Deadwood The Movie: No el mejor capítulo, pero si el mejor cierre
Allá por el salvaje oeste del 2006, HBO tomaba una de las peores decisiones en su historia, cancelar por su debacle de rating una de las mejores series en la historia: Deadwood, y es que era una realidad que a pesar de mantener un nivel narrativo increíble durante sus tres temporadas, el cruento relato western – gansteril no lograba captar la atención de una audiencia in crescendo y más adepta a la explosión de sitcoms y tramas mucho más ligeras en un entorno en donde los seriales comenzaban una expansión por todos los canales y televisoras. Era inminente, y los que seguíamos esta soberbia mafia socio política ambientada en el salvaje oeste nos quedaríamos sin un cierre digno para una amplia y entrañable estela de personajes, incluyendo a uno de los mejores antihéroes que haya dado la historia de la televisión: Ellis Albert “Al” Swearengen, el alma y capo de aquel asentamiento minero.
No pasaría mucho tiempo para que HBO diera cuenta de su error, proponiendo a su creador David Milch una última y corta temporada para el cierre un año después (2007 – 2008), pero el autor declinó la oferta obviamente ofendido y con otros intereses de por medio. El resto es historia, pues tendrían que pasar 13 años para que HBO nos diera ese ansiado desenlace en forma de película, estrenada hace un par de meses y que sin duda ha dejado a sus fans (siendo su servidor uno de ellos) totalmente complacidos.
Dirigida por Daniel Minahan (que además de hacerse cargo de varios de los mejores episodios de la serie, fue uno de los más prolíficos directores de Game Of Thrones antes de que la serie se fuera al carajo), Deadwood The Movie conserva la esencia de su relato que he de dividir en 3 factores: su increíble nivel actoral; los diálogos poéticos y filosóficos aderezados con un humor ácido y semi teatral (con esos exquisitos monólogos shakesperianos que nos deleitaban a lo largo de las tres temporadas); y finalmente su combinación narrativa, pues si bien estamos cimentados sobre un western, la cinta durante menos de dos horas se las ingenia para conservar y encausar ese ágil tono de thriller gansteril y de drama que la convertía en un discurso histórico soberbiamente estructurado en lo social, político y cultural durante la expansión de los asentamientos mineros y la consecuente modernización de lo salvaje.
Los personajes siguen ahí y resulta entrañable ver como 10 años después (donde cronológicamente se sitúa el relato) surgen de manera natural las lealtades, amistades y las rivalidades con su viejo y sanguinario antagónico, sin embargo el mayor mérito de Minahan es que a pesar de que todos sabemos que esto es un capítulo largo y posiblemente forzado para dar el cierre siempre esperado, la narración se las arregla astutamente para construir un desenlace en el formato que le corresponde: el fílmico, dejando su clímax y giros de tuerca hasta sus último momentos y como es de costumbre, dejando a sus ejes a la intemperie del cambio, pero en esta ocasión de manera argumentalmente satisfactoria.
Pero todo error tiene sus obvias consecuencias, y la realidad es que no se le puede dar cierre a más de 10 personajes principales (entre protagónicos y secundarios) en 110 minutos ¡y menos cuando estuvieron en constante estructura durante 36 capítulos de casi una hora! Por ejemplo, se extraña la ausencia de Brian Cox, con un personaje muy interesante y carismático incluido para su tercera temporada y que aquí tuvo que desaparecer para dar solo relevancia a su eje principal: la rivalidad política y sangrienta entre el empresario y ahora senador George Hearst contra la benevolente mafia de Deadwood encabezada por su sheriff Seth Bullock (un siempre plano pero inolvidable Timothy Olyphant) y el proxeneta y capo principal del pueblo, el imponente camaleón Al Swearengen, un mítico Ian McShane que como es merecido, aquí retoma su protagónico con fuerza, pero también con gran emotividad.
Se cierran los arcos de los compañeros pistoleros de Wild Bill desde la primera temporada, con Charlie Utter y Calamity Jane jugando roles importantes en la trama. Desgraciadamente para los demás no habrá tanto espacio o suerte disponible, teniendo roles menores a manera más de nostalgia que de funcionamiento narrativo, lo cual es una lástima para personajes que fueran principales en la serie como los de la banquera Alma Ellsworth (Molly Parker), el socio empresario judío Sol Star (John Hawkes) y su ahora esposa y antes prostituta Trixie (Paula Malcomson), esta última metida con calzador en una rivalidad principal que no la necesitaba.
A pesar de incurrir en algunos flashbacks que ayudan a su nuevo público a conectar con esta nueva historia sin la necesidad de ver la serie (aunque es recomendable vivir la experiencia completa), Deadwood no solo funciona como film, sino como un digno final para una de las series que a pesar de sufrir una cancelación, fue lo suficientemente capaz de marcar historia e influencia en el futuro inmediato de HBO.
El humor accidentado sigue ahí, así como el suspenso y el miedo de estos pacíficos salvajes ante la modernidad americana a la que siempre resistieron y negaron unirse mediante sus métodos políticos y mafiosos locales; la capacidad de su creador (ahora como guionista) sigue intacta en entrelazar ricos diálogos y en lanzar las mejores maldiciones de las que hayan sido testigos el cine y la televisión; un ejemplo de ellos es su última línea, que tal vez la nueva audiencia solo vea como una punzada de brillantez, pero que nosotros los habitantes de Deadwood reconoceremos como el perfecto cierre de estos 16 años, una gran frase final que no solo enmarca lo que fue la serie, sino también toda la mitología del western americano ¡Gracias HBO! ¡Gracias Al!
Dato curioso: La pista de sus créditos finales es la misma que la de su primer capítulo emitido en 2004. Si tienen oportunidad de hacerse de las 36 canciones que acompañaron la serie y cerraron cada uno de sus capítulos ¡Créanme! No tiene desperdicio