Cines Porno en la Ciudad de México, Epílogo
Una vez revelada la realidad de lo que sucede en el interior de los cines porno, no se puede evitar sentir cierto arrebato de nostalgia e impotencia. Cuando se estrenó El Artista acudí a mi cine favorito sintiendo una emoción casi exagerada, sí por la cinta, pero más que nada por tener la oportunidad de recrear un momento clave en la vida de cualquier capitalino de los años 30. El cine Colonial, Alameda, Goya, Orfeón… el Ópera surgen en la capital de México durante la época del cine de oro nacional.
El cine, hechicero del tiempo, ilusión óptica, tratado de vida, registro histórico, ojos del alma social, efímero, eterno, divertido, cruel, salvaje, romántico y ¿por qué no? pasional. Estos colosos ya vencidos por el tiempo y habiendo perdido no sólo su glamour, sino su orgullo y hasta respeto, hoy se aferran a cualquier soplo de vida que los mantenga en pie.
Quizá desagradable para las buenas consciencias, la vida dentro de estos moribundos también es vida, quizá la pasión se corrompió o quizá sólo se recrudeció, porque llorar, elucubrar, reír, suspirar, echar novio es tan sólo la misma pasión pero controlada. Las entrañas de aquellos lujosos hoy se han vuelto furiosas y descaradas.
Algunos fueron rescatados, entre estos afortunados se encuentran el Cine Teresa, sinónimo por años de temas tabú, lugar de la primera experiencia homoerótica de miles, refugio de solitarios, ungüento de almas rotas, abrazo de vencidos por la vida por años estuvo amenazado por años por el fantasma de la demolición y, sobreviviente como es, cedió un tercio de su dignidad a lenguaz vociferantes de modernidad y volvió sus ojos al cielo al Olimpo de la cultura ante la mano compasiva de la cineteca nacional.
Otro afortunado en fila que espera su regreso como centro de espectáculos (y que hizo latir fuertemente mi corazón por tener gratísimos recuerdos de esta sala) es el cine Ópera en la colonia San Rafael, aunque la primera emoción ha sido difícil de sostener al enterarme que los planes han sido pospuestos, dicen las malas lenguas, por considerar inviable su rescate.
Gracias viejas memorias, gracias a la pasión, gracias al cine.
LE
2 Comments
Uff… que pasion que recuerdos, aqui en tampico solamente habia tres cines de antaño, el Diana, el gemelos y uno en madero no recuerdo su nombre, pero ahi aun un amigo logro ver algunos blockbusters, y se respiraba respeto por el usuario, emocion de los que ahi atendian… haora todo comprado por “multicinemas”, es triste, cines excesivamente abarrotados, cobrando cuotas que son (a mi parecer) excesivas para el servicio que dan… tristes semblanzas de lo que se a convertido el cine, recuerdo una ocaion en Cinepolis, que una chica me sirvio palomitas y yo (como buen ex-trabajador de cine) movi un poco la caja para ver si me habia servido bien, y mocos que se van para abajo las palomitas y le dije “señorita porfavor sirvame bien” y que me respondi “lo vi señor, no haga eso porque nos regañan”… y yo me quede asi de… “que no haga que?, ver si me dan un buen servicio?” jajaja pero bueno, yo trabaje en un cine que actualmente (despues de 5 años) sigue con dos salas sin aire, con goteras en el pasillo y un sin fin de problemas, pero la gente seguia llendo, los mismos, algunos nuevos y siempre la misma gente que venia a la misma hora el mismo dia y pedia lo mismo en la dulceria… y esque no hay nada como eso, que tu como “cine” puedas reconcer las caras de los que vienen, viborear y darte cuenta que ese no es el esposo de la señora o vieceversa, que entraban dos chicas muy juntitas o dos chicos… el cine familiar, el cine de escondidos, el cine al que viene la misma familia todos los jueves y con gusto decirles, “lo mismo de siempre?”… rellenarles sus palomitas y su refresco solo porque son buenas personas…. malditos monopolios, pero bueno, yo espero cumplir mi sueño de comprar un cine que aun esta de pie, un cinecito de dos o tres salas que es porno, y poner hai buenas peliculas…. ojala se me haga, pero bueno, usted no es el unico compañero, creame… esos cines y esas personas viven siempre en el corazón de quienes los respiraron, los sintieron y en las hisotiras que se contaron (y)