Last House on The Left, es importante no perder de vista que en este caso la psicología de los personajes de Eden Lake es mucho más compleja, resultado de excelentes actuaciones y guión sólido.

Eden Lake es un lugar en el que no hay cabida para la esperanza, el desenlace de la película es un golpe demoledor al cerebro y corazón que nubla cualquier rastro de fe en un posible mejor futuro, ya no de estos jóvenes perdidos… sino de la sociedad entera, una llamada de atención, un grito de ayuda, quizá una advertencia de un mundo -no un país- en el que “son sólo jóvenes” ya no es un argumento válido para justificar los alcances que está alcanzando una pandemia mundial: jóvenes sin esperanza, sin educación, sin valores y aún peor… sin conciencia.

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