Verónica: No crean en todo lo que dice Netflix

Netflix, asesino confeso y orgulloso del videoclub y torturador sin piedad de la TV por cable, no oculta, sin embargo, su estrategia de mercadotecnia que no difiere de lo que hemos visto durante años con otras empresas: apostar por la cantidad sobre la calidad y golpear la burra hasta que reviente.

Verónica (Paco Plaza, 2018), cinta de terror ofrecida por este formato de streaming, se suma a la inmensa cantidad de contenidos originales de la plataforma Netflix y ha recibido un hype inusitado, catalogándola como una pieza de horror tan extrema que pocos han logrado verla por completo. Los listados en redes sociales acerca de “las películas más terroríficas” no dudan en darle un lugar preponderante. Siendo su director uno de los involucrados en la gustada saga REC, algo puede haber de cierto en tales afirmaciones. Como fan del género y entusiasta de los temas sobrenaturales y la demología, no me la podía perder y confirmar si realmente provoca pesadillas por meses… ¿Será?

¿De qué va?

En el desfachatado Madrid de 1991 y en pleno eclipse solar, una adolescente llamada Verónica (Sandra Escacena) busca contactar a su padre fallecido jugando con una tabla Ouija. El rito termina de forma inesperada y a partir de él la joven experimenta una serie de sucesos paranormales que le pondrán en peligro a ella y a sus pequeños hermanos. Basada parcialmente en el caso conocido como Expediente Vallecas, sobre el fallecimiento de la joven Estefanía Gutiérrez Lázaro y cuyas circunstancias fueron catalogadas como “inexplicables” por los investigadores a cargo.

Reciclaje puntual de elementos de terror

¿Les suena el argumento? ¿Cuántas veces hemos conocido historias de adolescentes atolondrados que reciben su merecido por meterse en donde no debían jugando con espíritus chocarreros? Hasta en México tenemos películas y libros basados en nuestro propio caso de una Ouija descompuesta, como el en caso de la calle Cañitas.

Todos los elementos están aquí: Adolescente en sufrimiento, colegio católico que más bien parece un asilo para enfermos mentales, niños adorables, la pretendidamente peligrosa Ouija y un diablito pícaro que aprovecha el duelo de un humano en búsqueda de contactar a sus seres queridos para hacer de las suyas. No podrían faltar las escalofriantes monjitas del terror, voces siniestras, objetos flotantes, flamas espontáneas y crisis convulsivas al por mayor. Nomás faltó la cabeza rodante y el vómito de crema de chícharo para completar el cuadro.

Sandra Escacena ofrece una correcta actuación como la atormentada Verónica, mostrándose contenida ante el drama sufrido. Sus infantes hermanos interpretan a los estereotípicamente adorables niños cual familia Telerín, pero lo hacen de una forma creíble y aterrizada. La conocida Ana Torrent, como la madre luchona de Verónica, se encuentra francamente desperdiciada ante un guion que obviamente se centra en la adolescente perseguida por el Chamuco.

Correctos diseño y producción, los efectos especiales son apropiados, al apostar por el terror implícito dejando de lado el gore. La ambientación a principios de los años noventa es notable. Quienes tenemos memoria para recordar dicha esos años vivimos un verdadero salto en el tiempo que nos remite a esa desenfadada pero más sencilla y amable época.

Demasiado correcta

El guion es ágil y la película se deja ver con fluidez. Entretiene a secas y causa sustos se pastelazo cuando se debe. Reúne tan puntualmente todos los elementos del cine de terror que involucra la invocación de entes del Más Allá que el desarrollo de la trama es sumamente predecible. No decepcionará a los entusiastas del género y subgénero como documento de compilación, pero no ofrece sorpresas.

¿Hay que verla?

Es un buen ejercicio de terror a pesar de todo. Divierte y asusta, insisto, en dosis correctas, pero se encuentra a años luz de ser un clásico del género. Recomendada para legos en el tema o susceptibles a sustos fáciles.

 

ANEXO: La Ouija y la Demología

(ALERTA DE SPOILERS) No sigan leyendo si no han visto la película, pues aquí analizaremos brevemente los aspectos teológicos de los sucesos aquí narrados.

Nos centraremos exclusivamente en el aspecto religioso en que se basa el guion. La Ouija es primordialmente un juego basado en uno de los múltiples ritos de invocación que existen con la finalidad de comunicarse con humanos fallecidos. Muy socorrido por quienes desean paliar su duelo “hablando” con un ser querido que ha muerto. Apegándolos a la demonología cristiana, este rito siempre ha de fracasar, pues de acuerdo con el canon judeocristiano las almas que se encuentran en el infierno, purgatorio o cielo no pueden ser traídas de vuelta a este plano existencial. Para fines prácticos, la existencia de los fantasmas es negada por las religiones abrahámicas.

Las historias de terror que tienen como eje central la tabla Ouija parten de esta base, pues el rito de invocación jamás traerá de vuelta a un humano muerto pero sí a un demonio o “espíritu inhumano” (como se denomina en la saga The Conjuring) que aprovechará esta “brecha” en la tela de la realidad y el dolor espiritual de los involucrados para ingresar a este plano y causar sufrimiento. Esta es la misma base teológica de las posesiones demoníacas.

Así las cosas, Verónica y la larga lista de víctimas de este juego habrán liberado demonios y nunca a sus seres queridos.

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Acerca del autor

Dr. Dark    

Médico de profesión y cinéfilo de corazón. Amante del buen cine y destructor del que no lo es.


1 Comment

  • Esa película no es original de Netflix. Aquí en México se exhibió en cines y si no mal recuerdo en algunos festivales, porque incluso Paco Plaza fue invitado en Mórbido. A lo mejor Netflix la distribuyó en algunos países, pero no es producción original de ellos.
    Si bien la película no es una joya del género, tampoco resultó ser un súper bodrio. Y su soundtrack fue bueno.
    Saludos.

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