Anora: Yo te saco de trabajar mija

Operando desde la marginación social, Sean Baker se ha convertido en el patrono fílmico de las trabajadoras sexuales y de los inmigrantes, un cineasta “indie” que, con su particular perspectiva tragicómica, ha sabido explorar no solo las problemáticas sociales, sino las emociones de cierto grupo de individuos que para bien o mal, siguen siendo un misterio en los bajos fondos citadinos debido al hermetismo o a la doble identidad que en la mayoría de los casos se vuelve en un requisito para su profesión: El sexo, uno de los principales y más antiguos placeres en convertirse en negocio, que será también un tema ampliamente desarrollado por el cineasta, y que ahora con Anora, ha sabido expandirse a una audiencia mediática.

Al parecer es algo “normal” aquella típica frase en la que, bajo la influencia del alcohol, el placer y/o el dinero, el macho que asiste a un “bule”, “table dance”, “stripper club” idealice una de sus fantasías más mojadas: sacar de trabajar a la “puta” y convertirla en su esposa. Aunque pocos son los casos que se llegan a materializar (con Dios de testigo que yo presencie uno muy cercano), esta será la convencional premisa con la que Baker relatará los eventos de “Anora”, algo típico en su obra (partir de eventos cotidianos dentro de dicho entorno social), pero que aquí llevará hacía una ficción muy entretenida y frenética cuando la situación que detone todo el conflicto contenga al hijo de un oligarca ruso y los maleantes en turno que deben controlar los impulsos del mocoso caliente e irresponsable.

Tangarine, The Florida Project, Red Rocket y ahora Anora comparten la misma estructura narrativa en la que Baker reduce su introducción y mitad de metraje a presentar a los personajes, el entorno y la cotidianidad en la que se desenvuelven. Esto es esencial, pues la marginación y/o el privilegio que se construyen no suele ser algo “familiar”, por lo que Baker no solo va llevando a la audiencia a una atmosfera contraria a su estatus social, sino también creando esa empatía sensibilizadora en la que nos inmiscuyamos con el día a día de los personajes, su lenguaje y rutina.

La maduración narrativa de Baker es evidente, pues al construir estas dos realidades que se combinan en un detonante de excesos, Anora se convierte en una especie de cuento romántico y/o de hadas surreal donde la falsedad y la artificialidad de sus inmiscuidos parece tener las mejores intensiones para procrear “amor”, sin embargo, y si alguien se encuentra acostumbrado a la obra de Baker, se sabe que esta “idealización” no durará (y esto no será la excepción).

Anora pasa de ser un drama romántico con mucho sexo y ligeros toques de comedia, a ser una comedia negra con nada de sexo y ligeros toques de drama. Predecible y lógicamente (por la propia naturaleza de la pareja protagonista), no solo cambia de tono, sino también de la empatía a la compasión cuando incluso ciertos toques gansteriles trastoquen el “idílico” mundo de Anora y lo transformen en un batidillo de frenético, hilarante y hermoso caos. Incluso el acento de la “mafia” rusa, los constantes insultos y las situaciones cuasi surreales que se desarrollarán serán elementos que ensalcen una comedia tan tensa como natural, en lo que a partir de ahora será una cacería citadina – nocturna para que la recién casada pareja se divorcie de manera legal antes de que los papás oligarcas lleguen a jalarle las orejas al odioso escuincle hijo de puta.

Los excesos están a la orden del día, sin embargo, esto no significa que Anora se convierta en un relato sin control. Sean Baker de a poco y a través de la inclusión de los tres torpes cazadores (que recuerdan mucho a los 3 Chiflados), va trasladando la conexión de las palabras a las miradas, la de la desesperanza, la decepción y el vacío por parte de Anora, y la de la comprensión y la compasión por parte de uno de sus captores, los dos entes errantes y marginados predilectos de Baker y de donde al final emanará el sentido de pertenencia que tanto le gusta desarrollar.

Así mismo, la crítica hacía la distinción de clases sociales nunca había sido tan evidente en la obra de Baker, pues en Anora estos extremos (los magnates rusos por un lado, y las marginadas inmigrantes sexo servidoras por el otro), crean un choque que justifica tanto el exceso, como equilibra el sentido dramático hacía el final, en una escena profunda y emocional en donde dentro de un auto Baker por fin da permiso a su protagonista para que por medio de lágrimas y la única arma que conoce y en sus manos para demostrar amor (el sexo), pueda desahogarse, invitando también al espectador a hacerlo con ella.

En cuestión de las actuaciones, Mikey Madison se encuentra sobresaliente como Anora, en un registro neorrealista en donde prácticamente nos introducimos al mundo de las sexoservidoras. Por su parte, hay que destacar la labor de Yura Borisov, joven y emergente actor internacional que ya lleva tres actuaciones fastuosas en muy poco tiempo, pues anteriormente ya habíamos visto su potencial en “Compartimento No.6” y la mágica “La fuga del capitán Volkonogov”.

Sin ser lo mejor de Baker (esa sigue siendo Tangerine), Anora es otra divertida, frenética, pero sobre todo original aproximación a un estrato social que ha encontrado su cobijo fílmico en manos del cineasta “indie”. Tendrá algunas fallas de repetición y diálogos, junto a algunos excesos que son más caprichos que elementos necesarios, pero nada que una hábil dirección, encantadoras actuaciones y un formidable montaje no puedan maquillar. Tampoco sin ser un gran año para el cine (como lo fue el 2023), Anora logra posicionarse como una de las mejores cintas del 2024.

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Acerca del autor

El Fett   @El_Fett   cinescopia.com

El más realista y cabrón crítico de cine que pueda existir. Ente sin misericordia que tiene el halago de transmitir a los mortales su sentir y sabiduría en el mejor recinto sobre el séptimo arte. Cinéfilo de corazón y crítico crudo por vocación. Alter ego del Licenciado en mercadotecnia y RRPP Oscar M Rodríguez (FB) Sigueme en twitter @El_Fett


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