Dans La Maison, un delicioso intruso

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Los de allá

Hace algunos meses un conocido, y desde mi punto de vista sobrevaluado, bloguero y politólogo posteó una fotografía de su pretenciosa biblioteca con la leyenda: “en esta casa más libros que comida”, un poco en broma un poco en serio respondí: “debe ser, sólo a alguien que se le están muriendo las neuronas por falta de alimento presume de forma tan llana su autoproclamada superioridad intelectual”. Sobra decir que a esta respuesta siguió un bloqueo en masa de dicho politólogo y sus secuaces, una partida de también autoproclamados intelectuales todos ellos con cara de “huelemoles” y que más que inteligentes son una asombrosa colección de citas que se repiten hasta el cansancio para “apantallar” a sus interlocutores y venderse como grandes (y libres, desde luego) pensadores. O eso creen ellos.

Los de acá

Pero el día a día me recuerda que la opinión que tengo de esta nueva generación de supremacistas intelectuales es la misma que muchas personas -entre ellas incluso  amigos y familiares míos- tienen de mí, o por lo menos me catalogan como pedante y pretencioso. Y no están errados, lo soy. La diferencia entre aquéllos y yo es que yo soy víctima de una educación formal que me enseñó que uno lee para formarse una opinión, tuve la suerte de tener profesores y un ambiente familiar en el que la discusión de los temas era fuente fundamental de conocimiento. Para mi abuela las películas cómicas eran “payasadas” y mi madre siempre, y hasta la fecha, odia a Chespirito (o Chéspiro como ambas le llamaban) y todo lo que representa, así que debí apechugar y crecer viendo dramas y leyendo cuentos de los hermanos Grimm, confirmando lo que todos, desde entonces, opinaban de mí: “soy extraño”, porque odiaba llegar a la escuela y hablar de películas que mis compañeros no conocían (recuerdo claramente a mi madre contándome la experiencia de haber visto Carrie y su teoría sobre la injusticia y el maltrato a los que son distintos, y a mi abuela emocionada leyendo Papillón). Este entorno familiar y escolar (nunca tuve amigos, ni jugué fútbol en la calle) me hicieron, efectivamente, un libre pensador incapaz de citar autores, fechas y aún títulos de libros “apantallantes”, es más, ni siquiera sé cuántos libros he leído… ni me interesa llevar un conteo.

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Nosotros

Todo esto también me ha llevado a tener un razonamiento que, para no variar, me aísla de mis conocidos porque me niego a apoyar causas que me parecen populistas y soy un feroz crítico de todo, amén de buen observador. Hace ya dos años que el entonces candidato a la presidencia de México, Enrique Peña Nieto,  protagonizó uno de los capítulos más hilarantes de la política mexicana, y no le llamo hilarante porque el Sr. Nieto no supiera responder cuáles son los libros más influyentes en su vida, sino por la exagerada y ofendida respuesta de todos los mexicanos. Los ofendidos (todo el pueblo mexicano) se sintió tan ofendido como cuando unos individuos se “atrevieron a criticar” un auto de manufactura mexicana en la televisión pública británica. Exponer una simple duda me puso en riesgo de correr la suerte de María Magdalena (ser lapidado en una plaza pública): “¿Si vivimos en un país que casi no lee (según las estadísticas oficiales) por qué esperan que este candidato sea distinto, no es que llevamos generaciones clamando por igualdad? ¡Pues ahí está! Un próximo presidente que va a representar al pueblo analfabeta que supuestamente somos. Esta gente que nadie la entiende.

Las letras

Las letras por sí mismas no son determinantes en el crecimiento profesional, cultural e intelectual de una persona, pero nos gusta pensar que así es, por ejemplo: seguí por años a un director de teatro de origen humilde como si fuese mi pastor y yo como un adolescente en busca de identidad, la que fuese, creí que las palabras de mi carismático pastor eran la verdad absoluta. El idilio duró hasta que durante una de sus emisiones (también es locutor) pude identificar una mentirota (así, en superlativo) basada en prejuicios de quien ha sudado sangre por ganarse un lugar en la sociedad y me di cuenta de que este personaje no sólo era buen director, también creía ser psicólogo, sociólogo, politólogo, traductor y hasta locutor… pero su discurso se resumía a hablar de “chichis” y entonces comprendí el dicho que reza: en tierra de ciegos el tuerto es rey.

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La adaptación

Desde que el cine es cine todo ha sido llevar la literatura al celuloide en forma de homenajes, refritos, spin-offs, muchas plausibles, muchas vergonzantes, otras simplemente olvidables. En el cine como en la literatura también hay niveles y también hay engañatontos; quizá el más reciente es Midnigth In Paris, cinta que yo mismo adulé y hasta consideré comprar. Sin embargo, a pesar del cariño que le tengo a Allen, hay que aceptar que la cinta homenaje a París deja mucho que desear y es tan solo un puente creado por la inercia creativa del neoyorquino hacía lo que es realmente una joya cinematográfica Blue Jasmine (de la cuál hablaré en dos semanas). Todo esto nos hace reflexionar en la monumental tarea de llevar el libro al cine y la complejidad de la palabra escrita. Dans La Maison  (En la Casa) es una adaptación de un libreto para teatro del español Juan Mayorga y dirigida por el francés François Ozon. La película no sólo incluye un elenco multiestelar: Kristin Scott Thomas (Luna Amarga), Emmanuel Seigner (Luna Amarga), Denis Ménochet (Bastardos Sin Gloria), Bastien Ughetto (Jewish), Fabrice Luchini (Paris), esta es una verdadera adaptación de la literatura al cine.

Lo extraordinario de En la Casa es la construcción de una historia, sus personajes y entorno de un modo casi pedagógico, desde cero hasta que la película, su entorno, sus personajes y el público se convierten en uno mismo, la trama traspasa la pantalla y se impregna en el espectador de una forma casi comparable con un Dostoyevsky, un Verne, un London o inclusive un Aristóteles o Platón, la sintaxis y paráfrasis son perfectas incluso la métrica (y en este caso mención especial a la pericia de la traducción para quienes no hablamos francés) y ritmo son inigualables, desde luego, en un ejercicio propio de mi profesión intenté traducir algunos diálogos al inglés y hay que aceptar que para desgracia del agloparlante (específicamente para los estadounidenses) no estarán en condiciones de saborear este delicioso bocado de aire fresco a los blockbusters que invaden las salas todos los años.

La fotografía es de una sencillez casi, y sólo casi, minimalista que retrata a la perfección el contraste de la burguesía francesa clásica cuyas preocupaciones se centran en la discusión de las ideas y que hacen de ello un nuevo y capitalizable modo de vida que se niega a romper con los viejos autores y su influencia sobre el poder de la literatura contra una moderna clase media concentrada su futuro económico y desprovista de toda cultura lo que la minimiza ante la burguesía clásica y los hace parecer casi analfabetas.

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De fondo, la ciudad como referente de civilización, refinamiento y buen gusto y los suburbios como “ése objeto misterioso” que desata la curiosidad y morbo de la clase intelectual, cuyas ambiciones meramente monetarias los cataloga casi de inmediato como seres primitivos y casi repulsivos por lo ordinario de sus prioridades. Y las letras entre ambos mundos.

Las letras son pretextos y fin en sí mismas, corrompen o elevan, abren puertas o destruyen reputaciones, las letras jueces y celestinas inertes que juegan, envuelven, seducen y se ríen de sus intérpretes, peligrosas amigas, dulces enemigas, juguetonas engañadoras que hacen presumir a los inocentes sobre su supuesta supremacía intelectual y que abren los ojos al amor de los básicos. Amantes infieles, esclavas tiranas, mustias inconscientes, faltas de éticas… perversas.

El vínculo

En la Casa termina por ser un juego de palabras misterioso y personal, uno puede sentirse en casa con un libro en las manos, porque “siempre hay una manera de entrar”, de entrar a nuestros hogares, a nuestros pensamientos, a nuestras vidas. Los libros como abolladuras en nuestro cerebro modifican nuestro pensamiento y por lo tanto de nuestro destino, abren puertas a mundos insospechados, la prensa como dialecto de los solitarios y locos de mirada perdida que se conecta con el interior y provoca una sonrisa cómplice entre los iniciados, los libros, milagro físico de la memoria intangible, respiro al oído de antepasados olvidados, paisajes multicolor en ciudades grises… compañía perpetua de soledades eternas.

In The House – Trailer from Cohen Media Group on Vimeo.

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