Adolfo y su paso por el Cine
Hablar de “Adolfito” siempre será complicado por las cuestiones históricas, políticas y hasta religiosas que implican su imagen. Mientras los católico-cristianos lo consideran el segundo anticristo por llevar al mundo al conflicto bélico más grande de todos los tiempos, los judíos lo ven como el mismo Satanás por las víctimas causadas por el Holocausto, y los alemanes lo recuerdan como una herida permanentemente abierta en su alma colectiva por la que siempre buscarán el perdón y reparar el daño, los expertos en su biografía han inquirido en un perfil psicológico fascinante y que plantea muchas curiosas reflexiones sobre la vida: un niño muy apegado a su madre, un buen estudiante que reprobaba en la escuela a propósito como acto de rebeldía contra su padre (porque quería que fuera funcionario), un arquitecto y pintor frustrado, un soldado peligrosamente psicótico, un megalómano sediento de odio, un político con un discurso hipnótico y un carisma inigualable. En otras palabras, un hombre que eligió ser el malo porque no encontró la manera de ser feliz.
Por supuesto, una figura tan polémica y compleja como la suya no podía pasar desapercibida en el cine. Varios directores han hecho su propia versión de este hombre con variables perspectivas y resultados, pero la imagen que suele verse casi siempre está limitada a 2 versiones (con justas razones): un ególatra cruel con delirios de grandeza que impone sus propias reglas o un payaso en modo de parodia burlona a ese carácter tan volátil que siempre lo distinguió. Pero otros supieron salirse del molde para integrarlo o retratarlo de forma más distintiva, dando como resultado algunas de las mejores caracterizaciones de este hombre. Es por eso que, en esta ocasión, vamos a repasar algunas de las apariciones más memorables de uno de los mayores villanos de la historia humana.
Las animadas: Der Fuehrer’s Face (1943) y Daffy The Commander (1943)
Lo único en lo que Disney y Warner estuvieron de acuerdo fue en la producción de varios cortos durante la guerra, donde sus emblemáticos personajes se burlaban del Eje en cuánta oportunidad tuvieran. Por un lado, el Pato Donald retrata las precarias situaciones de trabajo de las tropas nazis y la ridiculización a las constantes alabanzas hacia el líder. Por otro lado, el Pato Lucas se infiltra en el territorio alemán, y mediante su alocada personalidad, saca de quicio a los altos mandos al no poder eliminarlo, rematando con un acto que todos quisieran hacer. ¿Son propaganda? Sí, pero muy divertidas y que mantienen su vigencia.
El clásico: Bobby Watson (varias producciones, 1942-1962)
La caracterización oficial más vieja del dictador posterior a la Segunda Guerra Mundial vino en parte de un actor de teatro que basó gran parte de su trayectoria en comedias mudas a mediados de la década de 1920. Con la llegada del cine sonoro, su carrera cinematográfica cayó en declive cuando, con el maquillaje y el uniforme adecuados, se dieron cuenta de su asombroso parecido con el dictador, revitalizando el paso a una nueva etapa con un aire fresco y una perspectiva completamente nueva.
El desconocido: Anthony Hopkins (The Bunker, 1981)
Una de las actuaciones menos conocidas de Anthony Hopkins yace en una película también olvidada por el tiempo. George Schaefer se encarga de recrear los últimos días del Führer a través de los ojos de Albert Speer, con resultados medianamente buenos para la época, en especial en la calidad del sonido. En cuanto a Hopkins, su lenguaje corporal y manierismos son absolutamente acertados, sobre todo la furia y los gestos con las manos. Recomendable para comparar y contrastar todas estas producciones diferentes que representan el mismo conjunto de eventos, ya que puede resultar en un ejercicio interesante.
El satánico: Robert Carlyle (Hitler: The Rise of Evil, 2003)
3 horas que abarcan la vida de “Adolfito”, desde su infancia hasta su muerte, pasando por su estancia carcelaria y el posterior ascenso al poder. Carlyle sostiene toda la historia y hace un gran trabajo en capturar muchas de las gesticulaciones del Führer, sobre todo en los movimientos que hace en los discursos. Junto a la aparición de Peter O’Toole como Paul von Hindenburg, son lo mejor de lo que puede considerarse una telenovela alargada y plana, pero que sobrevive por la curiosidad morbosa que implica ver esta versión.
La caricatura: Martin Wuttke (Inglorious Basterds, 2009)
Hay que admitir que esta versión no ha envejecido bien, al punto de ya ser superada por otras encarnaciones similares. Es cierto que Tarantino cumple su cometido en retratar a “Adolfito” como un niño malcriado con severos problemas de control de la ira y que no acepta una negativa como respuesta, pero entre el exagerado tono general de la cinta, la dirección y el guion, esta versión es tan excesiva que causa que otras en la misma rama parezcan serias en comparación. Aun así, vale la pena ser mencionada como referente por ser parte del bello final que tiene esta obra: el fin de la Segunda Guerra Mundial por la intervención del cine.
El infante: Deadpool 2 (2018)
Una prueba de lo divertida que es esta comedia romántica yace en su escena post-créditos, porque no sólo es hilarante, sino que juega con las repercusiones del espacio-tiempo y cómo, por más tentador que fuera hacer el acto de matarlo en su estado más vulnerable, es importante tomar al dictador como un mal necesario para el progreso humano (¿cómo hubieran sido las cosas si Deadpool hubiera traído a Magneto con él?). Por mucho, el mejor momento junto al breve encuentro entre Deadpool y Wolverine. Finalmente, todos querremos ver la reacción de este niño cuando crezca y se dé cuenta de que fue elegido como el bebé Hitler en una película de Marvel a punto de morir en manos de Deadpool.
La parodia: Taika Waititi (Jojo Rabbit, 2019)
El lavado de cerebro que significó su figura en la juventud alemana es uno de los varios aspectos que cubre esta fábula infantil. Además, el director se avienta la interpretación de una versión infantilizada del dictador muy apropiada que funciona por el contexto psicológico en el que se ubica. A la larga queda claro que Waititi no sabe cómo sacarle todo el provecho (dado a que va perdiendo tiempo en pantalla conforme avanza la historia), pero es una de las versiones más hilarantes del Führer, que dentro de su humor, también retrata la brutalidad de los Aliados y el arrepentimiento del pueblo alemán, que sólo apoyó al líder por amor a la patria.
El carismático: Michael Sheard (Indiana Jones and the Last Crusade, 1989)
Seamos honestos: si cualquiera de nosotros tuviera una máquina del tiempo, seguramente haríamos lo mismo que Indiana Jones en la tercera entrega de esta querida saga. Un encuentro accidental que no deja de lado el factor burlesco, sólo que llevado en una dirección diferente y sin perder la firmeza de carácter ante las circunstancias. La mera presencia de “Adolfito” provee intimidación, respeto e incluso un poco de gracia muy acorde al espíritu aventurero del arqueólogo, probando que incluso en los momentos más oscuros y frente a las figuras más atemorizantes, también se puede encontrar la gracia.
El incómodo: Oliver Masucci (Look Who’s Back, 2015)
“Adolfito” en la era moderna es un concepto difícil tanto de ejecutar correctamente como de aceptar, pero el carisma propio del dictador tiende una trampa que usa la modernidad para adaptarse a su entorno y reconquistar el mundo, pero como el público no se lo toma en serio, nadie da cuenta del peligro de este experimento social: la gente aún está dispuesta a seguir a líderes falsos con tal de que ellos resuelvan sus problemas, y cuando los descubran, ya es demasiado tarde. Lo peor es que el hecho de que tenga razón sobre muchas cosas actuales es tan admirable como aterrador.
El culpable: Come and See (1985)
Una cátedra de edición que prueba por qué la obra cumbre del cine bélico tiene bien ganado su lugar entre las mejores de la historia. Luego de presenciar y sufrir en carne propia todo lo vivido en el viaje, Flyora encuentra un cuadro con la figura del dictador tirado en el agua y no duda en dispararle. Y es aquí cuando Klimov demuestra su maestría al ir retrocediendo en el tiempo con cada disparo, hasta llegar al momento donde empezó todo. Flyora comprende que el hombre al que culpa de arruinar su vida no siempre fue malvado, lo que también permite sanar su alma y conservar la poca inocencia y cordura que le queda.
El humano: Bruno Ganz (La Caída, 2004)
Lo hecho por Hirschbiegel es digno de admiración porque hizo lo que casi nadie se atrevió (ni atreverá) a hacer. Lejos de mostrar al Führer como la versión cruel o paródica que solemos asociarlo, se presenta como alguien emocional y comprensivo: alguien que acaricia a su perro, que juega con los niños de Goebbels, que es un amable caballero con las mujeres y que disfruta un plato de espagueti antes de su inevitable fin. Ganz se ve muy viejo para interpretarlo, pero capta la intensidad y calma del dictador a partes iguales. Todavía polémica para gran parte del público que se resiste a ver a este hombre sin blancos que contrasten sus negros, es inevitable que la humanización de esta figura ya tiene su lugar ganado en la historia del cine.
El eterno: Charles Chaplin (The Great Dictator, 1940)
Burlarse del megalómano y sus aliados en plena guerra, señalar que lo que dice son verborreas y lo fácil que es rendirse ante su aparente poder, sólo una muestra del talento de la mítica leyenda. Una burla a la inconformidad y los horrores del régimen fascista, de querer jugar con el mundo hasta eventualmente destruirlo. Chaplin no será inmortal por sus películas, sino por el atemporal discurso que incluyó como cierre de esta cinta, considerado como el mejor y más inspirador no del cine, sino de la historia humana, uno que sólo podía venir del alma y el corazón de un artista verdadero.