Didi: Una cápsula del tiempo Millennial
Una de las propuestas más llamativas de Sundance proviene de un director relativamente nuevo llamado Sean Wang. Aunque ya tiene experiencia en el terreno del documental (su corto documental “N?i Nai & Wài Pó” fue nominado al Oscar), en el festival fue que dio a conocer su paso a los largometrajes con su ópera prima “Didi” (pequeño en mandarín), basada vagamente en su adolescencia. Y aunque no propone nada nuevo, es una historia sencilla y atemporal que provee un buen inicio para el director, quien tiene espacio para mejorar en el futuro.
Como alguien que nació en los 90 y creció en los 2000, es fácil identificar la enorme cantidad de referencias que Wang introduce en “Didi”. No sólo en la aparición del primitivo formato que Youtube en sus inicios y cómo era usado más como un diario interactivo para hacer bromas que como herramienta de trabajo, sino en cómo las amistades de la infancia se van alejando porque los intereses personales cambian y hay que encontrar un nuevo grupo de amigos, los dilemas que vienen con el primer amor y el cansancio de la convivencia familiar por los cambios hormonales y psicológicos. A ratos puede sentirse sobreexplicativa, pero también es auténtica al retratar la imbecilidad que puede ser la adolescencia, y más cuando uno no sabe cómo desenvolverse en una época donde la tecnología comienza a tener más presencia, todo envuelto en un ritmo ágil que ayuda a la narrativa a ser más fácil de procesar.
Así, todo lo antes mencionado se convierte en un viaje de autodescubrimiento sobre la búsqueda de la identidad y creación de la personalidad de Chris, a base de tropiezos, fracasos y desencuentros. Wang deja claro en “Didi” que crecer puede ser un desafío, pero parte del proceso significa superar quién era antes para convertirse en alguien mejor.
El uso de la ambientación también resulta memorable, la fotografía hace uso de un formato que imita la calidad de una cámara casera, con una predominación de las pantallas de computadora, lo que permite que la cámara se convierta en un espectador más silencioso. También destaca en “Didi” la forma en la que da importancia a los personajes en primer plano con tal de que no se pierda la atención, permitiendo reflexionar sobre lo que sucede a su alrededor y la forma en que van procesando los hechos. Por otra parte, la banda sonora es conmovedora, aunque poco memorable y con poco peso debido al uso de los silencios como efecto dramático de ciertas escenas.
La construcción de su protagonista es de lo mejor de “Didi”. Chris es angustiado, enojado, ambivalente, molesto, incómodo, es un mal hijo, hermano y amigo, pero no es mala persona, sólo no sabe cómo congeniar con los demás. No se supone que sea perfecto, pues no son más que los problemas que cualquiera afronta a esa edad. Izaac Wang hace un buen trabajo expresando estas facetas, pero es otro caso donde el reparto secundario es más llamativo. Por un lado, Joan Chen es una madre que se esfuerza para estar a la altura de las expectativas de su suegra, de sus hijos y de ella misma. Y por el otro, Shirley Chen consigue exponer la complicada relación con su hermano a través de pequeños gestos y expresiones.
Puede que el desarrollo sea tan predecible como su propuesta y le falta más empuje emocional para causar una reacción (llámese risas o lágrimas), pero es la universalidad de sus temáticas alrededor de la inmigración, la identidad cultural, las relaciones familiares los que hacen a este coming-of-age comprensible para cualquier edad. Al mismo tiempo, la aparición de Youtube y Facebook en sus etapas primitivas hacen funcionar a “Didi” como una interesante cápsula del tiempo de una época que marcará a las futuras por venir. Porque ¿Quién sabe cómo ser una persona a los 13 años en los inicios de la era digital, donde todo se puede escribir, borrar y corregir?