Dune: un largo y arenoso coitus interruptus
‘Los sueños son mensajes desde las profundidades.’
Vivir la experiencia de ver ‘Dune’, la nueva película del director canadiense Denis Villeneuve es impresionante, y más para alguien que no ha leído el libro o que no tiene el mínimo interés por ver la “otra” adaptación de la novela de Frank Herbert, hecha en 1984 por David Lynch (considerada de culto más que nada por el director que por la propia película).
Hoy por hoy con una cartelera llena superhéroes con historias que no toman ningún riesgo (cof cof Venom), se agradece que una película como Dune se estrene, y este riesgo Villeneuve lo conoce muy bien, ya que en el 2017 con la secuela/reboot que nadie pidió de Blade Runner (Blade Runner 2049), el director se enfrentaba a una horda de fans que ponía en tela de juicio cada uno de las decisiones de cast y del cómo continuar esa historia. El resultado ya es conocido, una obra maestra para algunos, o una locura insalvable que sólo luce por su apartado visual; para llegar a Dune, Villeneuve pasó por Arrival y por la ya mencionada Blade Runner 2049; como si se tratara de una lista en la que hiciera ‘check’, el director se mete en camisa de once varas a la hora de hacer una nueva adaptación de un libro inadaptable, que sacó canas verdes a Jodorowsky y a Lynch.
Desde el inicio, Villeneuve hace una declaración de intenciones al mostrarnos desde el título la leyenda de ‘Primera Parte’, que como espectador uno piensa que será una película dividida por capítulos, pero que con el paso del metraje esto se desecha. Así la voz en off de Chani (Zendaya) nos pone en contexto sobre su planeta Arrakis, un planeta desértico y único lugar donde se puede extraer la especia mejor conocida como melange, que sirve como principal motor para los viajes interestelares además de ser utilizada como droga por sus habitantes, los Frenen. También Chani nos dice que el Imperio, ha tomado el control del planeta para la extracción de la especie, ha ordenado que la Casa Harkonnen (antiguos administradores del planeta) se retiraran para nombrar a la Casa Atreides como los sucesores y nuevos administradores de la especia. Antes de los Stark o Lannister estuvieron los Atreides o los Harkonnen, aquí ya se va viendo varios elementos que se tomaron del libro para otros producto y/o sagas literarias (guiño guiño a todo Star Wars).
Así Villeneuve se toma su tiempo para desarrollar cada uno de los elementos de la historia (así como Jackson lo hizo en La comunidad del anillo, o lo hecho por Colombus en La piedra Filosofal). La enormidad de cada plano general, para mostrarnos el aspecto de cada planeta, desde Caladan (el hogar de la Casa Atreides), Giedi Prime (planeta de la Casa Harkonnen), o el propio Dune con el planeta Arrakis, es impresionante como con este ritmo lento el director dosifica poco a poco toda la información que tienes que saber para entender cómo funciona este sistema feudal galáctico. Algo interesante es que la historia se nos presenta en un futuro muy lejano, el año 10,191, un futuro donde no hay máquinas o robots, pero donde existen los mentats, una especie de seres humanos entrenados como reemplazo a las computadoras.
Sin saber a lo que me estaba metiendo, la película me atrapó gracias a este sistema de casas que están en constante lucha por el poder y de las posibles alianzas y traiciones que se verán a lo largo de la historia. En algún punto Arrakis funciona como un gran caballo de Troya, un gran regalo que es ofrecido por el Imperio (donde todavía no se nos muestra la cara del Emperador), pero este regalo está maldito. Imágenes después vemos en primer plano a Paul Atreides, un Timothée Chalamet bien dirigido y que es el heredero de la noble Familia Atreides, que entendemos ha sido capacitado para múltiples tareas, unas en secreto por parte de su madre Lady Jessica (Rebecca Ferguson) miembro de una especie de brujas llamadas ‘Bene Gesserit’, una orden de mujeres que manipulan líneas de sangre de la élite en la búsqueda del Kwisatz Hadera, un súper hombre que será el elegido y que puede ver a través del tiempo y del espacio. Así vemos cómo Lady Jessica instruye a su hijo para que utilice ‘La Voz’, un tipo de energía que le permite al usuario la habilidad del control hacia otras personas. Así acompañamos al joven Paul Atreides a sus diferentes actividades y es donde Chalamet demuestra que no solo está bien dirigido, sino que también se puede desenvolver en otro rango de interpretación al que ya lo hemos visto, y lo hace en dos secuencias muy al inicio del metraje.
La primera es en el encuentro entre Paul Atreides y la Reverenda Madre Gaius (una Charlotte Rampling irreconocible gracias al velo que cubre su rostro) en la tan famosa escena de la caja, donde la reverenda madre pone a prueba a Paul al hacerlo meter la mano a una caja donde experimentará un terrible dolor, y que si la quita antes de tiempo morirá. Si bien mucho e la tensión es gracias al montaje de la escena, la secuencia está bien llevada por un Chalamet al que vemos sufrir por tener la mano dentro de la caja, siendo su dolor palpable y más cuando al finalizar la visita de las Bene Gesserit se entera que su propia línea de sangre fue modificado para ser este “elegido”. Otra de las secuencias donde Chalamet demuestra estar a la altura es ya para el final, donde después de tener una serie de visiones se da cuenta que librará toda una guerra santa (muy listillo Villeneuve y sus guionistas para no meter la palabra Jihad) en contra del imperio y los Harkonnen en venganza por lo hecho contra su familia, en una secuencia donde le grita a su madre que tiene miedo y donde no está seguro si estás visiones son de un futuro posible o de alguna otra línea temporal.
Y hablando de las visiones, se entiende desde el inicio que estas son importantes para el desarrollo del personaje de Paul Atreides. Gracias a estas es que conocemos a Chani, una Zendaya muy dejada de lado y qué su personaje (espero) tendrá más peso para la segunda parte; sin embargo está visiones resultan ser demasiado repetitivas, ver una y otra vez a Zendaya con el desierto de fondo y en ultra cámara lenta como si de alguna publicidad de perfume se tratara se agradece, pero solo una o quizás dos veces, aquí Villeneuve se nos pone pretencioso en utilizar el recurso de las visiones para darnos continuamente el mismo mensaje una y otra vez haciendo que el ritmo de por sí pausado de la película se vuelva más lento. Es probable que todas estas visiones tengan algún significado en la todavía No confirmada segunda parte, pero el tema de las visiones hace que Dune pierda ritmo.
Algo que debo de rescatar es como el director se hace del lenguaje audiovisual para mostrarnos en pantalla algunos elementos que supongo que en el libro están presentes, como el lenguaje de señas que es utilizado por varios de los personajes para comunicarse entre ellos sin que una tercera persona se percate de ello; así como las pocas escenas de acción, Villeneuve las hace todavía más grandes con tal de tener al espectador al borde de su asiento, como lo es el asunto de los gusanos gigantes que habitan el planeta de Arrakis; fiel a cómo Spielberg nos presentó a su tiburón, Villeneuve hace exactamente lo mismo con estos gusanos que se mueven debajo del desierto al presentarnos primero las escamas de uno de ellos en una de las primeras secuencias, para casi al final mostrándolo tal y como es, con sus casi 400 metros de largo y su boca llena de dientes delgados que son utilizados como cuchillos y armas ancestrales para los Frenen.
Cada imagen impacta y el diseño de producción es impresionante, cada estructura de hormigón hace que hasta un Jason Momoa luzca diminuto en pantalla con toda la espectacularidad visual que Villeneuve y el cine fotógrafo Greig Fraser (Rogue One) logran con la magnitud de la película, así mismo el diseño de vestuario al ver las diferentes armaduras de las casas rivales, o los trajes que usan los Frenen para vivir en el desierto y ahorrar hasta la última gota de agua que expulsa el cuerpo, la atención al detalle impresiona al ver el funcionamiento de las naves en forma de libélula. Pero no dejemos ir al departamento de maquillaje, al ver al villano principal de la mano de Stellan Skasgård como el Barón Vladimir Harkonnen en una presentación que recuerda al Coronel Kurtz de Brando, villano que actúa desde las sombras con un gran sobrepeso y que levita gracias a unos propulsores, su escena también recuerda a la de Darth Vader en Una nueva esperanza o en la más reciente Rogué One. Pero Skasgård como el villano da en el clavo junto a Dave Bautista como su sobrino y matón principal de los Harkonnen Glossu Raban.
El principal conflicto de Dune es ver la caída de la casa Atreides y presentarnos como su heredero se convertirá en El Salvador blanco y figura mesiánica que utilizará a los Frenen para vengarse del Imperio (¿falso mesías acaso?), o al menos esa es la imagen que da para el espectador que no está familiarizado con el lore de Dune. Villeneuve a lo largo de dos horas y 35 minutos solo pone las cartas sobre la mesa para lo que se vendrá después, la película te atrapa durante el primer acto, te deslumbra por la imágenes, pero en el segundo te cuestiona y hace mella con las visiones, y cuando llegas al último ya no sabes si quieres continuar por qué la película termina (sin spoilers) en una promesa de que esto solo es el inicio de algo más grande, con un Hans Zimmer a tope en cuanto a su banda sonora donde nos muestra estos muros de sonido llenos de reverberaciones en los cuales ya ha trabajado antes, como en Interestellar, además del uso de coros y distorsiones que funcionan para aumentar la espectacularidad de las escenas.
Dune es una película que se toma demasiado en serio esta grandilocuencia que Villeneuve imprime en cada una de sus imágenes, sin embargo hay momentos y más hacia el final donde la película se siente vacía y solo te deja con la promesa de que vendrá más y se pondrá mejor, y que los 155 minutos solo sirvieron para dar algo de contexto a lo que realmente Villeneuve quiere contar. Al menos así lo percibe alguien que no ha estado en contacto con el material original, la película, y/o la serie predecesora. Dune no es la gran obra maestra ni la película del año, como se ha estado diciendo, simplemente porqué es una primera parte de algo que todavía no se concluye.
Y solo faltaría una cosa para ver una segunda parte de Dune y donde recae toda responsabilidad: el público, que es el que tiene la última palabra, ya que en un contexto histórico como el que estamos viviendo actualmente, películas como Dune son difíciles de vender, más con una generación a la que le gusta que se le dé todo masticado y explicado. Así que toma tú cubre bocas y ve Dune en pantalla grande e imagina que estás disfrazado de soldado Atreides o Harkonnen.
1 Comment
Técnicamente no sucede en el año 10191 sino en el 30191, lo que pasa es que ellos cuentan los años desde la creación de la Cofradía Espacial (El monopolio de viajes interestelares) y la Cofradía Espacial se fundó aproximadamente 20000 años en el futuro. Básicamente la historia se ambienta 30000 años en el futuro lo cual es mucho más lejano.