Balada de Pájaros Cantores y Serpientes: Los Verdaderos Juegos del Hambre

Ocho años han pasado desde aquel ya lejano 2015, donde fuimos testigos de aquella terrible segunda parte de Sinsajo, una decisión más que errada al partir el último libro en dos películas, tal y como lo hizo Harry Potter y Crepúsculo. Ocho años han pasado en que las adaptaciones de libros de corte young adult reinaban Hollywood y las estanterías de las librerías, pero parece que esos mundos distopicos en los que nuestros personajes favoritos vivían, poco a poco se han convertido en nuestra realidad.

La distopia se ha convertido en nuestro presente, donde niños pueden entrar a sus escuelas a realizar cualquier tipo de barbarie en contra de sus semejantes, y donde las imágenes de la guerra nos llegan día a día, imágenes de hospitales y colegios destruidos donde las principales bajas son los niños, y no es que en aquel lejano 2015 no hayan sucedido semejantes atrocidades, simplemente el mundo se sentía distinto.

Uno podría pensar que en este 2023 una cuarta entrega de “Los Juegos del Hambre” sea algo que no necesitemos, pero Suzanne Collins todavía tenía mucho en mente por escribir, no hacía el futuro de su saga, sino al pasado, pues mientras uno leía cada libro de la trilogía se venían una y mil preguntas acerca del mundo que Collins creaba, siendo una de las grandes interrogantes su principal villano, el presidente Snow.

En los aspectos técnicos, el diseño de producción resalta en comparación con la trilogía anterior. Francis Lawrence nos presenta un Capitolio en posguerra, lejos del glamur, la codicia, y las excentricidades del que vimos anteriormente. Este Capitolio es una ciudad en reconstrucción (quizá imaginando lo que pudo haber sido una especie de Unión Soviética si está no hubiera desaparecido), sin embargo, es mas una ciudad fantasma, y sin decir mucho, el director nos transmite que la población no se ha recuperado del todo de la guerra.

En Balada de Pájaros Cantores y Serpientes la musica es aún más importante que en la trilogía anterior, ya que el personaje de Lucy Gray Baird es la cantante de una banda de música itinerante, y es la música y su voz un peso demasiado importante para el desarrollo de la trama; es a través de las canciones como entendemos mejor al personaje y por lo que ha pasado (tan importante es, que casi uno se pregunta que si Balada de Pájaros Cantores y Serpientes califica como un musical). El score corre de nuevo a manos de James Newton Howard, que retoma algunos temas, pero que imprime un aire sureño cuando la película viaja al distrito 12 hacia el último tramo de la historia.

Contrario a lo que sucedió con Harry Potter (que cambió varias veces de dirección), aquí Francis Lawrence da un giro perfecto a esta cuarta entrega, pues no solo conoce el universo creado por Collins, sino aporta su visión de un Panem en reconstrucción; Balada de Pájaros Cantores y Serpientes inicia en medio de la famosa guerra entre el Capitolio y los distritos, vemos a un niño Coriolanus Snow junto a su prima Tigris (una Hunter Schafer que necesita más tiempo en pantalla)  escapar y esconderse en medio de los escombros que han dejado los bombarderos, para luego enterarse por voz de su abuela que el patriarca de la casa Snow ha perdido la vida en el frente de batalla.

Diez años después, el joven Snow está a punto de graduarse de La Academia y de ganar uno de los premios que la propia academia otorga a uno de los estudiantes con mejores notas. Tom Blyth hace del joven Snow suyo desde el primer minuto en pantalla que aparece, tan blanco como su cabellera, puede apreciarse una figura andrógina y por momentos asexual en escenas de alta tensión, cuando se trata de mostrar a un Snow en estado de manipulación, pero capaz de cambiar su registro cuando tiene cerca al personaje de Rachel Zegler.

Un cambio en las reglas de La Academia hace que los mejores estudiantes que compiten para dicho premio se vuelvan los tutores de los nuevos concursantes de los décimos Juegos del hambre, y es que diez años después de que acabara la guerra, el público ya no ve dichos juegos, el rating ha bajado y como buen reality show, necesitan un gancho fuerte para atraer de nuevo a la audiencia. Aquí es donde la Dra. Volumina Gaul, como la responsable de los juegos entra en escena, una Viola Davis por completo desatada, en una especie de doctora Frankenstein, pero con maquillaje de Drag Queen, una villana con la mente retorcida y que se convertirá en la futura tutora de Snow en la universidad. Viola imprime en su personaje destellos tan retorcidos como caricaturescos que hacen del personaje algo digno de recordar de esta precuela.

Así el decano Casca Highbottom, creador de los Juegos del Hambre (interpretado por un Peter Dinklage muy desperdiciado), asigna a cada estudiante uno de los nuevos tributos de cada uno de los distritos. El tributo del distrito 12 es asignada a Coriolanus, Lucy Gray Baird (y es que después de su paso por West Side Story y antes de que veamos lo que hace con la recién atrasada SnowWhite, Zegler parece la mejor opción para dicho personaje, interpretando a una chica con un extraño acento sureño que se vio obligada a ser la tributo cuando ella no es de aquel distrito y solo una cantante de una banda ambulante de música country.

Lo que más resalta de esta precuela es que son los propios juegos lo que en realidad pasan a segundo plano, un cambio total en la narrativa. La cinta se divide en tres partes, la primera donde conocemos al joven Coriolanus y a Lucy (que a diferencia de Lawrence y Hutcherson en la trilogía anterior, tienen una excelente química); la tensión, el drama y el suspenso de los juegos pasa muy rápido en su segundo acto, para entrar de lleno en el tercero, cambiando el ritmo por completo e incluso pareciendo OTRA película. Quizá en otro caso esto pueda ser malo, pero Francis Lawrence se toma su tiempo para dedicar a cada uno de las tres partes el tiempo suficiente para atraparnos e interesarnos por el destino de su par de protagonistas, pero sobre todo, para entender cómo alguien como Coriolanus puede llegar a convertirse en un tirano psicópata dispuesto a matar quien sea que se cruce por el camino, una caída al “lado oscuro” que si bien se argumenta de manera correcta, le falta más fuerza no solo en lo visual (un efecto de forzar la clasificación de la película a un B15), sino en la estructura paranoica de Snow al saberse posiblemente traicionado.

Con esto, Los Juegos del Hambre: Balada de Pájaros Cantores y Serpientes, se corona como la mejor película dentro de una saga en la que la barra no estaba demasiado alta. Lawrence en su afán de ser fiel por completo al libro se toma demasiado su tiempo, adaptando una historia de más de dos horas y media de duración, en la que solo los fans de dicha saga (ya sea literaria como fílmica) serán los únicos que la amarán por completo. Por los demás, digamos que queda en una muy entretenida pero olvidable aventura distópica

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