Civil War: Objetividad no es sinónimo de vacío
¿Recuerdan cuando a principios de año tuvimos una discusión gracias a cierto influencer sobre si el cine podía librarse del discurso político y ser completamente imparcial? Después de ver Civil War, creo que este debate puede encontrar respuesta. Puedes tener una visión ecuánime desde el punto de vista político, lo cual es completamente válido, pero lo que no debemos confundir es ser imparcial con tener un discurso vacío. Alexander Garland, entendiendo la coyuntura social y las implicaciones de crear una distopía centrada en una guerra civil americana, ha decidido contarla desde un terreno neutral, desde la perspectiva desde el periodismo bélico, específicamente desde el fotoperiodismo ¿qué podría salir mal?
El problema de Garland es que ha confundido la objetividad con el vacío y ha creado una cinta que puede presumir de ser apolítica, pero también superficial, siendo su discurso somero una consecuencia de una narrativa y dirección inconsistentes.
El primer error recae en su ritmo; el primer acto funciona de manera perfecta porque se va a lo básico, enfocándose en darle un aspecto visceral pero frívolo a sus personajes, quienes para cumplir con su labor han tenido que anestesiar una parte de su conciencia y autocensurar sus ideologías, pagando el precio de la imparcialidad. Si la película hubiera mantenido esta misma tónica, incluso podríamos haber tenido una especie de fusión entre “Zone of Interest” y “A Private War”. El problema es que el director comienza a decantarse por una road movie, intentando darle ese tono apocalíptico, como si fuera una película de zombies y el monstruo fuera la guerra, y en donde su desarrollo de personajes prácticamente se desvanece (fuera del papel de Kirsten Dunst).
La falta de información y exploración de sus personajes los convierte en hojas en blanco, por lo cual es imposible conectar con el espectador y, como consecuencia, no existe tensión y no nos importa lo que pase con ellos. Explorar individuos que normalizan la violencia no es cosa fácil y no ayuda el hecho de que Garland pierde el tiempo con algunas secuencias y fotogramas que poco aportan a la trama. Incluso esto genera que la atmósfera de la película se sienta aburrida y pesada, y que de no ser porque se nos recuerda que los personajes están en un contexto de guerra civil, ni nos acordamos del conflicto porque el suspenso es nulo.
No es sino hasta la aparición del personaje de Jesse Plemons que la cinta comienza a levantar. Por desgracia, Garland ha perdido tiempo y no le queda de otra que, con puro estilismo técnico, impactar al espectador para trasladar sensorialmente el “terror de la guerra”.
Pero incluso con todo y su buen trabajo en el apartado del sonido y la imagen, el otro problema es la banalidad de su mensaje. Aunque es apolítica, no hay un discurso antibélico fuera del clásico: “normaliza la violencia porque ya se acostumbró” o “la guerra es mala y te hace frío”. Al contrario, incluso la torpeza en el timing da la impresión de que la está glorificando al tener que recurrir constantemente al morbo de lo escatológico y sustituir con una canción “cool” el sonido de la guerra. Esto es sinónimo de una propuesta visual artificial pero torpe en discursiva, donde la violencia sin contexto no es transgresora, ni innovadora, sino banal.
Calificaciones:
– Guion: 1.7
– Dirección: 2.3
– Actuaciones: 1.7
– Extras: 0.3
Calificación total: 6.0
Fuera del apartado visual y de la edición, con solo dos secuencias bien filmadas y las actuaciones de Dunst y Plemons, Civil War es una película vacía que toca de manera superficial todos sus temas y que, basándose en el shock, busca generar impacto más visceral que cerebral. Incluso deja mal a la figura del periodista, porque aún con la imparcialidad, el cuarto poder a través de una fotografía o editorial comunica un mensaje con sentido y contenido, lo cual no logra la propia película.
Quizás ese es el mayor problema actual del séptimo arte y de muchos autores, que bajo la alas justificación de la subjetividad, se han olvidado de darle contenido a su discurso y han hecho de su base la pura experiencia sensorial. El lado negativo, que irónicamente es mostrado en la película, en banalizar todo a través de la imagen sin acompañarlo con un argumento que vaya más allá de la superficie y simplificar conceptos como la guerra o la matanza sin una causa o consecuencia (la guerra es mala, pero ¿por qué?). Si seguimos reduciendo abstracciones de alto impacto como la normalización de la violencia o de un conflicto civil, no nos sorprenda que después los centennials crean que la guerra y la matanza son “cool” porque se la pasan jugando 12 horas al día Call of Duty, porque lo vieron en una serie de Netflix o irónicamente terminar como los protagonistas de esta película, con la consciencia anestesiada y normalizando la tragedia.