Crónicas del TIFF: Quo Vadis, Aïda?
¿Cómo empezar a escribir de un genocidio que ocurrió hace 25 años y del que poco se habla?
Tras el colapso de la República Federal Socialista de Yugoslavia, la región se sumó en una serie de profundas guerras civiles que involucraron conflictos étnicos, guerras de independencia e insurgencias que duró 10 años, de 1991 a 2001. Durante ese período, del ’92 al ’95, se llevó a cabo la Guerra de Bosnia, en la que la República de Bosnia-Herzegovina se enfrentó a la República Srpska y a Herzeg-Bosnia, proto-estados liderados por Serbia y Croacia. El conflicto terminó tras la intervención de la OTAN y la firma de los Acuerdos de Dayton, documentos que se siguen estudiando en clases de geopolítica y diplomacia. ¿Qué hizo que la OTAN interviniera en ese punto? El genocidio cometido por el ejército de la República Srpska, liderado por el general Ratko Mladic y aprobado por el presidente Radovan Karadži?, en el pueblo de Srebrenica. Mladic y Karadži?, por cierto, morirán en prisión: fueron condenados a cadena perpetua por crímenes de guerra y limpieza étnica.
Escribo todo esto para contextualizar la magnífica y dolorosa Quo Vadis, Aïda?, escrita y dirigida por Jasmila Zbanic, la cual parte del punto de vista de Aïda, traductora de la ONU en la “zona segura” designada por los Cascos Azules. Cuando el ejército de la República Srpska entra a Srebrenica, Aïda hace de todo para mantener segura a su familia. Con un ritmo dinámico e hipnotizante, la única vez que nos despegamos de Aïda a lo largo de la película es para presenciar algo que ella no ve, pero la persigue por el resto de sus días. La poderosa actuación de Jasna Djuricic demuestra a la perfección la impotencia y desesperación de alguien que presiente que algo terrible va a ocurrir y que es incapaz de hacer que sus superiores tomen en serio sus preocupaciones. Ese sentimiento particular de angustia permea en toda la película y se queda mucho tiempo después de que acaba.
A 25 años de Srebrenica, a casi 20 de que haya terminado la guerra, resulta hasta obvio escribir que sus efectos continúan afectando la región. La organización Las Madres de Srebrenica representa a las 6,000 personas sobrevivientes de la masacre de Srebrenica, son reconocidas por llevar a juicio a las Naciones Unidas por el incumplimiento del deber de cuidado al no prevenir ese genocidio, y continúan haciendo activismo para que no se olvide. El filme de Zbanic es una cápsula al interior del caluroso y fatídico julio del ’95, una forma de aproximarnos, con el cuidado necesario, a un evento terrible creada a partir del odio hacia otra comunidad y a partir de la indiferencia e ineptitud de un organismo internacional creado y diseñado para proteger a una comunidad vulnerable.
Los hubieras son dolorosos, y Quo Vadis, Aïda? deja una serie de preguntas al aire que, quizás, nunca tengan respuesta.