Dracula: Una Historia de Amor – Desterrorificado y perfumado.

Adaptar clásicos literarios a la pantalla grande no es nada fácil, representa una enorme apuesta, ya que se trata de personajes queridos y, como en este caso, con un público que conoce la historia perfectamente de Dracula, al haber sido adaptada directa o indirectamente (sí, Nosferatu es una adaptación libre) en diversas ocasiones.

Luc Besson, el otrora respetado director francés, quien ha caído en desgracia no sólo por sus cuestionables filias y acciones, sino también por la cada vez más cuestionable calidad de sus películas, adapta la novela de Bram Stoker, dando una particular perspectiva a la historia del Dracula, Príncipe de los Vampiros.

Y es que, lo primero que se debe advertir al potencial espectador es que estamos ante una versión centrada en la historia de amor, despojada de sus elementos de terror para, en su lugar, privilegiar secuencias de acción más propias de la saga de Van Helsing que del suspense y el terror característicos de esta obra clásica, lo cual será suficiente para atraer al espectador de alma romántica, pero alejar a los puristas (como uno).

En este Dracula, Jonathan Harker es dejada à un lado y, en su lugar, se presenta a un personaje desdibujado y que roza la caricaturización. Vale, debemos entender que el foco de la adaptación va a la historia de amor entre Vlad y Elisabetta, pero se arranca de elementos vitales para la misma. Ni una mención al viaje en el Demeter, a Renfield o a la tierra transportada. En su lugar, se ahonda en la narrativa de los por qué de las acciones del Príncipe, de los lazos que lo unen con Elizabetta y, cuestionablemente, se agregan secuencias que desentonan con la cinta y que se acercan más a números musicales. Pareciera que se quiere referenciar más a “El Perfume” de Patrick Süskind que a la obra de Stoker.

Mención horrorífica (o patética, para no mencionar horror donde no lo hay) para las gárgolas que sirven al Conde Dracula en su castillo, que por momentos evocan a las de El Jorobado de Notre Dame versión Disney, para la actuación de Ewens Abid como Jonathan Harker, que igualmente llevan a sus personajes a la caricaturización y, curiosamente, la música de Danny Elfman que no se termina por definir en el tono que quiere dar a la historia y por momentos llega a saturar.

Pero, ¿es todo malo en esta versión de Dracula de Besson? No realmente. Por un lado, el diseño de arte es magnífico, la atención al detalle es resaltable. La fotografía también juega un papel importante, y aunque a nivel narrativo aporta más bien poco, en el lado estético resulta apabullante. El diseño de maquillaje también es resaltable y digno de mención, particularmente en lo relativo al personaje principal, pero su cuidado en todos los personajes es notable. Punto a favor del casting de personajes como lso de Zoë Bleu y Matilda de Angelis, que resultan un deleite tanto visual como interpretativamente.

Hay un punto que queda entre la espada y la pared: el personaje del cura interpretado por Christoph Waltz, que tiene a su favor aportar frescura y cohesión a la historia, pero que cae nuevamente en ser un personaje creado para que Waltz interprete por enésima vez a Waltz, lo cual no es necesariamente malo, pero resulta reiterativo.

En resumen, estamos ante una adaptación libre de Dracula, que no resulta fiel a su núcleo y que terminará por decepcionar a quienes buscan en ella una historia de terror, pero que será la delicia de aquellas almas románticas deseosas de sentir los colmillos de su amante en el cuello.

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Acerca del autor

Jose Roberto Ortega    

El cine es mi adicción y las películas clásicas mi droga dura. Firme creyente de que (citando a Nadine Labaki) el cine no sólo debe hacer a la gente soñar, sino cambiar las cosas y hacer a la gente pensar mientras sueña.


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