Cruella: Perfectamente Miserable
Como buena millennial, crecí viendo las películas de Disney en una de sus más fructíferas décadas (y de la industria del cine animado, en general), los 90’s, siendo testigo de grandes cambios como lo fue su paso de dibujo tradicional a animación por computadora, pero eso sí, nunca dejando de lado sus cualidades como estudio y siendo fieles a su mensaje conmovedor de creer en tus sueños.
Sus cintas animadas eran mis favoritas, pero no por eso dejaba de encantarme con sus otras películas que incluían personajes de carne y hueso. Honey, I Shrunk the Kids (Querida, encogí a los niños), Blank Check (Cheque en blanco) e incluso The Parent Trap (Juego de Gemelas), son algunos de los títulos que disfruté desde pequeña y que incluso ahora no puedo ver sin dejar de lado una carcajada.
Todo esto para concluir que me gusta lo que hace Disney. No será la mayor fanática de todos los tiempos, pero es imposible para mí decir que la compañía no hace cosas buenas. Pero, por otra parte, jamás me ha encantado su obsesión por adaptar la mayoría de sus grandes clásicos a películas live-action. No solo por la falta de necesidad (otra que no sea el dinero) de crear estos largometrajes, sino que están especialmente diseñados para arruinar la fantasía con la que fueron creados, sus raíces, su emoción y hasta su encanto.
Cruella es un gran ejemplo de un live action que nunca debió existir. La cinta crea una realidad alterna de una icónica villana para convertirla en una protagonista “agradable”, entre grandes comillas, pero carente de sentido en su estructura; rodeada de elementos que rememoran de dónde viene (101 Dalmatians, 1961) pero al mismo tiempo carecen de relevancia con su nueva personalidad e historia.
Se siente como un robo mal hecho. No tiene la esencia pero sí el color de cabello. E incluso algo tan emblemático como su cabellera blanca y negra, es rebajado a ser una mera cualidad de nacimiento, en lugar de, no sé, una decisión fashionista que encaja más que perfecto con la naturaleza fashionista de la villana. Entonces, ¿por qué desperdiciar así a un personaje? ¿por qué no crear uno nuevo y darle más lógica a sus fundamentos? Todos las características que conocemos están metidas a la fuerza, en un entorno donde la credibilidad no existe, y donde es también difícil dejar de cuestionar las motivaciones y acciones de cada uno de los involucrados.
Algunas cosas no necesitan explicaciones, funcionan porque el espectador puede crear sus propias conclusiones en su cabeza y eso es precisamente la belleza de una historia bien contada. Y entonces los filmes caen en esta absurda idea de que TODO debe ser explicado para que la audiencia se sienta satisfecha. Error. No queremos momentos forzados que nos expongan por qué la villana escogió de Vil como parte de su nombre, especialmente si el momento es tan anticlimático que te hace cuestionarte por enésima vez, la razón por la que estás viendo tanta insensatez.
Entre los comentarios positivos de la película de los que más me he percatado ha sido sin duda su llamativo soundtrack. Y aquí es cuando me pregunto, ¿realmente debería ser considerado un logro recopilar más de 20 éxitos de los 70s? Porque permítanme darme el lujo de decir que no. Cruella abusa de grandes hits musciales para incorporarlos dentro de la trama cada 5 minutos, algunos de ellos tan predecibles como anticlimáticos, tan forzados que la dirección parece pedir a gritos ser reconocida por tan célebre selección de melodías.
Aquí paso a aclarar que no estoy peleada con los cambios ni las adaptaciones. Estoy peleada con la falta de creatividad, con la intención nada oculta de querer jugar con la nostalgia de los más grandes y las ideologías de los más chicos. Para esto es mejor crear historias originales, que estén lejos de comparaciones y que tengan SU PROPIA ESENCIA, algo de lo que claramente Cruella carece y por ello se aferró a todas las tendencias que pudo para complacer a los menos exigentes.
Llámenme loca, pero creo que tal vez los villanos son mejores cuando son misteriosos, cuando no necesitan un trasfondo y su crueldad nos hace detestarlos sin preguntarnos siquiera si tiene una razón de ser. Tal vez los villanos son malos porque sí, porque es parte de su naturaleza humana que resulta inevitable. ¿Simple? Tal vez. ¿Creíble? Totalmente.