Diamante Salvaje: ¿Cuánto te conviene eso que tanto ambicionas?
Es un hecho que el concepto del éxito es individual y se amolda a las expectativas y sueños de cada uno de nosotros, así que nunca se mide con la misma vara. Sin embargo, es innegable que en esta época su definición suele ir ligada a la palabra Fama, gracias a una cultura digital que nos ha permitido e invitado a exponer nuestras imágenes con el fin de obtener cierta relevancia y, en el mejor de los casos, convertirnos en contenido redituable. Muchos jóvenes, que han crecido inmersos en esos algortimos, hoy aspiran a alcanzar ese status.
La guionista y directora Agathe Riedinger nos presenta su ópera prima, que tiene todo que ver con estos recientes intereses y sus respectivas problemáticas. ‘Diamante Salvaje’ es protagonizada por Liane (Malou Khebizi), una chica de 19 años que vive con su madre (Andréa Bescond) y su hermana (Ashley Romano) en una precaria zona al sur de Francia. Deseosa de ser parte del reality show ’Miracle Island’, Liane manda un video que le conlleva una eventual audición para dicho programa. A partir de ese momento, sus esperanzas se depositan en ser una estrella, crecer como influencer y acceder como consecuencia a una mejor calidad de vida.
Aunque la sinopsis de Diamante Salvaje suena como una travesía juvenil común, el desarrollo que le otorga la cineasta se halla bien cimentado en una realidad que es dolorosa por sí sola, sin necesidad de incrementar su dramatismo: Liane sobrelleva sus días robando en tiendas departamentales, subiendo fotos con ropa ajustada y diminuta, en choques constantes con su madre y anhelando la llamada de los encargados del casting. Es en sus interacciones con el mundo que nos quedan claras su ira y frustración, productos del rencor forjado por la estancia en una casa de acogida, una amenaza de desalojo y la notoria soledad que ni sus amigas ni su pretendiente parecen disminuir. Malou Khebizi nos regala una actuación memorable apareciendo durante prácticamente la película entera, en close ups y tomas de cuerpo completo que destilan fuerza, decisión y resistencia.
Sobra decir que su apariencia requiere de bastante inversión y esfuerzo, con un sinfín de acciones que van desde hurtar algunas piedras brillantes para pegarle a sus zapatos con plataforma o hacerse un detallado counturing que afile sus facciones, hasta crearse un nuevo tatuaje de manera caserísima y peligrosa. Liane está perfectamente consciente que su futuro depende de cómo se ve, y que mientras más muestre, más fácilmente conseguirá seguidores. El guion de Diamante Salvaje enfatiza lo destructivo que se ha vuelto el discurso de los famosos al estilo Kim Kardashian, que a través de estándares imposibles de belleza y frecuentes conflictos familiares continúa generando millones y manteniéndose en boca de todos. Igual de dañina es la interacción con la gente que le observa en redes sociales, y la llenan con comentarios de amor y lujuria a la par de otros que la insultan y le desean la muerte.
Estrenada en el Festival de Cine de Cannes del 2024, donde compitió por la Palma de Oro, ‘Diamante Salvaje’ es una revisión a la moda que hoy invade cual mancha voraz, ávida de personas sin guía que son capaces de caer en la trampa a cambio de atención. Riedinger utiliza el score de Audrey Ismaël para descolocarnos y advertirnos del riesgo, al tiempo que la cinematografía de Noé Bach nos envuelve en una atmósfera casi onírica, con colores brillantes y luces que bailan acompañando a Liane. El largometraje se vuelve con esto un conjunto de promesas deslucidas, como una joya falsa que amenaza con opacarse demasiado pronto. Sin juzgar a la muchacha ni querer aleccionar al espectador, la realizadora suelta una pregunta en el aire: ¿Cuánto te conviene eso que tanto ambicionas?