Dahomey: La elitización del arte
El cine africano, en general, suele ser de difícil acceso para los espectadores latinoamericanos. Particularmente cuando se habla de películas de latitudes tan “exóticas” (cinematográficamente hablando) como Senegal o Benín. La distinción del Oso de Oro que se le otorgara a “Dahomey” en el pasado Festival Internacional de Cine de Berlín, abrió una inmejorable ventana de oportunidad para que este documental gozara de la distribución internacional y pudiera llegar a nuestros territorios gracias a la distribución de Mubi.
“Dahomey”, la nueva película de la cineasta/actriz franco-senegalesa Mati Diop, nos cuenta la travesía de 26 tesoros del Reino de Dahomey, que serán devueltos al actual país de Benín desde Francia, país en el que se encuentran desde que fueron tomados por los ejércitos franceses que mantuvieron en este país una colonia por más de un siglo. La historia se cuenta utilizando distintos recursos narrativos: desde una voz en off que representa la voz interior de una de las esculturas, narrando su retorno al reino natal, hasta tomas de la cotidianeidad del Benín actual, al que regresan triunfalmente las esculturas, para gloria del gobierno actual, que las exhibirá en una magna exposición.
Mati Diop juega con silencios, pantallas negras, sonidos amplificados y una edición interesante para poner sobre la mesa el cuestionamieto principal: ¿Qué significa para la sociedad africana el retorno de estas 26 esculturas? ¿Qué es en realidad el llamado “Patrimonio Cultural”? “Dahomey” presenta atinadamente debates entre jóvenes universitarios beninenses quienes son los herederos de una cultura que ha sido alterada de manera permanente por el colonialismo europeo. Ellos se preguntan qué es y qué debería ser, buscan rescatar la cultura y las tradiciones que fueron arrancadas de ellos. Cuestionar lo que representó el colonialismo y su impacto cultural en la sociedad actual.
Lo interesante de “Dahomey” está no sólo en aquellas imágenes que se nos presentan en pantalla, sino en los cuestionamientos que plantea, el debate alrededor del significado real de la devolución de estas piezas, tanto desde el punto de vista cultural, como del de la politización que esto implica. Diop atinadamente juega con las articulaciones narrativas que navegan entre la realidad y la ficción. Trasciende de ser un mero documental para narrar una historia con intensidad emocional, dejando a una de las esculturas la narración para evidenciar que esto no se trata únicamente sobre objetos, sino del alma misma de estas piezas, lo que son, lo que fueron y lo que representan en la restitución y reapropiación cultural. Evidenciando, asimismo, el desconocimiento universal hacia las culturas africanas, ante las que siempre hay mediación de la concepción occidental o europea.
Finalmente, se hace en “Dahomey” un cuestionamiento interesante sobre la función del Museo como medio de exhibición de estas esculturas: ¿favorece la accesibilidad a las piezas? ¿O sirve para perpetuar la elitización del arte? Lo importante es la dualidad que se presenta sobre el significado del acto, que propone la discusión, el debate, la plática y la divergencia de opiniones… que es lo que el buen cine aspira a hacer.
Dahomey termina con tomas de las calles, del día a día del Benín actual, de la cultura cotidiana. Contrastándolas con las tomas previas de los actuales Reyes de las regiones de Benín, quienes asisten al Museo para la inauguración de la exposición.
“Dahomey”, curiosamente, representará a Senegal (y no a Benín) en la categoría de Mejor Película Internacional en la próxima entrega de los Óscares. Pero más allá de premios o reconocimientos, ha ganado ya la distribución a nivel internacional y eso, es invaluable para un documental de estas características.