CINE-STESIA: Children of Men
CINE-STESIA intenta darle al cine un contexto social, político, cultural o económico actual.
“CHILDREN OF MEN” (Hijos de los hombres – 2006)
- Dirigida por: Alfonso Cuarón
- Protagonistas: Clive Owen, Julianne Moore, Michael Caine y Chiwetel Ejiofor
“Very odd what happens in a world wthout children’s voices”
(Es muy raro lo que pasa en el mundo sin las voces de los niños)
Es la mañana del 11 de noviembre de 2027. Los noticieros hablan acerca de ciudades sitiadas y de musulmanes exigiendo a las fuerzas militares que dejen de ocupar sus mezquitas, informan el cierre de fronteras y la deportación de inmigrantes ilegales. La película nos golpea desde el inicio y su ritmo puede llegar a ser hasta angustiante. La humanidad ha perdido una de sus capacidades fundamentales cuya causa no es revelada pero quizá no haya necesidad de hacerlo ya que el caótico estado del planeta podría ser suficiente para explicarlo. Solo Inglaterra resiste en medio de un estado de precariedad social alarmante rodeada de un escenario en el que desfilan anuncios que piden ahorrar agua para salvar vidas o que el último en morir apague la luz, predicadores religiosos oportunistas, pandillas, paisajes grises, ciudades anegadas en basura, incendiadas o contaminadas hasta ocultar la luz del sol, secuestros, atentados terroristas y pandemias, inclusive se ven titulares de prensa que señalan que África ha sido arrasada por una acción nuclear, pero la situación más apremiante de este conflicto es la masiva cantidad de inmigrantes llegados a este país, muchos son desalojados de sus viviendas o cazados por el gobierno para luego ser enjaulados mientras tratan de expresar su inimaginable desgracia en sus incomprensibles idiomas nativos que son indiferentes para el resto o simplemente son ejecutados. Varias de estas cuestiones son moneda corriente hoy en día.
El muladar en el que se ha convertido todo el planeta todavía puede albergar algunos paisajes citadinos abandonados a donde animales solitarios se animan a llegar o pacíficos sitios rurales ajenos al peligro que lo absorberá más temprano que tarde o a un hombre que trata de salvar y rescatar algo del arte que ha sido destruido aun sabiendo que su tarea es inútil en el largo plazo, o a una mujer gitana que termina comprometiéndose para que podamos comprobar si afuera existe realmente algún Mañana porque adentro solo reina el caos, la miseria, la traición, la hambruna, el hacinamiento, las enfermedades, las ejecuciones, un lugar en donde cuesta mirar a los ojos del otro porque le recuerda al ser más importante que han tenido y que han perdido. Cada imagen explica de sobremanera el estado de ese mundo, un lenguaje visual poderoso y a la vez, ominoso.
En ese mundo se culpa a los inmigrantes quienes fueron empujados por la devastación y miseria de sus propios países y darán durísima pelea para hacer reconocer sus derechos en suelo extranjero disparando una revolución que trata de ser sofocada y que es reflejada a través de soberbias escenas bélicas.
¿Ese ambiente y futuro distópico va pareciéndose poco a poco a nuestro presente?
En esta destacada adaptación fílmica de la novela homónima de Phyllis Dorothy James se plantea: ¿Qué pasaría si súbitamente surgieran enfermedades que parecieran no tener explicaciones y nos condenan a un final inminente? Y, por otro lado, ¿Cómo reaccionar ante un peligroso conflicto político, social, cultural y religioso provocado por una masiva migración que lucha por conseguir igualdad y dignidad?
Al respecto de esas 2 preguntas, es un hecho que la acción e intervención del hombre ha provocado una continua reducción de la biodiversidad (animales y plantas) e inclusive algunos estudios indican que la transmisión de agentes patógenos y las enfermedades asociadas tienden a aumentar a medida que dicha biodiversidad se reduce. Hoy por ejemplo, vivimos tiempos de incertidumbre a raíz del COVID-19. Por otra parte, hasta el 2018, cerca de 3 millones de personas provenientes principalmente de Siria, Afganistán, Irak, Somalia y Eritrea (países africanos y asiáticos), huían de los conflictos bélicos, la miseria, el cambio climático, la represión y las violaciones masivas de los derechos humanos que sucedían en sus países y terminaron por generar la mayor crisis migratoria y humanitaria en Europa desde la II Guerra Mundial y que ahora enfrenta serios retos económicos, demográficos y culturales. La falta de empleo, el aumento de la inseguridad y la aparición de grupos o células terroristas y extremistas son algunas de las consecuencias más notorias y aún no hay una respuesta efectiva para controlar esos escenarios.
Mientras todo eso sucede, la cantidad de tierras cultivables ha disminuido de 0,37 hectáreas por persona en 1960 a 0,19 en el 2016, lo cual ha determinado que pasemos de una agricultura tradicional que podía alimentar en promedio hasta 3 personas con una hectárea (0,33 hectáreas por persona) a la Revolución Verde que logra alimentar hasta 5 personas (0,20 hectáreas por persona) y que es posible a través del incremento en el rendimiento y la producción por cada hectárea cultivada, mediante la aplicación de fertilizantes y pesticidas químicos, productos herbicidas e innovadoras técnicas de riego; sin embargo, es conocido el hecho de que esta técnica es cuestionada por los efectos que le causarían al organismo, al medio ambiente en general y a las tierras cultivables en particular.
Por otro lado, la tasa de fertilidad en Europa sigue cayendo hasta ser actualmente de 1,57, signo de poblaciones que disminuyen y envejecen; en tanto que, la población de África y Asia crece al doble con una tasa promedio del 3,19. Esta situación ya genera graves dificultades, la ONU misma ha determinado que el 20% de la población del continente africano y el 11% de Asia sufre de subalimentación, así que a medida que la tierras cultivables disminuyan y las poblaciones de estos 2 continentes crezcan, parece inminente el colapso al tratar de alimentar suficientemente a toda esta gente y esta escasez podría ocasionar otro dramático movimiento migratorio masivo que acabe poniendo nuevamente en jaque a los países que suelen ser vistos como destinos provocando una nueva crisis.
Entonces, el colapsado mundo que Cuarón refleja en la película no parece ser tan descabellado después de todo.
Volviendo a la cinta, surge la figura anónima de Theo Faron (Clive Owen) un burócrata aburrido, solitario, apático, cínico y alcohólico al que poco o nada le conmueve el enterarse sobre la muerte de alguien importante ya que trabajar o despertarse le representa la misma mierda y está convencido de que es demasiado tarde como para salvar al mundo, muy diferente de aquel de hace 20 años atrás en el que se destacaba como activista junto a su esposa (Julianne Moore) ahora convertida en líder. En resumen, solo ver un milagro lo devolvería a la vida, a protegerla y a entregarse a ella, aun cuando no pueda ver la luz al final del túnel. A veces el milagro puede presentarse de la forma más inesperada y hacer que una guerra se silencie pero solo por un momento porque la naturaleza destructiva del hombre parece ser inevitable.
n el otro extremo tenemos a Jasper Palmer (Michael Caine) que aporta momentos de total lucidez desde el aletargamiento que le provoca su porro, como cuando se aboca a interpretar la vida de Theo a través de la lucha constante entre su fe y el azar y termina sentenciando con una frase que quizá pueda resumir la actitud apática que serpentea por debajo de nuestra frágil esperanza: “para qué tomarse la molestia si la vida va a tomar sus propias decisiones”.