Boyhood: Interesante experimento fílmico de fallidos resultados
Quizá no vuelva a ver en años un ejemplo de sobrevaloración fílmica más notorio y claro que la nueva cinta de Richard Linklater, autor cinematográfico que gusta de la naturalidad en su lenguaje a través de los diálogos y conversaciones extendidas, filosóficas y espirituales, largos planos secuencias que se dan lugar en exteriores y ambientaciones reales y una dirección teatral que incluye una compenetración sobresaliente hacía con sus histriones; tres características que en Boyhood se mantienen, pero a que diferencia de la trilogía Before (Sunset, Sunrise y la brutal Midnight) y la bizarra A Scanner Darkly (Sus cintas más sobresalientes), aquí no son complementarias y lucen totalmente desequilibradas, centrando su atención o su supuesto “logro” en un experimento argumental fallido que da su mayor relevancia a la tercer característica: una innegable dirección de actores y desempeños sobresalientes, claro, con sus obvias excepciones también suscritas al primer y gran ausente de esta fórmula, la cohesión narrativa.
En su primera revisión Linklater podría tomarnos por sorpresa gracias a que es increíble lo que ha manufacturado en contexto: Narrar una ficción durante 13 años tomando a un niño – actor improvisado como vehículo y posicionarlo en situaciones intimas y palpables dignas de la vida de cada uno de nosotros, pero con una clara referencia generacional a los llamados “Z”. Mason va creciendo frente a nuestros ojos desde los 5 hasta los 18 años, topándonos con sus problemas familiares que incluyen separación de figuras paternales, convivencias aisladas en el núcleo familiar, histeria, alcoholismo, bullying, romance, primeras parrandas y vagancias y muchos etcéteras ¿El problema? Que en realidad ninguna se desarrolla y nada cuaja en una retacería que durante 165 minutos llega a cansar.
Sí, es plausible el método, pero los resultados resultan de más rápida caducidad que un paquete grande de Pan Bimbo. O como una medicina sabor frutal, puede que al principio la cucharada sea un regocijo dulce, pero rápidamente todo se transformará en algo agrio y sin esa chispa que pretende ser su justificación.
El exceso de un estilo
Hay que aclarar que no estamos ante un documental, sino ante una ficción con actores maduros y novatos que fueron usados durante 13 años como elementos experimentales para que Linklater desarrollara su libreto y dirección. Si bien el rubro que sugiere el desarrollo de la trama es destacable con respecto a algunos ritmos de sus secuencias y a la comunión con sus actores, es el primer apartado el que carga con el 90% de la culpa de esta explosión autoral malograda cuando el director pretende relatar 13 años de la vida de un escuincle de la manera más irónica posible: poniendo énfasis y lujo de detalles a algunos parajes esenciales de su niñez y juventud, pero nunca abordando una exploración tanto externa como interna de su protagonista, en otra palabras, a Linklater le importa un carajo si estos momentos trascenderán en algún punto futuro, dejándolos abandonados como un anecdotario y sin injerencia en el desarrollo y/o conclusión.
A pesar de todo este abuso de estilo se logra vislumbrar en algunos retazos que Linklater puede llegar a ser un cineasta con las tablas necesarias para llevar a cabo el mejor drama de la historia, dotando a la vida de Mason de un realismo impresionante que alcanza algunos puntos máximos sobre todo hacia la mitad del film, con el problema de una familia postiza y un padrastro o a lo que presta mayor atención el director: la relación hacía con una madre soltera y hacía con un padre con la mayor irresponsabilidad como carisma posibles.
En estos puntos el cineasta presenta algunos otros problemas juveniles y escolares, sin embargo los deja de paso, tendidos incluso a algunos en cuestión de segundos en situaciones que se hubieran antojado como más complejos y con mayores oportunidades y proporciones narrativas. Al final este desequilibrio sucumbirá en una conclusión totalmente abierta (Como la naturaleza de su tono y toda su filmografía), pero sin esa escena cumbre a la que nos tiene acostumbrados; insisto, lo dulce al principio y lo amargo al final.
El clímax del histrión
Ethan Hawke, el actor fetiche del director y socio – compañero en varias producciones y libretos, luce en primera instancia enorme en el rol del padre rebelde pero sin ningún lazo o responsabilidad familiar. La convivencia hacía con el protagonista y la secundaria hermana logra momentos memorables que hacen que el histrión demuestre nuevamente su talento solo a las órdenes de su compadre director. Sin embargo, como la cinta la actuación de Hawke también se viene abajo conforme al progreso y crecimiento de Mason, perdiendo su personaje ese carisma y cayendo en una expiación boba y sin estructuración previa que hacen extrañar incluso la primera hora de la película que ya nunca regresará.
Pero Hawke no es nada esta vez frente a una inmensa Patricia Arquette, actriz que acaba de encontrar el papel de su vida como una madre soltera, independiente, histérica por momentos, co-dependiente por otros, pero siempre con la fuerza de sacar adelante su vida y la de sus hijas. Arquette merece Oscar a mejor actriz de reparto sin duda alguna, en una actuación que créanme, les recordara a muchos a su madre (Sin afán de ofender), con unas tablas tan fenomenales que hasta incomodan por la veracidad y naturalidad vertidas en pantalla.
El problema aquí es el mismo protagonista Ellar Coltrane de ahora 20 años. Como Mason de 5 a 15 años le creemos todo los que nos diga y haga gracias a que Linklater posee esa singularidad de comunión extrema hacia son sus actores, sin embargo la juventud alcanza a Coltrane y todo se viene abajo, denotando la inexperiencia y desbordando una incoherencia en el lapso romántico de su personaje, al cual y sin ofender a la sociedad y bajo la mera crítica cinematográfica, se obvia amanerado y ajeno a la masculinidad que pretende y sugiere el relato.
De los otros personajes secundarios y terciarios, destacar al actor Marco Perella como el padrastro y a la hermana hecha a un lado durante toda la historia (He aquí un elemento muy desequilibrado y desaprovechado) Lorelei Linklater, la cual cumple en sus pocas escenas.
¿Hay que verla?
Como experimento vale la pena. La generación Z podría sentirse muy identificada y crear una gran empatía hacía con ella. Las actuaciones sobre todo en la primera mitad del film son exquisitas (Arquette durante todo el metraje), su drama e impresión de realismo destacable, pero hasta Linklater sabría que ser premiado por su obra más presuntuosa y sin ninguna cohesión narrativa solo lo lastimaría, lo cual nos lleva a la injusta pero necesaria pregunta ¿Podrá este inflado film superar en premios a la trilogía Before? Esperemos que no sea así pues solo pensarlo resulta grosero.
Su revisión por la crítica estadounidense es totalmente sobrevalorada incluso poniéndola como una recia contendiente a los Oscar a las principales categorías, sin embargo a Boyhood le falta mucho para sencillamente ser recordable.
2 Comments
Comparto totalmente su opinión, me resulta increíble la reacción que algunos están teniendo con esta cinta, mas allá de su peculiar producción de Patricia Arquette no hay nada, absolutamente nada y a Linklater le toma tres horas para mostrarnos eso.
Para mi fue una de las mayores decepciones de este año y hasta cierta manera me molestan todas las alabanzas que se le están dando.
Asi es estimado, la propuesta es innegablemente interesante y agregaria junto a Arquette en un muy muy muy segundo lugar a Ethan Hawke, pero de ahi en mas Boyhood no va a ningun carajo, una de las peliculas mas sobrevaloradas dela historia y el Oscar deberia saberlo antes de amenazar con sus nominaciones
Saudos estimado y gracias por su opinión