Cannes 2018: El cine por fin se impone a las modas y escándalos
¡Faltaba más! Una buena dosis de cabrón buen cine para que la cumpleañera Cate Blanchett se sosegara de su cansino discurso feminista; para que los amarillistas ya no anduvieran preguntando sobre los problemas con Netflix; y para que la falta de glamour en la boca de uno de los más respetados cronistas de Cannes, Oti Rodríguez Marchante, “a los porteros de discoteca de Cannes se les ha colado gentuza en chándal y zapatillas”, pasara de largo para por fin apreciar una cuádruple función de cine que brilló por su calidad.
En primer lugar llegó el habitual y siempre serio contendiente Hirokazu Kore-Eda con Shoplifters, un intenso drama que de inmediato se acaba de posicionar como una de las favoritas a hacerse de la Palma gracias a su desgarradora historia, en donde una familia de criminales de bajo perfil adoptan a una niña abandonada, suceso que a la larga develará los oscuros secretos de esta pequeña hampa. La crítica se ha desvivido ante lo que reclaman como una de las mejores facetas del cineasta, manejando a la pefección el rubro histriónico y el tono natural y espontaneo en un drama ajeno a cualquier artificio.
En segundo puesto llegó Ryûsuke Hamaguchi para presentar Asako I &II, una historia de romance basada en la novela de Tomoka Shibasaki que ha convencido a la crítica por su sutil tono surrealista y la impresión natural del amor más extraño pero a la vez convincente, dentro de la historia de una joven que al perder la pista de su amado, años después se encuentra otro chico igualito físicamente, pero totalmente distinto en el trato, sentimiento y comportamiento. Interesante propuesta a la cual sería un error dejarla de lado.
En tercer lugar los Estados Unidos confían su mejor carta en Spike Lee y su BlacKkKlansman, basada en la historia real de un agente negro de la policía de Colorado al que se le designa como misión infiltrarse en el Ku Klux Klan. Con John David Washington, Adam Driver y Topher Grace, la prensa y crítica la han apuntado como una cinta muy ágil y entretenida, que en un segundo plano maneja una punzante crítica social (como es típico en el cine de Lee), al gobierno de Trump, en una metáfora sobre el racismo que cala aún en en la actual tierra de gringos.
¿Y la cuarta? De esa hablaremos mañana, porque fuera de competencia se presentó el siempre polémico Lars Von Trier con The House That Jack Built, la cual por lo pronto es calificada como “brutal”.