Azul y no tan rosa… tintes de un culebrón con un toque de reality latino
Mi adorado lector, luego de unos días de merecida vacación, de los estrenos de una cartelera que parece moribunda y alguna que otra barrabasada de nuestro adorado presidente peleando con un ganador de la estatuilla dorada al mejor director por una película en cuyo título lleva la definición de nuestros tiempos, le saludo y doy la bienvenida de nuevo a este pequeño espacio en donde esta minina traviesa trae para usted esas cintas que juguetonamente llegan a mis pupilas para posteriormente, comentarle qué tan bueno puede ser invertir su preciado tiempo en verlas, disfrutarlas o aburrirse tanto que le apetezca más salir a dar un paseo, que con estos calores, créame, a veces es lo mejor que podemos hacer.
Con la fe y la firme convicción de que sea usted el mayor beneficiado y al fin, el que toma las decisiones por encima de esta felina atrevida, lo dejo con la crítica de este martes. A sus pies. ¿Comenzamos?
La relación de una pareja homosexual en una Caracas que parece añeja y mediocre por su incomprendida aceptación a la diversidad sexual, la aparición de compromisos con los que se niega a convivir, un poco de violencia de género con un toque de ese humor tan latino que unas veces da risa y otras asusta; drama al más puro estilo de lo que callamos las mujeres y como guinda de este tremendo pastel, una referencia a ese ser llamado Laura Bozzo. Agítelo todo, mezcle bien los ingredientes tragicómicos que caracterizan los culebrones de la pantalla chica y listo, allí tiene usted Azul y no tan Rosa.
Producción hispano/venezolana del 2012 y ganadora en la pasada entrega de los Premios Goya a la mejor película Iberoamericana, esta ópera prima del director Miguel Ferrari (culpable también del guión) es la viva prueba de que algo grave está sucediendo con esos galardones. Para que me entienda, esta cinta estuvo en cartelera durante 8 meses, sí señor, 8 largos meses en los cines de Venezuela y un éxito avasallador. Algo así como un golpe de suerte al más puro estilo de No se aceptan devoluciones, de quien nuestro querido Fett ya se ha encargado de poner en su lugar y ahora, la crítica europea reafirma lo dicho.
Y es que si bien, las historias que se entremezclan durante los 114 minutos de esta película darían para un sinfín de matices, esa cosa tan nuestra, tan latina, tan así soy y te aguantas, termina imponiéndose por encima del bien del film, que adolece y carece de una solidez que lo haga fuerte ante el ojo crítico a quien entrega blandengues melodramas y actuaciones a un nivel que apenas y pueden alcanzar lo requerido para que usted y yo nos podamos creer lo que vemos, quizá con la honrosa excepción de la actriz Hilda Abrahamz en su papel de Delirio del Rio, una transexual chispeante y vivaracha que logra bordar su papel con el grado que se debe y quien también, llega por momentos a eclipsar a parte del elenco principal.
Ligeramente rescatable, esa premisa que nos lleva a pensar en aquello que nos define desde el momento de nuestra llegada a este mundo, eso que marcará nuestra personalidad, pensamiento y demás elementos sociales que hasta bien alcanzada cierta madurez, podemos asumir o dejar de lado. Ser rosa o azul dependiendo nuestro sexo implica sin duda una enorme patología de la que seguimos padeciendo, aún con todo y lo modernos que nos creemos.
Qué decirle, ¿estamos usted y yo para ver esta cinta? Le diría que mejor ponga uno de aquellos antológicos casos de la vida real o que se embabosara un rato con la telenovela del canal de las estrellas que en estos días, con ese toque kitch y aires de vanguardia, plantea la temática homosexual de formas tan poco atinadas y creíbles que aquello por lo que se insiste en respetar, termina convirtiéndose en una vil payasada.
2/5 mala
1 Comment