Deadpool 2: Más estúpida, más excesiva, más divertida
Es inevitable salir de la segunda parte de esta parodia al subgénero sin una sonrisa, como también lo es sentirse culpable por divertirse con semejante estupidez. Sin cuidado en su estructura narrativa, con un argumento plano y reciclado, y perdiendo el factor sorpresa que representó ver al violento antihéroe en la primera parte, Deadpool 2 solo existe para dos objetivos: el primero, referenciar de manera burlesca cuanto clásico juvenil, ochentero o film de superhéroes se deje; el segundo, pulverizar cualquier arco argumental para un despliegue humorístico excesivo que no respeta audiencia, fanáticos, sexo, edad o culto. Y lo irónico aquí es que con toda y esa sarta de idioteces, el producto final resulta mejor técnicamente y de mayor entretenimiento que su predecesora ¿Por qué?
Ya lo decía en mi Pronóstico, la primera razón tiene nombre y apellido, David Leitch, el director de John Wick y Atomic Blonde resultó ser la persona idónea para encausar la acción de esta cinta, creando secuencias atractivas adeptas a la violencia estética y a la desfachatada esencia del personaje. El que fuera doble de acción antes de director, provee al efímero, ágil y disfrutable metraje de peleas, chingadazos y sangre con un mayor recurso de planos, posición y movimiento de cámaras, que hace a dichas escenas un deleite de adrenalina para los más afectos al subgénero. El guion sale sobrando y el director lo sabe, por lo que se nota cómodo dejando que a sus escenas se les incrusten 20 leperadas por segundo, diálogos mochos, chistes referenciales y por supuesto, la cansina presencia oral y física del insoportable Ryan Reynolds, que por cierto también firma el guion.
En segundo lugar está el sentido de auto burla, y es que a pesar de que la Deadpool de 2016 emergía exactamente como una parodia, debido a la obligación narrativa en introducir los orígenes del personaje cierto halo dramático nunca llegó a encajar en una muy fallida y sobrevalorada trama, que solo ofrecía a Ryan Reynolds como único e inagotable “atractivo”. Aquí las cosas se agravan en cuanto al grado cómico… pero para bien (¿cómo dijo?), y es que Deadpool 2 pierde todo sentido dramático (incluso la escena dramática, desgracia del héroe o el giro de tuerca por así decirlo es cómica), situándose como una total sátira que también gracias a la inclusión de personajes muchísimo más atractivos que en su predecesora (o mejor acomodo de los ya conocidos), hace que el humor se esparza, quitándole protagonismo a Reynolds y por ende mostrando una comicidad mucho más versátil, aunque igual de pendeja y vulgar.
En cuanto a los personajes, dejemos a Reynolds de lado (es lo mismo de diario), y repasemos a los nuevos: Josh Brolin convence con su presencia como Cable, no por su trasfondo (que es totalmente olvidable a pesar de su planteamiento como hilo principal del trama), pero si por su buena adhesión con las escenas de acción y por momentos buena química con Reynolds, resaltando el parecido con cualquier “buddy movie” de los 80’s. La nueva Zazie Beetz guarda cierto encanto, así como las sorpresivas presencias de Terry Crews y/o Bill Skarsgard (sin olvidar a Rob Delaney, que con su personaje ya hizo muchos fans y una revalorada presencia en redes sociales), sin embargo es Julian Dennison, el escuincle neo zelandés descubierto por Taika Waititi, quien con su nato sentido de la comedia se roba por muchos momentos el film, sobre todo en aquellos momentos de acompañamiento actoral con Reynolds, al cual borra del mapa.
Siendo viernes de estreno y tocándome una experiencia fílmica con geeks y fanáticos del personaje a mi alrededor, puedo afirmar que Deadpool 2 cumple lo esperado, divirtiendo como chamacos a la audiencia con sus groserías, referencias, diálogos que no guardan ninguna competencia entre Marvel y DC, cameos hilarantes y muy bien dirigidas secuencias de acción.
Leitch, siendo uno de los más interesantes directores de acción en la actualidad, equilibra de cierta manera la enfermiza y desmedida personalidad de Reynolds (y/o Deadpool), con una estética que provee mayor protagonismo a sus nuevos invitados, haciendo que este sketch cómico de hora y media se convierta en un producto altamente explosivo y entretenido, tal vez siendo uno de los mejores ejemplos de aquella frase tan cliché usada por nosotros los críticos: “apta para desenchufar el cerebro”. Deadpool 2 es eso, un desenchufe neuronal que será aprobado por todos los geeks, fanboys y audiencia adepta al subgénero de superhéroes (todos los demás, absténgase)