DVD en La Estrada de Cinescopia: The Sea Is Watching o el sueño póstumo de Akira Kurosawa
The Idiot (1951), Rashomon (1950) y Seven Samurais (1954) son todas obras del prolífico y brutal director Akira Kurosawa, todas ellas abordan temas tan diversos como complejos y el tratamiento que el director da a la naturaleza humana sólo es equiparable con el increíble rigor con que dirigió cada una de sus cintas. La complejidad de sus historias jamás demeritó su calidad. Mención aparte merece Rashomon que Juan Luis Caviaro cita como cinta obligada para escuelas de cine en su revisión de las 10 imprescindibles de Kurosawa.
Director brutal por la fuerza argumental de sus obras la cinematografía de Kurosawa además se distingue por siempre haber sido protagonizada por personajes masculinos. Quizá debido a su entorno familiar -Kurosawa fue descendiente de ninjas reales- se consideraba poco conocedor de la naturaleza femenina. No obstante, Kurosawa estaba muy lejos de tener un discurso machista o sexista y el grado de sutileza que logra en sus narraciones así lo demuestra.La mayor parte de sus películas son filmadas en blanco y negro, hasta el lanzamiento de El Camino de la Vida (1970).
Hasta aquí la obra de El Emperador, crisol en que se fundió una forma única de crear arte a través de una visión profundamente masculina. Es por eso que al filmarse The Sea Is Watching (Umi wai miteta, 2002) bajo la dirección de Kei Kumai sorprende que el guión esté basado en un proyecto que Kurosawa jamás llegó a concretar.
Conformado de un reparto femenino, The Sea Is Watching (Las Damas del Mar) narra la historia de un grupo de prostitutas (no geishas) del distrito de Edo en el que vive la dulce Kikuno (Misa Shimizu, Matataki 2010) quien encarna la voluntad que se mueve a través de amor y paciencia, virtudes forjadas por un destino adverso cercado por el desencanto y la decepción constante. Frágil en su constitución física, Kikuno es la representación viva del optimismo que jamás deja de creer, porque dejar de creer en un futuro mejor es dejar de creer en uno mismo.
La historia dota de vida a la protagonista y la belleza del personaje se extiende a todo lo que la rodea hasta tocar al espectador. Kikuno es consciente de su posición, sabe que su felicidad únicamente depende de ella, aunque su destino pertenezca a la Madame de aquél deprimente burdel localizado en un laberíntico barrio; sabe lo que quiere y está dispuesta a esperar. Toda espera tiene su recompensa, no sabe cuando, no sabe de qué manera, sólo sabe que llegará.
La intuición es un medio primitivo para conectarnos con la naturaleza, y la de Kikuno no se equivoca pero antes de iniciar una nueva vida hay que liberarse de todo, abandonar quien fuimos e reiniciar con la pureza de un alma que, aún encerrada en un cuerpo corrupto, se niega a envilecerse. Por eso no teme las nubes que anuncian tifón en el horizonte. Pasa la tormenta. Kikuno sobrevive la terrible inundación sobre un techo y se sienta a esperar mientras un increíble manto de estrellas cobija su espera, su recompensa llegará, ella y nosotros sabemos (y deseamos) que así será.