Boyhood: Una única conexión con el espectador, para bien o para mal…

As I Was Moving Ahead Occasionally I Saw Brief Glimpses Of Beauty es una cinta experimental estrenada en el año 2000, en la cual Jonas Mekas recopila en poco más de cinco horas 30 años en metraje de su vida personal. Richard Linklater, adapta esta fórmula a las bases narrativas del cine convencional con su última película, narrando la vida de un chico estadounidense utilizando al mismo reparto en una filmación que se extiende hasta los 12 años, ya que esta se empezó en 2002. Sin embargo, a diferencia de Mekas, la obra de Linklater pretende una conexión con la llamada generación “Z” la cuál resulta fácil de concebir en papel, en especial en cuánto a lo publicitario se refiere, pero complicado en determinar el valor real de su ejecución…

Bajo esta fórmula, Boyhood denota una evolución narrativa única, una que sacrifica (o trasciende si se ve desde el compromiso artístico) las expectativas técnicas que se puedan llegar a tener hacia una película para lograr una experiencia cinematográfica al menos memorable para el espectador, que si bien no se encuentra en el más alto escalón de cálidad en el medio, si llega a lograr un lazo entrañable para la audiencia correcta bajo las circunstancias correctas, visto en el sentido más subjetivo, personal y simplistamente emocional de su servidor.

Empieza cómo una revisión por demás genérica de la vida de una familia clase media estadounidense, los tropos característicos del drama familiar están ahí (la hermana molesta, el padre incompetente, los novios alcohólicos de la madre soltera, el bullying escolar, etc.) y denotan una transmisión escénica que apuesta más por la propia introspección del lente, lo cual puede lograr en algunas secuencias un escenario honesto, transparente, momentáneamente envidiable por otros directores que han intentado sin éxito lograr el mismo enfoque.

El primer desencuadre dentro de la experiencia viene de la inmadurez profesional de Linklater hacia 2002, y la necesidad de darle al personaje de su hija (la hermana mayor de la familia) más presencia en escena que a su verdadera figura protagónica (un niño “X” interpretado de manera “X” por Ellar Coltrane), pero cómo todo lo demás, conforme su reparto envejecía y ganaba más experiencia, también lo hacía su propio director, al cual entre menos le aparecían las ganas de implicar distintas posturas y perspectivas sobre las ideologías políticas estadounidenses post-9/11 (que quizás incluso sean suyas), más ganaba méritos como contador de historias con componentes universales, perdiendo la inseguridad de presentar a sus personajes en conversaciones y situaciones que van en contra de los estándares familiares y/o sociales retratados constantemente en los medios creativos (quizás el único aspecto que genere empatía genuina). Y previsiblemente refinando su estilo, desembocando en un manejo escénico y montaje que mejoran progresivamente, en especial en lo que respecta a seguir el principio básico de la narrativa cinematográfica*

boyhood_re7qSi bien no es una odisea monumental, es un drama sin un clímax o estructura que pasa desapercibida ante una de las propuestas más honestas sobre la vida cotidiana que se pueden encontrar en la ficción, cuya verdadera mágia reside en plantear las expectativas de la siguiente etapa en la vida del protagonista, y el saber cómo habrán cambiado los miembros del reparto conforme los años pasaban. Desgraciadamente, todos los elógios habrían dejado de simplemente ser una maniobra publicitaria pre-Óscar si el proyecto hubiera buscado un rumbo en lugar de encontrarlo, lo cual es triste porque en el fondo hace darnos cuenta de cómo a pesar de su factor humano, este es un compromiso artístico vacío, dejado a la suerte, que depende mucho de su propia experiencia para sustraer algo memorable, nunca tomándose su tiempo para reflexionar sobre cada una de las etapas de la vida y que hace tan especial a cada una de ellas adaptándose a los nuevos tiempos. Las nuevas tecnologías, formas de pensar y de comportarse están ahí, pero son utilizadas más como un recurso visual secundario que nunca pierde una cierta vibra de desinterés, se podría argumentar en defensa de la película que “así es la vida”, pero al menos hasta donde la corta experiencia de su servidor alcanza a llegar, la resonancia emocional de vivir es aquella que reside en los pequeños detalles y no en el cuadro general (aquella singular anécdota con los amigos, la compañía de aquella pieza musical, etc.), aspectos que se muestran de manera muy racional, pero nada contribuyen a la personalidad tan inexplorada de sus figuras centrales, y por momentos el uso de canciones de The Hives, vídeoclips de Lady Gaga o estrenos de películas de Harry Potter terminan siendo elementos penosamente encaminados hacia ese mismo fín, es una significación obtusa que se extiende hasta lo incomprensible en la estructuración de algunos personajes en el último acto de la película (el universitario, que por cierto es el único centrado a medias). Aunque al menos la sabiduría detrás no es una que se quede corta, es de hecho una que cumple su cometido identificable, al menos para aquellos que no vivimos el momento, si no que dejamos que el momento nos viva…

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*muestra, no cuentes

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