A Big Bold Beautiful Journey: Una puerta hacía un insípido amor

Tras irrumpir en el Festival de Cannes con “After Yang” (la cual pasó sin pena ni gloria), el surcoreano Kogonada regresa con una propuesta llamativa en teoría, pero al igual que su primer intento, es otro ejemplo de estilo sobre sustancia. El resultado es que “A Big Bold Beautiful Journey”, que por más que tenga buenas intenciones y rinda homenaje a sus múltiples inspiraciones, parece más enfocada en el apartado técnico que en desarrollar un romance que queda a deber.

A primera vista, A Big Bold Beautiful Journey suena a uno de esos romances modernos en torno a juntar a una pareja de extraños que, por casualidades de la vida, irán mejorando sus encuentros hasta que finalmente se vuelvan pareja. Establece el planteamiento y su funcionamiento desde el inicio, pero Kogonada no se conforma con esto y va convirtiendo la trama en una mezcolanza de otras películas (“Eternal Sunshine of the Spotless Mind”, “A Life Less Ordinary”, “La La Land”, “About Time”, “Les parapluies de Cherbourg”) con elementos del anime (principalmente de Makoto Shinkai) y literatura oriental (“Antes de que se enfríe el café” de Toshikazu Kawaguchi). No obstante, pronto se sabe cuál será el camino a seguir y la historia se torna demasiado lenta

Luego del primer encuentro, es fácil adivinar el camino que tomará A Big Bold Beautiful Journey: el viaje en carretera en un auto conducido por un homenaje a HAL 9000 (al que por cierto, nunca cuestionan sus acciones, y teniendo varias oportunidades para fugarse del experimento, deciden no hacerlo), el encuentro con la puerta en turno, la exploración hacia el pasado, intentar evitar el problema para al final rendirse y comprender las decisiones que los llevaron hasta este punto, hablar de sus sentimientos y repetir el proceso. La repetitiva y predecible estructura narrativa la vuelve monótona rápidamente, de modo que su mensaje de enamoramiento casual no causa efecto porque nunca profundiza en el aspecto emocional y la magia se diluye conforme avanza la trama.

En cuestión de minutos, A Big Bold Beautiful Journey se convierte en un manual de autoayuda sobre la estabilidad emocional, lo cual no estaría mal si los personajes estuvieran mejor construidos. A nivel técnico resalta en especial la fotografía con una paleta de colores atractiva y reconfortante; el vestuario y la escenografía están bien cuidados y la música funciona dentro de lo que cabe. Visualmente impactante, pero es inevitable percibirla vacía.

Su punto fuerte reside en la buena actuación de Colin Farrell, quien una vez más demuestra madurez y en la transmisión de cada sentimiento y emoción a través de nada más que sus ojos y cejas, gracias al contexto de sus heridas del pasado y su timidez causada por el continuo rechazo. De hecho, los mejores momentos vienen de él y se sienten tan naturales porque ha encontrado en Kogonada a un director con el que se siente cómodo trabajando. En cambio, la actuación de Margot Robbie es más una repetición de su Barbie, pero en modo depresión con algunos toques de Nellie LaRoy, lo que lleva a una resolución emocional incipiente y forzada (y tomando en cuenta que A Big Bold Beautiful Journey está estrenando sin publicidad, todo indica que fuera de la muñeca de Mattel, la actriz sigue siendo veneno para la taquilla). En cuanto al resto del reparto… por favor, alguien dígale a Phoebe Waller-Bridge que ya no actúe.

Muchos sentimientos encontrados con esta carnada de Oscar que termina pareciéndose a una sesión de terapia familiar y amorosa. Una historia que pierde el interés con facilidad y que, aunque tiene sus instantes emotivos, su torpe ejecución la convierten en un producto más del montón. Es más, esto nos hace preguntar: ¿por qué los romances actuales ya no emocionan? No sólo es que ya ni hay besos o abrazos, sino que son sumamente insípidos. A Big Bold Beautiful Journey es todo menos lo atrevida que presume

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Acerca del autor

Uriel Salvador     twitter.com/UrielSalvadorGS

Escritor, analista, crítico, gamer, investigador, actor (especializado en doblaje), fotógrafo. Pero ante todo, soy un amante del cine.


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