Dear Evan Hansen: Manipulación sentimental disfrazado de un aburrido musical

Por sorprendente que sea, el 2021 se ha convertido en un año donde el género del cine musical ha despuntado un poco. A inicios del año vimos la regular pero llena de ritmo ‘In the Heights’, en Cannes se estrenaría una  ópera rock dirigida por Leos Carax en ‘Annette’, y próximamente veremos la vida de Jonathan Larson compositor de Rent interpretado de la mano de Andrew Garfield bajo la dirección de Lin Manual Miranda en ‘tick, tick…BOOM!’, y para cerrar el año, la tan esperada adaptación de Steven Spielberg de ‘West Side Story’.

Ahora el musical que nos atañe es ‘Dear Evan Hansen’ o ‘Querido Evan Hansen’ por su título en Latinoamérica, que es una adaptación de la obra de Broadway ganadora de 6 Tonys en 2017. Para la adaptación al cine, la Universal escogió a Stephen Chbosky (Las ventajas de ser Invisible, Wonder), que teniendo en cuenta su filmografía sabe muy bien cómo lidiar con historias coming of age y adolescentes con problemas; pero hay un pequeño detalle que se le pasó a Chbosky, y ese es que ‘Dear Evan Hansen’ es un musical, con composiciones de Benj Pasek y Justin Paul (los mismos que se encargaron de La La Land y The Greatest Showman).

La película trata sobre cómo una pequeña mentira se sale de control y se vuelve tan grande que es imposible pararla para los que resultan afectados. Uno de los principales problemas es el casting, sobre todo en el protagonista, donde se nos tiene que presentar a Evan Hansen, un adolescente que está en su último año de preparatoria, que sufre de ansiedad social y depresión, que se tiene que medicar, y además tiene que hacer lo posible para lograr una beca para alguna universidad. Sin embargo, el Evan Hansen que nos presentan en la película poco se parece al adolescente al que tiene que dar vida, y es que para el papel se decidió que fuera el mismo actor que lo interpretó en la obra de Broadway: Ben Platt (Pitch Perfect) ¿Parece buena idea no? El problema es que Platt dio vida al personaje de 2015 al 2017, cuando contaba con 22 años, y para cuando se realizó la película tenía ya 27 añotes, haciéndose pasar por un adolescente de 17.

Se entiende que este tipo de situaciones sean demasiado comunes en el cine y la televisión (¿alguien se cree que los actores de Riverdale en realidad son adolescentes?) Sin embargo el caso de Platt raya en lo absurdo cuando no sabe trasladar su interpretación del escenario a la pantalla; por mucho que lleve haciendo el mismo papel por casi siete años, el teatro musical y el cine son dos artes muy diferentes, en uno tienes que exagerar los movimientos para que sean visibles desde la primera línea de asientos hasta la última, mientras que en el otro, la cámara va a captar hasta el mínimo movimiento que el actor hace y tiene que realizarlo de forma convincente. Y aquí es donde todo sale mal, las decisiones de fotografía al hacer primeros planos del actor cantando remarcan las líneas de edad de su cara haciéndolo ver aún más grande (sobre todo con la luz blanca y fría que se utiliza en algunas de las locaciones). Todo el tiempo el actor aparece encorvado, con una exageración en ciertos tics que hace menos creíble la interpretación, reduciendo el tema de la ansiedad a solo a hacer gestos y expresiones con la cara que no tienen sentido; además se decidió quitarle peso a otros personajes para darle más tiempo en pantalla a Platt para construir a su personaje y jugar al sentimentalismo mediante su actuación, llevando a manipular al espectador con el drama barato para que al final se convierta en una feel good movie del montón, una manipulación sin sutilezas para llevarte a la lágrima fácil (algo que Chbosky había logrado burlar en ‘Las ventajas de ser invisible’ o ‘Wonder’ pero que aquí se muestra con un cinismo garrafal).

Como decía unos párrafos arriba, la trama va de una mentira que se sale de control para nuestro protagonista, que por orden de su terapeuta tiene que escribir diariamente una carta dedica a sí mismo, donde tiene que expresar sus sentimientos. Así la carta comienza con “Querido: Evan Hansen”, sin embargo por error, después de que es escrita dicha carta, cae en manos de Connor Murphy (Colton Ryan), el chico con problemas de la escuela, que al ver que en la carta de Evan aparecía el nombre de su hermana Zoe (Kaitlyn Dever), se enfurece con Evan. Así Evan pierde contacto con Connor que después de su encuentro no regresa a la escuela por días. Hasta que Evan es llamado a la oficina del director, donde se encuentra a los papás de Connor y le dicen que se suicidó, y que en la chamarra que traía puesta estaba en una de las bolsas la “famosa” carta, así los papás piensan que esa carta es la nota de suicidio de su hijo difunto y que Evan era el único amigo que tenía; ante esto Evan entra en crisis y en lugar de decir la verdad, miente y les dice que si era su mejor amigo.

Como plot de la historia suena interesante, el problema radica en que la película no sabe manejar la propia historia como un drama, un coming of age o una comedia de humor negro en su primer tercio, para cuando llegamos al desarrollo de la misma, Chbosky nos quiere vender al protagonista como un héroe que busca en la familia de “su amigo” muerto la oportunidad de tener algo que no tiene en su propia casa. Así el asunto del suicidio parece ser tomado solo como morbo y donde Evan se beneficia de dicho acto para acercarse a su interés amoroso, la hermana de Connor, Zoe. Mientras se gana con historias falsas de su amistad a la madre de Connor (una Amy Adams muy desaprovechada), la historia transcurre durante dos largas horas donde las canciones están metidas con calzador (en la película la parte musical se vuelve como si fueran monólogos entonados por parte de los actores). En lugar de aprovechar “lo musical” como parte de la narrativa (como si se hace en la obra), pareciera que cada actor antes de cantar tomara aire y dijera: ‘bueno, ahí viene una canción más, prepárense’. Incluso la interpretación de Julianne Moore como Heidi Hansen queda relegada a un tercer plano como la madre que se ve obligada a trabajar dobles turnos para sacar dinero extra para la universidad de su hijo (en la obra tiene más peso, y es al final con su única canción, donde está la cereza del pastel para hacerte llorar y conmoverte de “a huevo”).

Una vez más tenemos una película que toma temas serios y que se deben de tratar con sumo respeto como lo es el suicido y los trastornos mentales, para ser tratados por encimita y sin profundizar realmente en ellos y sus consecuencias. El nivel de manipulación que el protagonista ejerce hace que incluso llegues a justificar algunas de sus acciones y te hace cuestionar el porqué de las mismas, pero sin duda todo se queda en algo superficial y sentimentaloide.

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