Cannes 2021: El demonio de Tasmania sorprende en la recta final
Mientras que en la Sección “Una Cierta Mirada” Tatiana Huezo termina por hacerse de una mención especial del jurado con Noche De Fuego, la selección oficial se prepara para cerrar su competencia con tres cintas tan distintas como dispares en su propuesta y calidad. Muchos trabucos en la recta final sin duda alguna
Casablanca Beats de Nabil Ayouch tiene en su fortaleza su mismo defecto; es obvio que el cineasta decide por implementar una narrativa “semi ficcional”, lo cual nos lleva a disfrutar de la espontaneidad del relato conforme este se encuentra avanzando, sin embargo, la historia de un grupo de estudiantes que tratarán de liberarse del peso de las tradiciones para vivir su pasión por el hip-hop en las calles de Marruecos, peca de plana al no encausar los trasfondos dramáticos de su interesante grupo de jóvenes, dejando un entorno meramente unidimensional que nunca alcanza la emotividad o el clímax correcto en lo que de por si es una historia “escolar” que busca dicho objetivo de forma desesperada.
Una de las grandes decepciones del Festival y de nuevo con Lea Seydoux como protagónica (al final a la actriz le fue muy mal al menos en la competición oficial), ya hay quiénes llaman a “France” la peor película de Bruno Dumont, experimentado cineasta que en esta ocasión nunca supo equilibrar su sentido crítico y satírico hacia las esferas de poder comunicacional. La historia de una célebre periodista que, al sufrir un extraño accidente automovilístico cambia por completo la perspectiva de su vida, es una falacia narrativa muy mal ejecutada que no funciona ni como tragicomedia, ni como sátira. Una pena, y es que al menos esta cinta era de las producciones comercialmente más accesibles para las distribuidoras internacionales.
Casi al final llegó Justin Kurzel, cineasta que se perdió en las mieles de Hollywood y que ahora regresa al circuito festivalero donde años atrás nos vislumbró con una poderosa adaptación de Macbeth. En esta ocasión Nitram aborda los eventos que antecedieron a la masacre de Port Arthur de 1996 en Tasmania; si bien no pretende humanizar, Kurzel es capaz de crear el vínculo entre la audiencia y su monstruoso asesino no solo gracias a un guion crudo que explora y logra manifestar los trastornos y psicología del villano en cuestión, sino también gracias a la increíble actuación de Caleb Landry Jones, el cual ya suena no solo aquí, sino de anera internacional para hacerse de muchos, muchos premios.
Solo falta Les Intranquiles y después que se vengan los palmares.