Searching for Sugar Man: No hay paso que no deje huella

 

Cualquiera que sea el resultado comercial de este docudrama no deja de lado que es un trabajo impecable hecho con pasión y dedicación, pero sobre todo, amor. Y más allá del sentimiento que pueda inspirar la historia personal de Rodríguez el eje conductor de todo el documental es precisamente el amor por el arte en cualquiera de sus manifestaciones, usted elija: musical, visual o lírica.

La meticulosa obra del  director sueco Malik Bendjelloul respira en cada fibra de celuloide una pasión que encuentra su origen la necesidad de contar una historia sustentada en una columna vertebral tan sólida y paralela como la creencia del mismo cantante de origen ido-latinoamericano Rodríguez de estar haciendo lo correcto.

Pero como en todo, y dándole el giro romántico que el filme merece, el éxito de una historia depende de quién, cómo y, al parecer, los medios que se tengan para contarla. Mientras la historia del cantante folk es básicamente una historia de relativo fracaso personal, profesional y artístico o por lo menos de éxito tardío, la del documental es un gigante no sólo comercial sino artístico que se erige sobre las cenizas de la historia de un artista por demás minimizado.

Y esta es la parte perversa del documental, porque reafirma el viejo dicho que reza: “nadie sabe para quién trabaja” porque si bien la calidad de la obra de Bendjelloul es evidente habrá que reflexionar en el papel que tiene la increíble historia en que se basa, que a final de cuentas es la que proporciona la materia prima para realizar el sueño de todo cineasta: navegar en los circuitos comercial y cultural con un éxito rotundo.

Sin embargo, al final del documental se logra entender el porqué las historias de los dos artistas centrales de esta historia toma rumbos tan distintos. Y habrá que aceptar que por más conmovedora que resulte la historia del sorprendente Rodríguez, de que su música haya estado adelantada a su tiempo, que la única tierra fértil que encontrara se ubique en el país “abajo debajo” y que los medios de difusión hayan jugado un papel determinante en su fracaso comercial, Sixto Rodríguez es un hombre carente de ambiciones, soñador y conformista. Su trabajo es soñar y plasmar sus sueños en lienzos musicales invisible intangibles como su sentido de superación. Enjuto, tímido y hasta apocado carece de respuesta cuando trata de indagar en su pasado, no es algo que le interese demasiado y confía ciegamente el la suerte, una posición cómoda para quien es incapaz de hacerse cargo de su propia vida. Ante sus hijas aparece como un cachorro desvalido y maltratado que se conforma con vivir, ¿será una pose o de verdad le vale una madre todo?

Queda claro que Bendjelloul desea mantener un sano equilibrio al entrometerse lo menos posible en la vida privada de Rodríguez, lo cual se agradece, pero este noble gesto de parte del creador del documental no hace sino suponer mayor responsabilidad al cantante de su propio fracaso quien ni ante un franco despegue de su carrera es capaz de hacer conciencia y mostrar, ya por lo menos, un gesto contundente de felicidad que revele satisfacción (y confianza) en su propia obra.

Con todo Searching for SugarMan es un extraordinario y conmovedor que cumple su objetivo: contar una historia. Hecha con el rigor suficiente la musicalización es una parte importantísma para conocer a ambos creadores (al director y al canta-autor) que incluso cumple un cometido superior: incita al espectador a investigar más sobre este pare de hombres con historias distintas, pero igualmente importantes como representantes del arte en dos tiempos distintos de la historia.

Mi momento favorito: la cara de los puristas que huelen a naftalina ante la declaración “sin duda [Rodríguez] es superior a [Bob] Dylan”… simplemente los amé.

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