Inferno: El Arte de lo simple
Lo confieso: Soy fan de Dan Brown. ¿Cómo? ¿Un católico de Ultraderecha fundamentalista “preconcílico” apoyando al “progre” Brown? No veo por qué no, a fin de cuentas al César hay que darle lo que es del César y sus novelas son ficción pura pero tremendamente entretenidas. No nos hagamos: el público que gusta de los libros y el que se apasiona por el cine no siempre es el mismo. De allí que adaptar al 100% un libro al cine es imposible y francamente poco redituable.
Inferno (2013), cuarta aventura literaria del alter ego de Dan Brown, Robert Langdon, es un libro no solo de misterio, intriga e investigación sino también de reflexión, cuyo planteamiento y desenlace podría no ser adaptable para un público ávido de héroes que salven al mundo.
La modificación era necesaria, pero es aquí donde la simplificación excesiva de un libro rico en misterio y simbolismo da lugar a un producto de entrenamiento genérico que carecerá de trascendencia y con toda seguridad marcará el fin de Robert Langdon como héroe cinematográfico.
¿De qué va?
Bertrand Zobrist (Ben Foster), genio científico multimillonario, obsesionado con la sobre población mundial, es el creador de una plaga que diezmara a la humanidad. Ha dejado pistas a sus seguidores para que estos la localicen y se aseguren de que sea liberada, basándose en las alegorías del Inferno de Dante. El experto historiador Robert Langdon (Tom Hanks) deberá seguir tales pistas y descifrarlas antes de que el virus caiga en malas manos o sea propagado, mientras la OMS y una oscura organización le pisan los talones.
Demasiado simple
La trama fue convenientemente modificada para dar gusto al público cinéfilo. No obstante, tal cambio derivó en una simplificación tal que privó al relato de toda su riqueza original.
Las pistas son sumamente sencillas de seguir. De la obsesión del villano con la mitología dantesca y con la figura del propio Dante Alighieri apenas tenemos un esbozo. Por otra parte, el terrorífico villano del libro, en el cual se hace llamar “La Sombra”, es aquí reducido a un millenial fanfarrón cual Mark Zuckenberg trastornado
Por diversas circunstancias, Langdon sufre de terroríficas alucinaciones de contenido infernal que en el libro resultan perturbadoras. En la película, sin embargo, lucen caricaturizadas y planas. El simbolismo ha sido reducido al mínimo indispensable. Los ricos detalles históricos e ideológicos del libro brillan por su ausencia o apenas son mencionados. Ni siquiera se ofrecen las adecuadas y cuidadas tomas de los sitios históricos visitados, algo que las películas previas lograron con creces. No nos inspira a desear conocer aquellos bellos lugares.
Personajes sin sentido
Tom Hanks no deja de ser uno de los mejores actores de la historia, pero su elección para encarnar a Robert Langdon es cada vez más inexplicable. El intrépido personaje es de nuevo retratado como un tímido, avejentado y ajamonado académico que no sabe por qué está metido en estos embrollos y ni desea estarlo.
El guion torpemente pone a Hanks a participar en persecuciones, forcejear, trepar y toda clase de peripecias difícilmente creíbles para un hombre de su edad y tan entrado en carnes. A esto hay que sumar la burda caracterización de Elizabeth Sinskey (Sidse Babett Knudsen), cabeza de la OMS y cuyo papel en el libro es misterioso e interesante. De nuevo, vemos a una persona sin la edad ni la preparación para ciertas proezas físicas.
Si bien los cambios aplicados a Sienna Brooks (Felicity Jones) son congruentes y creíbles, con Sinskey se nos endilga la más patética historia romántica, metida con calzador. Inesperadamente el show se lo lleva el líder del oscuro “Consorcio” (Irrfan Khan), villano secundario pero siniestro en el libro que aquí es convertido en una suerte de héroe de acción carismático y hasta gracioso, el cual resta protagonismo al mismísimo Langdon.
¿Hay que verla?
Solo si es domingo y no hay nada mejor que hacer. Fans del libro, huyan de ella, pues no solo es una versión light sino totalmente insípida.
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