Celebrando los 70 años del sirenito de Matamoros ¡Feliz cumple Rigo!
Hay personajes que a pesar del paso de los años (estén vivos o muertos) nunca podrán salir de la memoria colectiva de un pueblo que a través de generaciones ha sabido transmitir la conexión de este hombre cuyo legado se traduce en una de esos extraños tesoros de la cultura mexicana.
Hoy, el oriundo que inmortalizó a Matamoros y lo colocó en el mapa de la escena musical, el rebelde de la música tropical; único en grabar en los míticos estudios de Abbey Road junto a su no menos mítica Tropa Azul y capaz de transformar su nombre en sinónimo del amor, cumpliría 70 años, y eso, es motivo suficiente para celebrar al grandísimo Rigo Tovar.
Transgresor innato, con la música por dentro, Rigoberto Tovar García nacía con la promesa de un fin de semana de fiesta un viernes 29 de marzo de 1946 en la bella Tamaulipas. Hijo de madre texana y padre mexicano; un mundo de posibilidades musicales que se mezclaron y lo sedujeron desde pequeño, haciéndolo transitar de un lado a otro como aquel trapecista famoso en el que su madre encontró la inspiración para bautizarlo con su legendario nombre.
Con veinti pocos años e impulsado por su hermano Silvano, el rebelde de la cumbia tropical cruzó el charco para ganarse mejor la vida. Ahí en el vecino país del norte la hizo de todo; fue albañil, limpiador de letrinas en un campamento de scouts, cuidador de camellos en un zoológico, restaurador de billetes, botarga, redactor de etiquetas de productos Maybellene y barman entre otros oficios fascinantes que sin duda, le forjaron un carácter y una personalidad tan ecléctica que más adelante se traduciría en su música.
Estando en Houston, llegan a sus manos los LP de bandas como Black Sabbath, Queen, The Bee Gees, Kiss y las melodiosas voces de la Streisand, Elton John y Liza Minelli, influencias musicales con las que Rigo se identificó y que le inspiraron a cambiar su imagen; pantalones de cuero, jeans, chamarras de piel, su emblemática melena y sus inseparables Ray-Ban no se volverían a separar de él.
Con la cosquilla de la música recorriendo su cuerpo y trabajando de barman, comienza sus primeros pasos en su carrera musical al lado de sus hermanos Marco y Silvano formando la agrupación a la que llamaron “Trío Romance”, luego vinieron los demás integrantes con los que comenzaría a amenizar fiestas y pequeños bailes locales que harían la sensación de la raza chicana. El resto es historia, volvería a México y el boom se haría estallar.
Tras la muerte de su madre en el 74, la retinitis progresiva que lo dejó ciego y la muerte de uno de sus hermanos en el temblor del 84 en la Ciudad de México, Rigo no volvió a ser el mismo; sus letras se tornaron depresivas y comenzó a tener serios problemas de alcoholismo y drogadicción. Si a eso le sumamos sus problemas de diabetes, pugnas donde se le señalaba como el padre de diferentes sirenitos regados por todo México y aquella operación de ojos en Cuba cuyo fracaso por devolverle la vista fue uno de sus más caros lujos, Rigo se terminó por rendir un 27 de marzo de 2005.
No conforme con ser el primer y único artista mexicano en reunir a más gente que el mismísimo Papa Juan Pablo II en 1979, el amor de Rigo llegó a la gran pantalla para mostrar su documental intitulado “Rigo: una confesión total” con un éxito rotundo.
Tuvo el valor y la osadía de filmar tres películas más: “Vivir para amar”, “Rigo es amor” y “El gran triunfo”.
El transgresor que mezcló cumbia, balada, rock y saltitos energéticos que hicieron la locura de miles, descansa en su natal Matamoros, el día de su velorio como en cualquiera de sus míticas presentaciones, hubo portazo.
¡Rigo es del pueblo, de todos!- clamaba la gente.