Cine y Gastronomía: Eat Drink Man Woman de Ang Lee
“Vivir día a día es lo mismo que cocinar. Sean los que sean los ingredientes, al final, el sabor es lo único que cuenta”
No cabe duda de que Ang Lee ya tiene un merecido reconocimiento por su trayectoria. Digamos que Lee ha hecho de todo, si contamos con que su mayor fracaso se llama “Hulk” (2003) y sus películas más sonadas son “El Tigre y el Dragón” y “Brokeback Mountain”. Sin embargo, la película que lo consagró en su natal Taiwan y en el resto del mundo se llama “Eat Drink Man Woman” (Comer, beber, amar).
Lee es amante de mostrar la manera en que occidente viene echando a perder al oriente, es decir, esa influencia americanizada que ha venido a romper muchas tradiciones en países muy tradicionalistas. ¿Me sigue? Seguro no; pero bueno.
“Comer, beber, amar” trata sobre un viejo Chef en la ciudad de Taipei. Chu (Sihung Lung) es un viudo con tres hijas: Jen (Kuei-Mei Yang), Chien (Chien-Lien Wu) y Ning (Yu-Wen Wang). Las tres viven en su casa y cada una tiene diferentes problemas. Chu ha perdido su sentido del gusto, cosa que le complica la preparación de los alimentos, pero pese a eso, no deja de dedicar gran trabajo y esfuerzo para la comida en familia.
Para esta singular familia llena de integrantes insatisfechos con la vida, la comida más que significar un placer, se utiliza para dar noticias y no todas agradables. A pesar de esa elaboración más que artesanal de cada platillo, al final de la comida los platos quedan casi intactos en la mesa. Si se toman el tiempo de ver el tráiler de la película se puede dar una idea de lo que le estoy hablando. Si alguno de mis comensales se atreve a levantarse de la mesa y dejar un plato de esos a medias ¡le aviento con la cazuela!
Ang Lee es de nacionalidad Taiwanesa, pero por aquello de los ojos jalados lo vamos a encasillar en la cultura oriental. Creo que son los orientales los que con más ganas se aferran a las tradiciones y a sus ancestros, con todo y su obsesión con la modernidad. En un antiguo libro chino que habla de los ritos, se dice que los deseos primarios del hombre son tres: comer, beber y tener relaciones sexuales. La verdad no suena tan descabellado, porque sí, en realidad comer es una cuestión de instinto, es una cuestión de supervivencia y de placer.
¿Qué le queda al mejor de los chefs si resulta que ha perdido el sentido del gusto? Degustar la comida y no encontrar sabor a nada. Chu ha perdido todo, a su esposa, sus hijas, su mejor amigo, la fe en sí mismo y hasta la salud; sin embargo, se aferra a seguir creando piezas de arte culinario intentando transmitir sus sentimientos a una familia que es de diálogos parcos.
La película plantea varios temas universales en donde sobresalen el paso de lo tradicional a lo moderno y los problemas de comunicación en las familias, todo girando alrededor de la comida dominical. Tiene su toque de comedia y romance sin resultar empalagosa. Cada personaje encontrará su camino, así como puede ser un tráfico bien organizado y sin que ollas o cazuelas tengan mucho que ver. Habrá quien lo encuentre por un suceso inesperado, quien por atreverse a ser lo que es, o tal vez por reencontrase con sus orígenes después de haberlos despreciado.
“El hombre muere por dinero, el pájaro por comida. Entiendo que alguien muera por dinero, pero ¿por comida? No merece la pena… ¡no!”
El amor le da sabor a la vida, cuando encontramos el amor todo sabe mucho mejor. La reconciliación, el amor y la fe en nosotros mismos son ingredientes que no deben de faltar en el banquete de la vida; con mayor razón si el banquete es en familia.
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