Ciclo Ghibli: “Pom Poko: La Guerra de los Mapaches”
En 1994 se estrenó en Japón, la tercera película de Isao Takahata y octava película del estudio. Takahata después de la brutal “La Tumba de las Luciérnagas” y la romántica “Recuerdos del Ayer” se encontraba en una etapa de experimentación a la hora de contar una nueva historia; esa experimentación lo llevó a realizar “Pom Poko”, que escrita por él y también por Hayao Miyazaki, se embarcarían con una historia llena de humor, tradiciones, pero sobre todo con un contexto sombrío.
La película trata uno de los temas en los que Ghibli se ha enfocado en casi la mayoría de sus producciones: El cuidado por la naturaleza y de cómo el hombre es capaz de acabar con todo a su paso; a las afueras de Tokio se encuentra una ciudad llamada Tama, con un gran bosque alrededor de una montaña donde viven pocos seres humanos, pero también se encuentran dos clanes de mapaches (mejor llamados Tanukis, que además de parecer una especie de perros, también tienen la capacidad de la transformación); los rojos contra los azules se encarnan en una lucha brutal, el ganador se quedará con una parte del territorio. Pero en medio de la lucha, Oroku, una de las líderes de un clan, les abre los ojos a todos los mapaches e invita a que unan sus fuerzas contra un enemigo que tienen en común: el hombre. Ya que poco a poco, ellos han estado acabado con el bosque y con la montaña en la que viven, y todo para construir una nueva zona residencial a las afueras de la ciudad, así que a lo largo de la película veremos las diferentes luchas que tienen los mapaches y los humanos.
Una de las virtudes de esta película es sin duda como tanto Takahata como Miyazaki tratan el tema, siendo tan local como lo qué pasó en Tama en la década de los 60, con toda esa zona rural destrozada y transformada en una nueva ciudad, con calles, avenidas y muchas casas alrededor, dejando de lado a las criaturas que vivían ahí. Un tema que de ser local se convierte en universal (todos conocemos un caso dentro de nuestra ciudad o país en donde ha pasado esto, cof, cof, “tren maya”, solo por poner un ejemplo).
El uso de humor donde debe de haber humor esta muy bien manejando, y también cuando se tocan temas sombríos como la de la muerte de estos mapaches que en su afán por conservar su tierra, se ven orillados a adaptarse a las condiciones que el ser humano les impone, así vemos cómo los mapaches caen en trampas o son atropellados, y se ven orillados a buscar entre la basura humana, algo de comida para sus crías. Y fiel como producto Ghibli, la animación está de su parte, los decorados y las escenas de la naturaleza son dignas para tener como fondo de pantalla, pero lo que más destaca son las transformaciones que tienen estos mapaches, ya que un mismo personaje puede estar dibujado al menos de tres formas completamente diferentes. Tanto en su versión más realista como un mapache cualquiera, para luego pasar a pararse sobre sus patas traseras y tener rasgos para distinguirlos a cada uno de los personajes, y la tercera forma con una mirada más caricaturizada.
Lejos de ser el éxito taquillero que fue en Japón, de este lado del charco y sobre todo en occidente, está película es un tanto más complicada, ya que debes de tener ciertas referencias a la cultura nipona para poder entender a la perfección algunos de los temas que trata, y es que de todas las producciones Ghibli, “Pom Poko” es la más nipona. Empezando por los mimos tanukis, ya que se les considera dentro del folclore nipón como seres capaces de usar la ilusión y la transformación como métodos de defensa, además en toda la película también conoceremos muy bien sus características como perezosos e ingenuos.
Un punto que juega en contra de esta es su duración, dos horas que si estás conectado con la película y sus referencias culturales se te pasarán volando, pero que al final si se siente que al menos unos 35 minutos le sobran, aunado a un guion atípico y cargado de un mensaje social en pro de la naturaleza, se siente que Miyazaki y Takahata escribieron por separado la historia para luego juntarla, y sobre todo cuando se decidió tener una voz en off para que narrara toda la película, quitándole peso a sus personajes y haciendo que el espectador pierda interés por los mismos. Una de las primicias que propone la historia, es el de buscar ayuda, con unos supuestos “maestros de la transformación”, pues resulta que a media trama, la misma historia se olvida de estos supuestos maestros, para luego recuperarlos en el último tercio de la película y no sirviendo para nada dentro de la historia; toda la secuencia del desfile de fantasmas, si bien en pantalla se ve muy bien hecha y bonita, no sirve para nada dentro de la historia, solo que tanto Miyazaki como escritor y Takahata en la dirección, se recrearon tanto en este tipo de secuencias que pierden por completo el hilo narrativo de la película.
Aun así, como ya he mencionado antes no todos los estudios de cine o animación tienen ese don para realizar obras maestras película a película, está bien celebrar a cada una de ellas y reconocer cuáles son las verdaderas obras maestras, pero si las vemos con otra mirada, podremos observar que no todo lo que brilla es oro.