El Día de Muertos de Sergei Eisenstein

“No hay evento más maravilloso ni de mayor dignidad que pueda ser capturado por una cámara como lo es el Día de Muertos en México”

Sergei Eisenstein

En un intento por enumerar las películas que se han hecho sobre el día de muertos en México, caí atrapada por la historia del paso por nuestro país del cineasta  ruso Sergei Eisenstein (“Bronenósets Potiomkin” o “El acorazado Potemkin”, 1925). Eisenstein, cual “rojo” que era,  fijó sus ojos en un México revolucionario, en el país de la primera revolución del siglo XX, pero antes de llegar a fraguar este proyecto quedó fascinado por las calaveras que su amigo Diego Rivera le había mostrado.

Al maestro del montaje, las tradiciones que hacían sentir a los vivos en conexión directa con sus seres queridos muertos lo sumergieron más y más en la cultura mexicana. Animado con el financiamiento que le ofreció el escritor Upton Sinclair, Eisenstein arrancó a finales de 1930 la filmación de “Da zdravstvuyet Meksika!” (¡Que viva México!), una de las películas inconclusas más famosas de la historia.

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“¡Que viva México!” es un conglomerado de escenas que incluyen diferentes tradiciones, ritos y danzas. Abre con un prólogo de imágenes del México prehispánico,  en donde deja asomar los rituales de la muerte. Continúa con cuatro capítulos: “Sandunga”, “Maguey”, “Fiesta” y “Soldadera”. En estos capítulos se incluyen luchas sociales y campesinas, así como bodas y funerales, sin dejar de lado un espacio para la fiesta brava. Sergei Eisenstein habla de caudillos, pero hace honor a las “Adelitas”.

Con el epílogo regresa a tomar el tema de la muerte, pero de la muerte como fiesta de colores, a pesar de que la cinta es en blanco y negro. Con estas escenas Sergei Eisenstein se convierte en el primer cineasta en filmar y hacer trascender las festividades del día de muertos.  Aunque estas escenas nunca llegaron realmente a ser una película, ya que su afán de encontrar la perfección le impidió ajustarse al presupuesto y Sinclair ordenó el cese del rodaje en principios de 1932. Se lograron filmar no sólo infinidad de rollos de película, sino miles de kilómetros de viaje por un país en donde la muerte solía ser azucarada.

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Sinclair quedó en posesión de todo el material, dejando a  Eisenstein sin el poder de decisión sobre “¡Que viva México!”,  nunca llegó a montarla, ni a poner su firma a la edición final. El director ruso sufrió el hecho de que su trabajo fue “mutilado” varias veces, ya que el productor Sol Lesser realizó “Thunder Over Mexico” en 1933, para luego editar dos cortometrajes: “Death Day” y “Eisenstein in Mexico” en 1934. “Death Day” (Día de Muertos) es oficialmente la primera película sobre este tema filmada en nuestro país con una duración de 17 minutos.

Más adelante la amiga y biógrafa de Eisenstein, Marie Seaton editó “Time in the Sun” en 1956. La última edición que se tiene del material se hizo en 1979 por el amigo del director, quien actuó en “The Battleship Potemkin” y que viajó con Eisenstein a México para el rodaje,  Grigori Aleksandrov. Algunos dicen que Aleksandrov entregó una versión muy personal de la cinta, otros aseguran que fue el montaje más cercano a la concepción original, ya que se basó en los “story boards” de Eisenstein; por desgracia las pruebas para verificar esto, se perdieron en el incendio de la Cineteca Nacional en 1982, lugar en donde se guardaban tanto positivos como negativos de película, que incluían los materiales inéditos sobre la festividad del Día de Muertos y una colección de dibujos también de su autoría.

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Lo totalmente cierto es que las imágenes que filmó Sergei Eisenstein para  “¡Que viva México!” fueron dignas de admiración desde el momento de su rodaje. Es imposible dejar de mencionar la influencia que significó su obra en la estética del cine mexicano, sobre todo en los trabajos del director  Emilio “El Indio” Fernández y el cinefotógrafo Gabriel Figueroa.

Eisenstein se enamoró en más de un sentido de la tierra Azteca, se dejó abrazar por el embrujo de nuestras tradiciones y se perdió en ellas con una libertad que no tenía en su país de origen. Nunca pudo recuperarse de la pérdida de su trabajo, se mantuvo aislado por una temporada para después entregar tres películas más: “Alexander Nevsky” en 1938, y la primera  y segunda parte de la trilogía de “Iván el Terrible”, saga que también quedó inconclusa. Jamás logró filmar el ambicioso proyecto que lo trajo a México “La primera revolución del siglo XX”. Sufriendo los achaques de la censura, murió víctima de una hemorragia cerebral a los 50 años de edad.

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“¡Que viva México!” no llegó a ser ni película, ni documental, para su creador fue una expedición a un país que lo embrujó con el encanto de sus raíces y su cultura. Fue un proyecto insólito en un país insólito. Un proyecto que le permitió ser revolucionario en la tierra donde las revoluciones no llevan a ningún lado. Conoció diferentes tipos de amor y se dejó ser lejos de la censura, la libertad que encontró México lo llevó a enamorarse de la muerte.

“El culto a la muerte es lo que hace a México ser México”

Sergei Eisenstein

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