7 Paternidades Fascinantes del Cine Mexicano
Dice la escritora mexicana, Alma Delia Murillo, que en este país, todos (o casi todos) somos hijos de Pedro Páramo. Y algo hay de fascinante en esa declaración con la que parece sentenciar al tiempo que redime a miles de hijos de un padre ausente. El mío mismo se fue a barrer dólares cuando tenía 5 años, volvió cuando yo tenía 9 años y ya no lo reconocí, a partir de eso, el mito que mi madre mantenía con cartas y llamadas telefónicas que salían carísimas, se fue desdibujando hasta hoy, donde solo quedan borrones de una imagen que a pesar de estar con vida, yo preferí ahuyentar de mi existencia hace muchos ayeres.
Contrario al pedestal materno con el que se suele ver a la madre (tanto en la vida real como en la pantalla en cualquiera de sus formatos), el padre es una figura incomprendida, rara y más bien, poco querida. No se me ofenda si usted o su santo progenitor, rompen con esta desgarradora estadística nacional, al contrario, siéntase orgulloso y pleno, porque en esta tierra árida donde todos andamos en búsqueda de ese tal Pedro Páramo, usted ha logrado vencer al censo del INEGI (donde 4 de cada 10 padres se encuentran ausentes de acuerdo a cifras del 2021).
Golpeadores y golpeados, incautos, soñadores, bonachones, semidioses o tiranos reprimidos. Aquí un recorrido por 7 fascinantes paternidades de nuestro cine.
El Hombre de Papel.- El padre que quiso serlo y la vida se lo negó
No es casualidad que el personaje del inconmensurable López Tarso se llame Adán (el mismísimo padre de la humanidad según la biblia) y que durante la historia que nos cuenta en esta cinta, se enfrenté a un mundo que lo discrimina por ser sordomudo, pero intenta aceptarlo al saberlo acreedor de un billete de $10 mil pesotes. Ese objeto será su pase para vivir un montón de aventuras donde se verá involucrado con gente que intentará de todo por quedarse con el dinero y verle la cara, y aunque al final alguien lo logra, hay algo de triste en todo ello; porque más allá del mensaje moralino de que el dinero no puede comprar la felicidad, hay una realidad dolorosa y digamos, un tanto adelantada a esos tiempos, y es que una familia era incapaz de verse como tal sin la figura materna y con la discapacidad de quien la sociedad dicta que debe fungir como fuerza y protección. ¿Será?
Amores Perros (El Chivo).- El padre que luchó por un ideal y perdió
Es más fácil juntar una grosera cantidad de dinero que todo el valor que se necesita para ver de frente a una hija que se abandonó, porque tras la derrota de los ideales por los que se lucharon para ofrecerle un mundo mejor, no hay pretexto que logre justificar años de ausencia y abandono. Esa es, a grandes rasgos, la lección que nos deja “El Chivo”, la figura paternal de un fantasma sin redención ni historia en la memoria de su hija Maru. ¿Injusto? ¿Para quién? Ni todos los perros amores, ni todo el dinero, ni el culposo placer de la soledad parecen pagar la invaluable sensación del abrazo, la mirada o las palabras de una hija que lo llame papá. Sin ello, la vida parece no tener sentido y ante eso, solo el exilio y la eterna condena de andar por el mundo dando tumbos pensando en que no hay revolución sin pérdidas que se lamenten para siempre.
Un rincón cerca del cielo.- Un destino de padre condenado a sufrir
No me lo tome a mal, pero quizá sea la cinta más injusta con la paternidad, pues entre más vemos a Pedro González (Pedro Infante) luchar contra viento y marea por salir de la miseria y darle todo a su vástago y esposa, la vida se empeña en que no solo no lo logre, sino que se joda todas las veces que lo intente. Ir a la cárcel, arrastrarse como un mendigo con la cara pintada de payaso, robar y hasta querer quitarse la vida… y todo para qué, para que ésta misma, se siga pasando de puta con quien no lo merece. Un pobre diablo cuyo mayor delito fue el de querer ser un buen padre y el proveedor que su familia esperaba. Podríamos decir que el papel de Pedro como un padre condenado a sufrir, es tal vez, el más triste de nuestro cine. Porque si bien, la exaltación de la pobreza era un tema recurrente de las historias de la época, no había derecho a arrastrar de tal manera la única figura paternal que valía la pena.
El callejón de los milagros (Don Ru).- el padre tirano reprimido
Nada nos sorprendió cuando allá por aquel lejano 1995 este drama procedente del Cairo y adaptado a la capirucha mexa por la brillante pluma de Vicente Leñero, nos presentó a Don Ru (Ernesto Gómez Cruz), un macho cabrón, tirano, borracho, golpeador y bragado que lo mismo gustaba partirle su madre a su mujer que a su hijo, jugar dominó con los cuates que echarle flores a las damiselas, pero eso sí, para lo que no estábamos preparados, era para enfrentarnos a una figura paternal que en el vapor de los saunas disfrutaba echarse a chavitos mientras les tallaba la espalda con harto jabón. ¿Ironía? Fíjese que no tanta. Y es que a más de uno le patinó la cabeza al pensar que ese macho con el que creció en casa, pudiera salir con que… ¡Ah, cabrón! ¿Y si mi papá es…? ¿Se atrevió a decirlo o le dio miedo? ¿Verdad que es una joya?
El castillo de la pureza.- el padre semidios
La aterradora historia de un hombre que decidió encerrar a su esposa e hijos en su propia casa y no exponerlos al mundo exterior, parece ser una narración sacada de una mente con mucha imaginación, pero esto fue real. Tanto, que tras darse a conocer en la década de los 50 del pasado siglo, la pantalla grande llevó a las butacas a propios y extraños la historia de un padre con un perfecto desequilibrio mental, un hombre que se creyó con el derecho de educar, supervisar y fungir como dios justiciero y verdugo de las acciones de sus propios chamacos. El gran Claudio Brook, quien interpreta a este monstruo y quien previamente había hecho ni más ni menos que al gran “Simón del desierto” confesó en más de una ocasión que el papel de Gabriel Lima, lo marcó y trastocó para toda su carrera profesional. Y créame, no es para menos. Aquí lo inimaginable se hizo real y no es poca cosa.
No desearás la mujer de tu hijo.- El padre que quiso ser amigo y murió en el intento
Cruz Treviño Martínez de la Garza (un fantástico Fernando Soler) es el padre más tirano e hijo de puta que en su infinito machismo, se ve incapaz de aceptar su edad, sus yerros y su sino. Haciendo infeliz a su hijo Silvano (un enorme Pedro Infante), sobajándolo e imponiendo la ley de sus huevos desde “La oveja negra” cinta predecesora en donde por tantos disgustos, la pobre Bibianita, mártir y santa madre de este personaje, muere de pena a causa de las infidelidades y las constantes broncas en las que se mete su amado esposo.. Empeñar su patrimonio en el juego y el trago, matar al caballo más chulo de México, no lograr ser amigo de su único hijo y encima, enamorarse de la mujer que éste quería, colocan a Cruz Treviño, como uno de los padres más asquerosos y recordados del celuloide nacional.
Gutierritos.- el padre sin autoridad
Precediendo a la infeliz figura del “Godín” existió un tal Gutiérrez, Gutierritos, un hombre que representa en todos los dramas habidos y por haber de nuestro cine, la antítesis de un padre. Un pobre diablo ninguneado por su mujer, hijos y patrón. La figura atípica de este macho resquebrajado llegó a provocar tanta sensibilidad luego del estreno de su historia en el cine, que se aprovechó el jalón del éxito para crear la telenovela, un drama que si bien no fue el primero en la pantalla chica, sí se convirtió en el precursor del éxito del culebrón.
Curioso pensar que después de tantos y tantos refritos que hemos visto de las historias escritas que paralizaron la vida de nuestro país, ésta, jamás ha logrado llamar la atención de las nuevas generaciones de dramaturgos. ¿Casualidad? Piénselo y cuénteme su opinión.