Las 15 Mejores Películas de John Ford
John Martin Feeney, actor, escritor, productor, fotógrafo, editor, Almirante del ejército de los Estados Unidos durante la segunda guerra mundial y uno de los directores más prolíficos y respetados de la historia. Documentalista, realizador de cortometrajes, sketches, segmentos y capítulos de televisión, el director de más de 100 largometrajes llegó a manufacturar hasta 3 películas por año, sin embargo la insignia del Almirante en la historia fue haber sido el padre metódico del género western, convirtiéndose en una de las influencias más grandes dentro del séptimo arte, misma que viajaría hasta el Japón de Kurosawa y que se extendería hasta el espagueti de Italia y el salvaje oeste de Eastwood
De ascendencia irlandesa, sus padres le inculcarían el amor por su patria de origen. El menor de 11 hermanos pronto comenzaría a mostrar amor por la caricatura y por el ejército, siendo la primera pasión quien le diera su primer trabajo como publicista y creativo de una zapatería. Para 1911 y siendo su hermano mayor su ejemplo y mayor figura, viajaría a Hollywood con este para desempeñarse bajo su cargo como doble de acción, asistente de producción y actor, adoptando el seudónimo de Jack Ford. Bajo la tutela de su hermano iría creciendo en experiencia, incluso apareciendo como extra en varias de las primeras súper producciones, tal y como El Nacimiento de una Nación en 1915. Estos años le sirvieron para conocer y empaparse de la industria, creciendo básicamente alrededor y junto a ella.
Su primera dirección oficial data de 1917, sin embargo a las órdenes de Universal y Fox, Ford llegaría a filmar más de 60 películas silentes, de las que se conservan alrededor de solo un tercio y de donde resalta su primer súper producción, “The Iron Horse”. En dicha época otra de las grandes influencias y apoyo del joven director fue el actor Harry Carey, la respuesta de Universal al western de Tom Mix, sin embargo hacía el final de la época sonora, Ford ya comenzaría a aliarse con dos de los actores que a la larga se convertirían en sus más grandes socios: John Wayne y Victor McLaglen
Con la llegada del cine sonoro, Ford comenzaría a dar señales de salirse del western con la misma habilidad narrativa, con dramas que retratarían la dificultad social de los inmigrantes, personajes de su amada Irlanda o bien fábulas de la depresión económica de Estados Unidos, temas que el mismo vivió en varias ocasiones y dificultades con su familia. Es de notarse que la figura femenina, hogareña y fuerte persiste en muchas de sus producciones, una especie de matriarca que simbolizaba la fortaleza de su madre irlandesa.
El western irónicamente no sería la primera opción de Ford para convertirse en la leyenda que es. Gracias al consejo de su hermano, dicho género era en la época muda uno de los más apestados y solitarios por los directores, por lo que ambos aprovecharon ese “hueco” para prácticamente apropiarse de él primero bajo el sello de Universal, persistiendo dicho comportamiento ahora en el cine sonoro y ya siendo un ente directivo libre y con aún más creciente reputación.
Su clímax como cineasta se extendería desde los 30 hasta mediados de los 50, incluyendo su participación como almirante de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra, periodo durante el cual se hizo de una fuerza “fílmica” al abordar el documental de las fuerzas aliadas, siendo el encargado de filmar el ataque de Midway y mucha de la propaganda bélica.
Definitivamente uno de los grandes maestros, pioneros y artífices del séptimo arte, recordemos al gran John Ford con sus 15 Mejores Películas
15 – 7 Women (1966)
Su última cinta, alejado del salvaje oeste y con el objetivo de demostrar y despedirse en lo más alto de la manifestación dramática, como si de manera propositiva necesitara en ese punto de su carrera, silenciar a las bocas detractoras que pretendían criticarlo por su falta de riesgo y versatilidad narrativa. Con un ritmo prodigioso, Ford cambia también a su “macho” para sustituirlo con un reparto femenino impecable, dentro de una historia épica enmarcada en el conflicto entre China y Mongolia de los años 30. Así mismo, es notable como Ford, al igual que en “The Quiet Man”, impregna a su relato de una crítica social punzante, jugando también con las ideologías conservadoras y religiosas, al servicio de un drama de primer nivel.
14 – She Wore a Yellow Ribbon (1949)
La cinta más colorida y moralina de Ford es un vehículo para dos lucimientos: el primero, la narración estética, nostálgica y reflexiva sobre el paso del tiempo en el oeste americano, la cercanía a la muerte y la proyección de la grandeza hacia el elemento de la caballería de aquella conquista salvaje; la segunda, una conmovedora actuación de Wayne, que de nuevo demuestra el porqué de su revaloración, dejando entrever trazos dramáticos que hacen a su personaje uno de los más queridos e íntimos de su filmografía. Es entendible que el lento ritmo y algunas libertades artísticas de Ford (ensañándose más con la forma que con el contexto) lastimen a sus fanáticos y le den de comer a sus detractores, pero el listón amarillo tiene un encanto único.
13 – Two Rode Together (1961)
Una de los westerns más cómicos y despreocupados de Ford, que en un accionar directivo casi en automático, encausa una aventura que por momentos logra auto homenajear sus primeras y mejores obras. Otra odisea por el salvaje oeste en donde un cínico comisario y un teniente del ejército, les es encomendada la misión de negociar con los “pieles rojas” sobre la liberación de algunos rehenes blancos. La capacidad de saltar del drama racial hacía la comedia y viceversa, es obra de Ford y de un Stewart en su típico pero irresistible arquetipo de vaquero, uno siempre más ligero que el de Wayne. Como dato a resaltar, es una de sus obras (junto con The Searchers) mejor fotografiadas.
12 – Rio Grande (1950)
John Wayne diría de O’Hara: “Prefiero vérmelas con un matón de dos metros a tener que enfrentarme con ese huracán devastador que se llama Maureen O’Hara”. Y es que esa química sacaba chispas, siendo la perfecta simbiosis romántica dentro de la pantalla y que Ford supo aprovechar inmensamente fuera y dentro del western. En este caso en particular, el cierre de la trilogía de la caballería (y del prefijo “Rio” para Wayne), aunque es la más débil de ambos seriales, se mantiene como un clásico gracias a la impresión de ese romanticismo y encuentro que conlleva su odisea y búsqueda por la unión familiar e medio del conflicto en contra de los apaches. Aquí se verían los primeros esbozos porvenir de un inolvidable clímax de dicha química con Wayne – Ford
11 – Fort Apache (1948)
La fortaleza de este fuerte recae en un John Ford, que con el simple accionar de su dedo, construye una épica western que combina con gran maestría y equilibro cuanto de los elementos “fordianos” que el mismo instituyó dentro del género en su primer clímax americano: el romance, el conflicto vaquero – indio con una impresión de tensión sobresaliente, y esos toques de comedia natural que al director le eran atractivos posicionar a lo largo de la historia, para aligerar temas complejos y que incluso lucen hoy más tabúes que nunca. Así pues, Henry Fonda y John Wayne, construyen un vínculo dentro de este lugar asediado por los indios, logrando ambos una de sus mejores actuaciones dentro del western
10 – Mogambo (1953)
Una pieza clave del cine de aventuras que en su momento significó varias cosas: el resurgimiento de Clark Gable, el safari fílmico de muchos animales en pantalla (hasta la promoción del film casi la vendía como un safari), el tabú del abuso sexual y por supuesto el nacimiento como estrella de Grace Kelly, que aquí demostraría su talento a lado de Gable y Gardner con todo y nominación al Oscar como mejor actriz de reparto. Si bien Ford presenta una de sus cintas menores en cuanto a su desarrollo de aventuras, es precisamente en el rubro histriónico donde la tercia de ases es capaz de ensalzar dramáticamente al ejercicio en general. Radica como curiosidad y extravagancia dentro de su filmografía, pero aun así necesaria para comprender su extensión como narrador
9 – My Darling Clementine (1946)
La aproximación sobre los “Earp” y el O.K. Corral de Ford es una impresión más dramática sobre los hechos, con un toque de sensualidad y coquetería que la hace innegablemente fascinante y hasta divertida. Si bien el Wyatt Earp de Henry Fonda es la estructura pura de la bondad, es el Doc Holliday de Victor Mature y su misteriosa Clementine quien tan místicamente engalana el título de un western filmado con suprema elegancia, llegando incluso a ser para muchos críticos la mejor obra de Ford. Sorprende que aunque el western siempre ha sido un digno ahorrador del diálogo, tal vez sea esta la obra de Ford con menos líneas, dando a la interpretación física un relieve que la hace más natural y espontánea
8- The Iron Horse (1924)
Considerada una de las mejores películas mudas de todos los tiempos (y la mejor de Ford de entre las 60 silentes que filmó), la epopeya western – romántica sigue siendo uno de los testimonios más realistas y cercanos a la colonización tecnológica y al desplazamiento de las tribus por parte de la civilización moderna, al situar la historia justo en el mando de Lincoln de unir las dos días ferroviarias por medio de un paraje donde habitan nativos. Muchos de los estatutos del western moderno y de la misma filmografía de Ford ven su origen en esta cinta, incluyendo esos elementos tan distintivos de fortaleza humana, la aventura, el romance y por supuesto el eterno conflicto entre el invasor y el nativo
7 – The Informer (1935)
Remake de una premisa original de 1929, Ford aborda con gran sustancia y complejidad psicológica y emocional los principios fraternales y de traición en los que se forjó el frente libertario de Irlanda en los años 20. El primer esbozo de una incuestionable calidad dramática por parte de Ford, el relato es también ensalzado por una perfecta actuación del boxeador convertido en actor, Victor McLaglen, que se convertiría en uno de sus socios actorales a través de esta etapa ajena al western. Con tintes de thriller, es también evidente como Ford cuestiona el llamado “sueño americano” y la esencia de la misma “IRA”, algo por demás arriesgado dada las circunstancias históricas
6 – How Green Was My Valley (1941)
La razón del porqué Citizen Kane perdió el Oscar aquel año se puede resumir en dos lógicos argumentos: el primero se debe al potencial conmovedor de Ford, que en su pose dramática era capaz de mantener en todo momento de su metraje una emotividad clímax entre la tragedia y la comicidad, en este caso, de una familia de Gales a través de sus vicisitudes, labor minera y tradiciones; la segunda, su fantástico ensamble actoral, donde Maureen O’Hara, quizá el principal símbolo de su fuerza femenina, funge como la principal figura y en donde recae la fortaleza de aquella familia. Un tercer peldaño para afianzar su paso en dicho registro y demostrar que Ford era tan eficiente tanto en el salvaje oeste como en el reino de sus ancestros.
5 – The Grapes of Wrath (1940)
El más imponente relato sobre La Gran Depresión, es también una cátedra sobre ritmo, actuación y dirección de Ford. Aunque por la época no es considerada una road movie, su desarrollo y elementos son acordes a dicha categoría al plasmar con rigor y veracidad la desesperanza y supervivencia humana en un éxodo trágico y familiar, donde un grupo de desamparados, parte hacía la tierra prometida de California tras perder sus propiedades, trabajos y esperanza. Para hacer contrapeso a la tragedia, Ford sacrifica a Fonda, pero envuelve de un ambiente de esperanzadora aventura a la figura central de la cinta: la familia. Resaltar nuevamente por encima de Fonda el papel de la matriarca, principal vehículo de la narración
4 – The Searchers (1956)
Indudablemente el sello más emotivo de Ford en el western, el relato que abarca 10 años le permitió al cineasta desplegar no solo una intensa gama de técnica visual, sino también adentrarse en la debacle psicológica de sus personajes dentro de una búsqueda desoladora y entrañable por todo el suelo que concibe el salvaje oeste del director del parche. Parece mentira, pero el nivel de emotividad logrado por este en su clímax proyecta un equilibrio entre la más épica aventura y el romanticismo más puro hacía con el género, aun cuando este se trastoque a cierta violencia racial. Una joya que en su legendaria escena final representa toda su personalidad, retratada con pincel y narrada de manera ágil, emocionante y con el más dulce y tal vez más recordado cierre del género.
3 – The Quiet Man (1952)
Cátedra narrativa sobre las costumbres de su amada Irlanda, aunque su Reina del Technicolor se mantiene como una de los principales símbolos en contra de la opresión y el machismo en el cine, resulta imperante que esta gran joya de romance y tradición irlandesa sea alejada en cuanto de antes de toda la generación adicta a “vetar” todo sin tener un ápice de control mental hacía su incapacidad por analizar el contexto, en este caso, enfocado a las tradiciones de un pueblo en donde nuestro “hombre callado” debe luchar contra el conservadurismo para ganarse el respeto y el amor de su tierna, salvaje y hermosa esposa de cabello rojizo. Sin duda el clímax dramático – romántico y cómico de Ford, cada una de sus escenas es hermosa.
2 – Stagecoach (1939)
El “primer gran western” moderno, y aquel que no creó, pero si institucionalizó el conocido plano americano mientras Wayne detiene aquella vertiginosa diligencia. Ford tomó una idea original de Ernest Haycox y la convirtió en una odisea trepidante donde destacó por qué fue, es y será uno de los grandes almirantes del cine, teniendo un manejo magnifico del drama, romance, suspenso, acción y comedia al ensamblar a este equipo actoral de 9 integrantes, en lo que resulta ser una de las químicas más entrañables del cine; personajes dispares y encantadores que buscan un lugar y un nuevo sueño en esa peligrosa diligencia que recorre lo salvaje, y que el cineasta sabe cómo estructurar y equilibrar en un duelo de clases y personalidades que enmarcan esta gran aventura
1 – The Man Who Shot Liberty Balance (1962)
Cada vez que mira se vuelve mejor; por medio de una retrospección visual, el senador Ransom (un siempre increíble Stewart) explica a un periodista el porqué de su asistencia al funeral de su amigo Tom (un Wayne curiosamente confinado a un rol secundario), situación que sirve como punto de partida para que la perfección narrativa se dé progresivamente en un recuerdo que Ford utiliza como metáfora personal para retratar orgullosamente su marca en el género y las diferencias sociales y culturales de la época, resumiendo su metraje en un inmejorable diálogo que sirve como slogan: “se imprime la leyenda”. Un relato de transmutación ante una amenaza inminente anunciada en el mismo título y un Marvin como uno de los villanos más carismáticos y rústicos del western