Autos Mota y Rocanrol: Bienvenidos al Woodstock mexicano
A ver, mis queridos millennials y centennials, mucho antes de que ustedes pudieran disfrutar de sus festivales de música hiper caros, con bebidas y alimentos que te los cobran al triple, con una montaña de patrocinadores en cada stand, con baños portátiles y gel anti bacterial, todo este rollo en México empezó en 1971 cuando, en el intento de revivir la carrera de automóviles de Avándaro con tal de atraer patrocinadores, lo que pasaría a ser un festival de música de 12 bandas de rock combinado con un rally, accidentalmente se volvió el precursor en México y LATAM de este tipo de espectáculos sonoros. No había ni baños, ni seguridad, ni siquiera logística, pero lo que se hizo fue historia, pues básicamente, de no ser por el Festival de Avándaro, no existiría ni un Vive Latino, Corona Capital, Pal Norte, Rock al Parque, ni Lollapalooza ni Coachella hubieran tenido ediciones en Latinoamérica, y ni siquiera los famosos raves hubieran existido, pues aquel evento fue el detonante para que, en un futuro, las marcas y empresarios buscaran espacios para atraer al público juvenil con el objetivo de que pudieran escuchar música que era tachada de perjudicial para los sectores más conservadores. Autos Mota y Rocanrol retrata esta historia
Autos Mota y Rocanrol, a manera de un falso documental, retrata la creación de este icónico evento; si bien podría parecer a simple vista una comedia al estilo del “nuevo cine mexicano”, nada más lejos de la realidad.
Mucho del material que se filmó para Avándaro cayó en manos de Telesistema Mexicano (Televisa), razón por la cual los registros de “making of” de la creación del festival han quedado en gran parte perdidos. José Manuel Cravioto, al conocer que parte de la realidad ha sido borrada derivado de las vicisitudes y estigmas de aquella época, utiliza el falso documental y el apoyo del único sobreviviente de la idea general del festival (Justino Compeán), para recrear tan importante suceso. Por fortuna, sus creadores justifican su estilo y producción como una manera de recuperación histórica de este acontecimiento importante dentro de la cultura mexicana.
Lo interesante de Autos Mota y Rocanrol es que sabe perfectamente el terreno donde se encuentra parado y las reglas del mismo; sabe que la recreación de la realidad le permite tener ciertas dosis de humor y que, por el evento que relata, un concierto tan caótico como fue Avándaro, la experiencia fílmica no solamente se limita a explicar su origen, sino que también recrea el relajo y el caos que fue el festival. Así, no solamente el espectador tendrá esta sensación de estar informado de manera dinámica, sino que, a través de la magia del cine, podrá vivir de manera sensorial una parte de este evento de rock. Esta mezcla genera que la cinta no se tome tan en serio y estas libertades produzcan momentos de comedia que terminan por encajar con el estilo que propone sin jamás caer en lo absurdo.
Ese balance entre la seriedad y la dignificación de Avándaro, traslada la recreación con el material de estudio y con una fotografía al estilo de material perdido en las partes de ficción. Un arte que refleja esa intención de reparar esa memoria histórica perdida y dañada por los vestigios de la época y sobre un sistema que tenía un miedo irracional a las ideas de corte alternativo al modelo conservador.
En actuaciones Autos Mota y Rocanrol ha hecho un acierto de casting, donde cada actor encaja perfectamente en su papel. No son espectaculares, pero cumplen, especialmente los roles principales, pues hay que ser honestos: sí le crees tanto a Speitzer como a Zurita que son unos mirreyes wannabes.
Calificación
- Guion: 2.9
- Dirección: 3.3
- Actuaciones: 1.6
- Extras: 0.5
Calificación total: 8.2
La parte negativa de Autos Mota y Rocanrol es no contar lo que ocurrió después de la censura del rock en México por casi más de una década, que se trasladó a los hoyos funky, y no fue sino hasta los ochenta que pudo regresar con el movimiento de “rock en tu idioma”. Quizás sus creadores no quisieron meter un final tan fatalista.
Quizás, a pesar de las cualidades que le da el mockumentary, Autos Mota y Rocanrol tiene bastante personalidad, es amena y, como diría la chaviza, “con mucha onda”, algo difícil de encontrar hoy en día en el cine mexicano entre la marea de comedias estúpidas al estilo Derbez y las cintas con contenido violento que se van a los lugares comunes. Y, por supuesto, para los más clavados en la escena precursora nacional será un deleite ver la cantidad de referencias a los eventos del festival, grupos y artistas de la época (El Tri, Tinta Blanca, Peace and Love)
“Esto sí era música y no tus mamadas del Bad Bunny”.