Adiós Alma Muriel…
Han sido muchas las personalidades del cine, la televisión y el teatro que han fallecido en días recientes, pero pocas tan destacadas como Alma Muriel. Hay dos hechos que me llevan a escribir sobre ella, dos hechos y una infamia. Alma Muriel fue una actriz de carácter a pesar de que en la memoria colectiva únicamente destaque su intervención en telenovelas y con ello, el desprestigio de un público increíblemente culto. Pocos parecen recordar que la actriz mexicana participó en más de 30 producciones filmográficas nacionales y si bien durante la crisis de producción nacional se vio forzada a aceptar incluso trabajar en “La Papa Sin Catsup” estelarizada por Gloria Trevi, es toral recordar que hizo películas de gran importancia para el cine mexicano como Mecánica Nacional, El Valle de los Miserables y ¿Por Qué Nací Mujer?.
Pero sin duda en este rubro sus películas más significativas sean Retrato de una Mujer Casada (1982) y Amor Libre (1979). Ambas producciones importantes por dos motivos: el discurso de amor libre es una comedia ligera que plasma el anhelo de libertad que se vivía por lo menos en la capital de México y, sobre todo, el efecto de una tardía pero inminente liberación femenina que ya se palpaba en las zonas clasemedieras de la ciudad y que era irrefrenable. Por otra parte Retrato de una Mujer Casada es una película que denuncia el abuso contra la mujer y el complejo entorno en que éste gesta y desarrolla. Quizá el logro más significativo de estas cintas sea que fueron de las últimas producciones que dieron batalla para evitar el inicio del largo letargo en que se sumiría el cine mexicano por más de una década.
Entonces el refugio de Alma Muriel, como de otros actores de la época, fue el teatro. Desde puestas como 40 Kilates y Ocho Mujeres hasta lo que sería su consagración con Falsa Crónica de Juana la Loca que se mantuvo en el escenario durante más de 700 representaciones y un sinnúmero de premios, llenos totales durante años y ovaciones de pie. Aún recuerdo los anuncios televisivos que daban un soplo de vida a una época donde la cultura popular se consideró casi muerta y accesible únicamente de manera subterránea; cuando el ir al teatro era cosa de “gente culta” y leer era “sólo para intelectuales”.
Fue durante ésa época que doña Alma mostró lo que era ser actriz por vocación.
Vivimos en un mundo de memoria corta y conciencia escasa que tiende a generalizar todo y que cree que en 2 minutos puede (y tiene derecho a) adjetivar, banalizar y comprender la complejidad del ser humano. Como he dicho: los efectos especiales son sinónimo de “buena película” y somos payasos los que vamos a pensar al cine, porque los superficiales están convencidos que al cine “se va a uno a divertir, no a pensar”, ahora se utilizan los términos comedia del arte, método, profundidad, rima y métrica como adornos de ocasión para presumir con amigos, ya no como herramientas para disfrutar una buena actuación. La risa se ha hecho fácil y cualquier mico con micrófono es aplaudido hasta el cansancio, la vulgarización de la lengua ha sido tal que el hablar correctamente ya no sólo “no está de moda” si no que resulta una ofensa.
Hace cuatro años Alma Muriel concedió una entrevista para el programa La Taquilla para promover la última producción teatral en que participó como directora, La Tiendita de los Horrores. Durante esta entrevista el titular del programa, René Franco, literalmente embistió verbalmente a la actriz por defender a su amigo personal Alejandro Gou argumentando que Muriel estaba violando la ley porque los derechos le pertenecían a Gou. Franco no sólo olvidó lo que es ser profesional, ya no periodista, sino con quién estaba tratando. Franco olvidó la diferencia entre ser exitoso y ser famoso, pero desgraciadamente la línea que divide estos conceptos ya está muy desgastada como para respetar a quien merece respeto… y memoria.
A Alma Muriel no sólo le faltaron al respeto ése día, el recuerdo es también una forma de honrar a quien nos ha brindado diversión de calidad. Y es que, aunque actualmente las estrellas de cine sean imágenes programadas por computadora y seres humanos que no hacen más que gesticular para ganarse estatuillas doradas -y que se les alabe por ello, comprensible en este mundo sin sentido- este domingo la extraordinaria actriz realizó su acto final con dignidad y desaparece discreta, fuera del morbo público, sin enseñar las tetas -que es lo que no sólo vende, divierte y hasta es motivo de discusiones babeantes- y sin saber que para el mexicano promedio ella sólo fue una actriz de telenovela. Afortunada. Hasta pronto Alma, querida Muriel.
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