La Estrada es DVD: La trenza, a dios rogando…

Entre la “época de oro” del cine mexicano y el cine de ficheras de los 80s surge un cine mexicano de crítica política y social poco valorado incluso actualmente. Directores como Alfonso Arau (Calzonzin Inspector, 1974), Alberto Bojórquez (La Lucha con la Pantera, 1975), Felipe Cazals (Canoa, 1976) y Fancisco del Villar (El Llanto de la Tortuga, 1976) se dan a la tarea de plasmar en la pantalla las inquietudes que preocupan a la juventud de un México post ’68, replantearse el papel de un México que empieza a cansarse de una “dictadura perfecta” en un nuevo orden mundial que demanda su derecho a la libertad.

Casi todos estos directores optan por hacer crítica a través de una fina comedia fácilmente digerible, pero con un impactante mensaje. Tal es el caso de Calzonzin Inspector, que a manera de sátira política desmembra los elementos que permiten y estimulan la presencia de la corrupción mexicana, su penetración en todos los ámbitos de la sociedad, abuso de poder y la desconsoladora propensión de esta situación a extenderse indefinidamente. El humor resulta tan sutil que no es de sorprender que el gobierno de Luis Echeverría Chávez no haya siquiera intentado prohibir su exhibición, confirmando así la premisa de la película.

La iglesia católica y el fanatismo religioso no estuvo exento de esta crítica, y es el director Sergio Véjar (Mamá soy Paquito, 1984) quien también aborda este tema mediante una comedia, aunque con calidad técnica (muy) deficiente hay que decirlo, pero un contenido rico en referencias, apoyada en actuaciones muy naturales (nada sobresaliente) y un humor de lo más campechano -por la sencillez de su lenguaje y por haber sido rodada en Ciudad del Carmen, Campeche-.

Estos indios a cualquier árbol se le hinca” [sic] reflexiona Jesusa Palancares, personaje principal de la novela Hasta No Verte Jesús Mío de Elena Poniatowska (Ediciones Era, 1969). Y es esa la premisa de la cinta: la Rosita, mujer repudiada por las pobladoras de Santiaguito el Alto por su evidente falta de prejuicios, es obligada a mudarse a un pueblo vecino. Como en todo drama que se precie, el cambio de vida que este hecho implica será marcado cuando la Rosita  (Yolanda Ciani, La Recogida, 1973) decide recogerse el cabello en una trenza y cortarla de tajo, como su pasado.

Una sucesión de hechos que los moradores de Santiaguito relacionan con la aparición de la trenza que Rosita pierde durante su mudanza, serán el pretexto perfecto para acercarnos a la vida de sus pobladores y ver retratada la doble moral y corruptelas que se ocultan tras en fanatismo religioso. La ceguera de una sociedad que desesperadamente se aferra a dogmas de fe tradicionales, a los cuales está dispuesta a renunciar con una facilidad pasmosa cuando dichos dogmas quedan cortos para justificar su mojigatería y ambición.

Es interesante ver que el director no recurre a sutilezas artísticas para explotar el microcosmos que permite representar la realidad de la mayoría de las colonias españolas y modelos sociales a que se apega para conservar un mínimo de la identidad y “orden”, violentamente perdidos durante el proceso de mestizaje. La Trenza simplifica este entramado social en el que conviven el comerciante abusivo (extranjero de preferencia), las damas abnegadas (y secretamente liberadas), los hombres machistas (y corruptos, desde luego) y una madre iglesia siempre condescendiente con un (no tan latente) politeísmo, y que perdida en su propio mestizaje van dando forma a una de las sociedades más complejas de Latinoamérica.

Para disfrutar La Trenza, hay que pasar por alto sus evidentes carencias técnicas y dejarse llevar durante la aproximadamente hora y media de duración de la cinta sin demasiadas expectativas, que al final, logra hacernos reflexionar, pero de manera ligerita, sin complicaciones, a la mexicana pues, con un final terrible.

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