Everything, Everything: Romance juvenil estéril

Basada en la novela homónima de la jamaiquina Nicola Yoon tenemos la historia de una adolescente, Maddy (Amandla Stenberg) quien padece de una extraña enfermedad que afecta su sistema inmunológico llamada: Inmunodeficiencia Combinada Grave (SCID), conocida también como “enfermedad del niño burbuja”. Maddy ha crecido encerrada en un ambiente estéril, sin al parecer muchos aspavientos, hasta que al lujoso vecindario llegan los nuevos vecinos y conoce a Olly (Nick Robinson), un joven de quien se enamora.

Stella Meghie (‘Jean de Joneses’), dejó una buena impresión con el guion de su primera película, sin embargo, para su segundo largometraje optó por la adaptación del guionista J. Mills Goodloe. La verdad es que no he leído el libro, pero parece ser (según otras publicaciones) que la adaptación a la pantalla es buena, así que entonces supongo que el malo, es el libro.

De entrada ya nos esperábamos una cinta “sentimentaloide” propia de romance adolescente, y aunque se pude decir que lo tenía todo para ganarse al público pues no lo hizo. Nick Robinson (Jurassic World, The 5th Wave), va ganando terreno como galán juvenil y Amandla Stenberg no sólo se ganó el corazón de muchos en su papel de Rue en ‘The Hunger Games’, sino que se puso preciosa con ganas. La historia, aunque repetitiva como otras, daba lugar a un perfecto drama azucarado, pero aquí no hubo ni drama, ni azúcar.

Everything, Everything’ muestra una belleza perfecta hasta en el más mínimo detalle. De hecho comienza muy bien, muy fresca y con simpáticas maneras de exponer la enfermedad y la interacción por medio de gadgets. A los diez minutos ya estaba enamorada de la casa, que digo enamorada, ¡tuve un orgasmo de pulcritud! Cosa difícil de alcanzar en alguien que padece la “psicosis del trapito” como yo.

Esta cinta no tuvo una dirección sobresaliente, pero tuvo un diseño de arte perfecto. Una paleta de tonalidades impecables, un delicioso gusto minimalista que sirvió de envoltura para una niña bellísima, con piel de bebé, sin un grano que denote su adolescencia. Tierna, simpática, brillante, nada rebelde… Momento, ¿nada rebelde? ¿Y la adolescencia en dónde quedó?

La película es tan fría, que lo único que nos puede despertar una emoción es el escote de esta muchachita. Tenemos a dos chicos acartonados, demasiado perfectos para que algún simple mortal logre hacer conexión con ellos.  Tal vez alguna vez como padres soñamos con hijos así, pero para fines prácticos hasta como buenos hijos son muy aburridos, y mire que le está “hablando” esta que lloró a mares junto con su hija al ver ‘Bajo la misma estrella’, que fue un poco menos que lo que lloré cuando se murió Dobby en Harry Potter y poco menos que con la muerte de todos esos niños, incluida Primrose Everdeen en ‘Los juegos del hambre’.

No es que me guste ponerle limón a la herida, pero creo que le hizo falta mucho drama, su giro fue tan inesperado como insostenible. Digo, está bien un poco de fantasía en el asunto, pero esto raya en la falsedad total. Nadie puede ser ni tan limpio, ni tan menso, ni tan infinito como esa tarjeta de crédito.

Salvo su mejor opinión muchachitos, esto fueron 96 minutos de caras bonitas y casas propias de comercial de “Fabuloso” que te dejan con ganas de ir de vacaciones a Hawái con tarjeta ajena.

P.D.  Sale Ana de la Reguera

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