A House of Dynamite: Un Rashomon a punto de explotar

El regreso de Kathryn Bigelow no decepciona, y con el mismo argumento con el que Kubrick realizara aquella joya Dr. Strangelove, y Sidney Lumet la otrora Fail Safe, A House of Dynamite se posiciona un escalón fílmico abajo dentro uno de los miedos más atemporales y latentes del ser humano en todas sus esferas políticas y sociales: una guerra nuclear.

Al usar un perfectamente estructurado efecto “Rashomon”, con tres bloques definidos que van escalando en el esquema del poder de los Estados Unidos, A House of Dynamite encontrará tanto su distintivo como sus ligeros fallos en dicho estilo narrativo (y que la hacen obtener el bronce dentro de esta similitud argumental), pues al explorar distintas perspectivas sobre el mismo hecho, decide encausar toda su tensión hacía una solo decisión centrada en un solo personaje, dejando que los actos de las demás fichas o inmiscuidos se diluyan frente a un trágico e inminente destino. Esto si bien mantiene la tensión a tope, también causa que poco o nada importe la intervención de los demás ángulos, desembocando hacía un tercer acto que bien podría decepcionar a la audiencia debido a su ambigüedad, riesgo que corre la propia Bigelow para poder desprenderse de las otras ya conocidas películas.

En otras palabras, sabiendo ella misma que su nivel narrativo y argumento “repetido” están por debajo del de Kubrick o Lumet, Bigelow toma una correcta decisión, una tan arriesgada y analítica como la descrita en pantalla, y que hace que A House of Dynamite pueda sobrevivir con un cierto toque de originalidad

La situación en A House of Dynamite, que se resume en 30 minutos, desde el lanzamiento hasta los segundos previos al choque contra cierta ciudad americana, deja de lado el trasfondo de los personajes para adentrarse en el terror emocional que no solo causará el impacto, sino las consecuencias de este a nivel familiar, social, relacional (en lo que respecta a lo internacional), y finalmente en lo político dentro de la decisión final del presidente.

Como todo en su filmografía, los personajes de Bigelow trabajan hacía con el hecho y no viceversa, desarrollándolos desde los últimos momentos del hasta ahora orden mundial conocido en un hecho sin precedente y que cambiará sus vidas en todo nivel. Mientras el primer acto abarca la primera línea de combate, entre los marines y analistas del pentágono, el segundo episodio escalará hacía aquellos generales y/o supervisores de la situación, también encargados de sopesar las causas y consecuencia para finalmente “aconsejar” al poder más grande y decisor final: el presidente, que en su tercer y más corto acto resume la dualidad y el lado humano de la situación, evaluando todas las aristas consecuentes de la “acción” por la que Bigelow siempre espera, así como su audiencia.

Sin nunca ofender al espectador, la cinta puede tornarse para algunos “demasiado americana”, sin embargo, A House of Dynamite tiene la última palabra en su primer y principal cuestionamiento: ¿Tu como actuarías ante el fin del mundo como lo conoces? Donde una actitud bélica es tan válida como una humanitaria ¿cuál será la solución? ¿La retribución o el poner la otra mejilla? ¿La impulsividad o el análisis crítico de la situación? Bigelow nunca explica las causas del lanzamiento, pero tampoco mostrará los resultados, sino solamente el manifiesto emocional y psicológico en un suspenso que nace de las miradas, los diálogos y los momentos más frágiles, débiles y dudosos del ser humano, no importa si este es un analista o un presidente.

Las actuaciones y su trepidante montaje (sello de la casa) son igual de precisos y como en toda película de Bigelow, van de la mano, y tal vez en este efecto “Rashomon” con un mayor ahínco. Al repetirse el hecho, las comunicaciones y hasta diálogos, A House of Dynamite se vale de su misma dirección y de las distintas perspectivas emocionales de sus personajes para poder distinguir sus tres episodios, inyectándolos del mismo nivel de intensidad, pero también de diferentes personalidades que llevan a cabo una introspección más compleja frente al apocalipsis por venir. En este caso sobresalen Jared Harris, Idris Elba, Rebecca Ferguson y Gabriel Basso, que proveen acciones y fragilidades distintas y dispares que incluso afectarán la “decisión” final.

Quizá no haya otra mujer cineasta que entienda tanto el trágico como el apremiante sentido de la guerra como Bigelow, explorando la psicología de sus personajes desde un momento u objetivo; desactivando una bomba, persiguiendo a Bin Laden o hasta sobreviviendo a cada momento como un infiltrado dentro de una loca comuna de criminales que practican el surf, A House of Dynamite como toda su filmografía, esta trazada de secuencias que, a pesar de funcionar como independientes y bajo el suspenso de ese mismo momento, son parte de un engranaje que nos llevará al propósito final de su narrativa, que aquí se traduce en una propositiva ambiguedad, duda y/o libre albeldrío

Repleta de tensión, el miedo creciente de una crisis nuclear logra su tercera mejor visión en el cine, y Bigelow se consolida quizá como una de las mejores directoras en la historia con A House of Dynamite, la cual desgraciadamente quedará aplanada por su estreno en Netflix y siendo desde ahora una de las más infravaloradas de su filmografía y de un año en cuestión que, aunque tarde, comienza a mejorar

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Acerca del autor

El Fett   @El_Fett   cinescopia.com

El más realista y cabrón crítico de cine que pueda existir. Ente sin misericordia que tiene el halago de transmitir a los mortales su sentir y sabiduría en el mejor recinto sobre el séptimo arte. Cinéfilo de corazón y crítico crudo por vocación. Alter ego del Licenciado en mercadotecnia y RRPP Oscar M Rodríguez (FB) Sigueme en twitter @El_Fett


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