Percy Jackson: Mitología, Interrumpida Parte II

La segunda entrega de esta saga es desesperante. Lo es. Y es así porque son numerosos los aspectos cuestionables acerca de ella. Comencemos por la trama. Percy (Logan Lerman), para los que no están familiarizados con la historia, es el hijo de Poseidón y una humana –o sea, un semidiós: tiene poderes que controlan el agua y una súper espada, o algo así. Junto con un montón de chamacos en la misma condición de mestizaje (dioses u otras criaturas mitológicas+humanos) asiste a un campamento/escuela protegido del resto del mundo y de las fuerzas del mal por una barrera mágica. Barrera que es producida por un árbol. Árbol que mucho antes solía ser una niña, semidiosa, hija de Zeus; y que llegó a ser árbol porque la mataron unos malosos, pero entonces su papá le dio “otra forma de vivir”. ¿Todavía me siguen? ¿Comienzan a sentir la desesperación?

Total que el villano, Luke (otro chamaco semidiós, sólo que renegado, hijo de Hermes), envenena dicho árbol para romper la barrera y dejarlos desprotegidos. Los buenos descubren que para salvar la planta necesitan ir por un trapo mágico que cura todo, ubicado en “El mar de los Monstruos”. Peeeeero, el malo también quiere el trapo para revivir al Titán Crono, que éste a su vez los mate a todos y destruya al mundo. Luke quiere venganza, pues, tiene daddy issues, o algo por el estilo… Así es la historia a grandes rasgos. ¿Pueden creerlo?

La trama está tan saturada con detalles y subtramas, que termina por carecer de un verdadero clímax. Cualquier obstáculo que se le atraviesa a Percy et al. –y son muchos–, lo resuelve rapidísimo, revelando un guión bastante simplista. Eso sin mencionar lo que probablemente se prolonga desde la primera película: las descaradas similitudes con el mago cuyas iniciales son HP. Está el el muchacho singular y outsider, la niña ñoña, y el simpaticón (aunque en esta película se agrega a la pandilla un cíclope, que resulta ser medio hermano de Percy porque también es hijo de Poseidón… ¡Jesús!) También viven en una escuela exclusiva para chicos “especiales”. E incluso también hay una profecía acerca del protagonista, o varias, ya no sé…

Supongo que las semejanzas vienen de los libros en los que está basada la saga, pues no me consta porque no los he leído y no pienso hacerlo. Sin embargo –como ya se habrán dado cuenta– ése no es el único problema. Si juntas al director (Thor Freudenthal) de películas como Hotel for Dogs y a un guionista (Marc Guggenheim) que tiene más experiencia en la televisión con series en su mayoría, digamos: mediocres (Arrow, por ejemplo), el resultado será una película como ésta. Con un villano incompetente y chistes bastante sosos que fuerzan el supuesto vínculo de toda esta producción con la mitología griega. Ni siquiera la aparición de Stanley Tucci (The Terminal, The Devil Wears Prada, The Hunger Games) ayuda a la causa.

Para finalizar, hay que agregar los patrocinios in-your-face –los odio– que se incluyen en el filme, con los que no puedo evitar utilizar la analogía de la cereza del pastel. Un pastel de supermercado. En oferta. Que lleva días y días en uno de esos refrigeradores abiertos en los que todo el mundo puede meter la mano. Con la promoción de 2×1: el final anuncia una tercera parte. La saga, según tengo entendido, consta de cinco libros… Oh, boy!

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