Casi 50 años después, ‘The Devils’ sigue siendo espeluznante y polémica

A los millennials se nos adjudica el fin de muchas industrias y la imposición de la cOrReCciÓn pOLíTiCa, a tal grado que muchos aseguran, ciegamente, que películas que fueron vetadas y censuradas por lo menos 15 años antes de que naciera el primer millennial serían, también, censuradas -o, incluso, prohibidas desde antes de iniciar la producción- por el Gran Jurado Super Sensible Millennial el día de hoy. Las dos mayores falacias de declaraciones como esas es que, por un lado, se nos adjudica muchísimo mayor poder político y cultural del que tenemos, y omite el contexto político, social y cultural existente al momento del estreno de esas películas censuradas.

Un ejemplo es The Devils: cinta de horror religioso de 1971, dirigida por Ken Russell y protagonizada por Oliver Reed, Vanessa Redgrave, Dudley Sutton, Michael Gothard y Gemma Jones. Basada en el caso real de las posesiones de Loudun, Francia, en el siglo XVII, la cinta presenta el enfrentamiento entre la corte de Luis XIII, fuertemente influenciada por el Cardenal Richelieu, con el Padre Urbain Grandier, el sacerdote jesuita que funge como gobernador de la ciudadela Loudun. Las cosas se complican cuando, por causa de Grandier, se desata un caso de histeria masiva dentro del convento de monjas ursulinas, provocada por la Hermana Jeanne, abadesa jorobada que está obsesionada con Grandier.

Esta no es una película de horror religioso convencional: aunque su nivel de violencia es acorde a la época y tiene un nivel de gore muy controlado, lo que sugiere fuera de pantalla es suficiente para dar escalofríos. Vaya, tiene escenas y secuencias mucho más fuertes y prolongadas que la escena de masturbación en The Exorcist (1973) -y, a diferencia del clásico de William Friedkin, The Devils no tiene una versión definitiva -varía entre la versión estrenada en cines, la versión muy editada para ser estrenada en Estados Unidos, y la versión restaurada en 2004-, ni ha sido redistribuida de forma masiva en DVD y blu-ray, ni está en ningún servicio de streaming.

Lo más controversial de la cinta es el contexto político de los eventos: durante el reinado de Luis XIII, la Iglesia tenía firme control del Estado, y tenía poder absoluto para decidir y manejar la política a su conveniencia. A pesar de las obvias fallas del padre Grandier -su orgullo desmedido, su desdén por el celibato e irresponsabilidad por sus parejas-, los abusos cometidos en nombre de la Iglesia con tal de arruinar la vida de un hombre -y, de esa forma, tomar control de una ciudadela que acababa de lograr la paz entre protestantes y católicos y se enorgullecía de ser autónoma- son atroces. Es, de verdad, terrorífico ver cómo miembros de la Iglesia y de las clases altas utilizaban a personas vulnerables -en este caso, monjas con severos problemas emocionales- para lograr sus propósitos políticos. Además, la cinta cuestiona la fe y vocación religiosa: mientras Grandier se cuestiona cuál es su papel como sacerdote y las limitaciones del celibato sacerdotal, la hermana Jeanne presenta que muchas de las hermanas en el claustro están ahí no por vocación auténtica, sino porque sus familias no sabían que hacer con ellas.

Son estos elementos la base del horror del filme, y el motivo central por el cual ha sido vetada, recortada y “desaparecida” por décadas. Si bien durante el fin de los años 60 e inicios de los 70 hubo una revalorización del existencialismo y nihilismo como consecuencia de los horrores presenciados en las guerras -a tal grado que hubo una portada de TIME preguntando si “Dios está muerto“-, la Iglesia católica seguía teniendo un firme poder político y social, y toda obra que cuestionara su papel en el presente -incluyendo el apoyo a gobiernos autoritarios y dictaduras fascistas- o su legado histórico era inmediatamente tachada como controversial, y censurada o vetada. De tener el mismo poder que tenían en siglos anteriores, antes de la separación de la Iglesia y el Estado, películas como ésta no verían la luz -ni en los años 70 ni ahora.

Sería una lástima que una producción como The Devils no hubiera existido: el diseño de la fortaleza de Loudun es medieval y moderno, mientras que el diseño de vestuarios es sobrio y lleno de glamour; las actuaciones del reparto son brillantes -Redgrave, en especial, demuestra una ferocidad espeluznante-, la dirección está muy bien realizada, y la edición de Michael Bradsell mantiene un sano nivel entre el horror, el drama y la contemplación filosófica. Para nuestra suerte, existe y es sólo cuestión de buscarla bien -no necesariamente por los modos legales, perdónenme- para hallarla en el mejor formato y edición posible. Es, sin duda, una película brillante que ha sido minimizada y, hasta cierto punto, olvidada con el paso del tiempo, que valdría la pena revalorizar.

Nos entretenemos mucho con los hubiera con películas pasadas, pero no con las futuras. ¿Se podría hacer una película como ésta hoy? Sí. Es más, faltan más películas como ésta. ¿Enfrentaría fuertes críticas por su contenido? Sí, como debe recibirla toda obra cultural. ¿Sería censurada oficialmente por el Estado? Quiero creer que no pero a como se ve el clima político actual -resurgimiento de movimientos y gobiernos autoritarios de derecha con fuerte influencia religiosa-, probablemente. Que ahora tengamos mayor libertad artística en cuanto a las formas de hacer cine -el subgénero del horror corporal, por ejemplo, era impensable en los 70, así como la violencia explícita- no quiere decir que sí haya completa libertad sobre el fondo, menos si se critica o cuestiona a los gobiernos y a las instituciones religiosas, presentes o pasadas.

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