Bottoms: Jugando con tijeras
“Shiva Baby” es una de las cintas más elogiadas de los últimos tiempos, pero al mismo tiempo, de las más ignoradas debido a su poca distribución. No obstante, esta pequeña cinta independiente lanzó al estrellato a 2 mujeres que se volverían punto de referencia desde entonces: la directora Emma Seligman y la actriz Rachel Sennott. Ahora, ambas damas han regresado con la comedia “Bottoms”, con la novedad de que la actriz debuta como guionista. Más allá de que demuestran tener un buen sentido del humor, han creado una cinta divertida, desfachatada, y sobre todo salvajemente alocada que, en estos tiempos de corrección política, tanto hace falta.
La mayor comparativa de esta cinta ha sido como “una mezcla de American Pie, Heathers y Fight Club con una perspectiva LGBT”. Y aunque pueden verse los paralelismos con estas cintas, tiene suficiente identidad propia para resaltar por su cuenta. Para empezar, porque el tipo de humor no llega a los niveles vulgares o sexualmente explícitos en los que caen todas las copias de “American Pie”. Más bien, es natural debido al contexto y a la propia personalidad de los personajes, sin mencionar que la mezcla de humor negro y ácido permite que haya suficiente variedad en los chistes para que por lo menos uno haga reír. Y esto viene de la mano con la perspectiva femenina de la cinta, pues cuando una comedia tiene el feminismo como enfoque principal o punto de anclaje para la trama, se corre el riesgo de perder el horizonte, descontrolarse y volver al producto un sermón repleto de chistes tipo “puto patriarcado”. Pero aquí, tanto las actuaciones como la dirección se las ingenian para que gran parte de las bromas funcionen.
La mayoría de las comedias usualmente no priorizan el apartado técnico y lo dejan como un adorno, pues lo importante siempre será la forma en la que los chistes están contados e implementados en las situaciones humorísticas. Pero Seligman se las arregla para prestarle atención, en especial a la fotografía, que a través de tomas amplias y estáticas con algunos planos con cámara en mano, convierte a la escuela en un entorno estéril y duro. Esto, junto a la misma representación demencialmente absurda de la vida adolescente, ayuda a que sea creíble el hecho de que las adolescentes de prepa quieran formar un club de la pelea para defenderse del abuso de los hombres (por más que esto sea una excusa para las protagonistas de querer acción en la cama).
Rachel Sennott se ha confirmado como una de las mejores actrices de su generación (y al mismo tiempo, de las más infravaloradas, considerando su preferencia por proyectos independientes), y junto a Ayo Edebiri, consiguen que PJ y Josie se sientan como verdaderas amigas, una tímida mentirosa compulsiva y una engreída desquiciada sin autocontrol que están juntas porque no saben relacionarse con los demás. Es cierto que se ven muy mayores para interpretar a estudiantes de prepa, pero los matices que manejan las hacen ver reales. Este contraste de personalidades se complementa con la presencia de Ruby Cruz como Hazel, de lejos el personaje más cuerdo de la cinta. Hay que hacer una mención a Marshawn Lynch como su profesor, muy divertido en todas las escenas donde aparece. Nicholas Galitzine hace un buen trabajo como el mariscal de campo principal, pero después de lo hecho por Ryan Gosling en “Barbie”, está muy difícil hacerle competencia a este tipo de roles.
Por otra parte, parece una norma que cualquier copia de “American Pie” la imite en todo, incluyendo su predictibilidad y vicios, y esto también sucede aquí. Una vez iniciado el último tercio, la cinta se rinde ante clichés como el mentiroso atrapado y la pelea entre amigas, todo envuelto en un melancólico montaje al ritmo de Complicated de Avril Lavigne. Es como si Seligman hubiera sucumbido al mismo tono absurdo de la historia y la cierra con una pelea entre porristas y futbolistas que, aunque divertida, también denota que se le fue la mano. No tanto en el hecho de que una adolescente pueda fabricar bombas, que muchas chicas puedan romperle los huesos y sacarle sangre a sujetos que les doblan la altura o que se rompan las leyes de la física, sino en que todas las ex integrantes del club las perdonen con prisa para salvar a alguien a quien querían destruir. No obstante, y como compensación, aquí también la directora muestra lo buena que es manejando drama.
No es tan trasgresora como sugiere su premisa y tampoco es tan buena como “Shiva Baby”, pero consolida a Seligman como una directora que está a muy poco de consolidarse como una de las narradoras más importantes de la generación Z. Llena de deseo sexual, caos, adolescentes insoportables e idiotas, un soundtrack que hace rememorar los viejos tiempos, y sobre todo, chistes muy oscuros que nos recuerdan que la escuela es horrible, pero a la vez es muy divertida, porque refleja a la perfección el mundo actual.