Crónicas del TIFF: Verano del ’85

Durante los primeros días del TIFF me sentí un poco, um, decepcionada porque las películas “serias” y “de prestigio” que había visto no pasaban de regulares. ¿Vería, acaso, alguna película bien estructurada que me mantuviera al borde del asiento? ¿Que me despertara emociones fuertes y me hiciera suspirar y contener el aliento? Y, pues, cuando supe que estaría en el festival la última película de François Ozon pensé “ahí mero es”. Y, damas, caballeros y quienes no se rigen por esas convenciones, así fue.

Verano del ’85 no es una historia coming of age convencional. No, señoras, tiene de todo: un tórrido romance, el despertar sexual de un adolescente, música y ropa ochentera cool, playas francesas norteñas y la muerte rondando en cada esquina. Basada en la novela ‘Dance on my grave’ de Aidan Chambers y escrita por Ozon, la película se centra en Alexis (Félix Lefebvre), un adolescente que, en una cálida tarde de verano, conoce y se hace amigo de David (Benjamin Voisin) después de que él evita que se ahogue. El desarrollo de la historia y de los personajes es extraordinario, y aunque sigue un patrón conocido, sus detalles, sus giros y las reflexiones a las que se enfrenta Alexis son únicas en su género. El romance se siente orgánico y emocionante, tal y como lo es el primer amor adolescente, y su conclusión es devastador en muchísimos niveles. Con guiños a su trabajo previo, Ozon demuestra un genial control narrativo y visual, incomparable con el del resto de sus contemporáneos; incluso, el contexto ochentero funciona a su favor y no lo presenta como una época nostálgica.

Bella, emocionante y con un jugoso misterio al centro, Verano del 85 se corona, fácil, como una de las mejores películas del año.

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