Echo Valley: El amor de una madre por su hija de la chingada

Desde hace ya un par de años, Apple TV y sus producciones han confirmado aquel dicho en el que “es mejor la calidad que la cantidad”, no solo humillando en cada uno de sus estrenos a Netflix, HBO, amazon y Disney juntos, sino también cuidando que cada uno de sus filmes cuente al menos con ciertos valores de producción y artísticos que pasen los estándares de calidad mínimos para posicionarse como una buena opción en uno o más sentidos. Echo Valley, su nueva cinta, a pesar de variadas inconsistencias, cumple con dicha regla y entrega un thriller con excelentes momentos auspiciados principalmente por su labor actoral

Dirigida por el aún novato Michael Pearce, Echo Valley es un relato materno filial en donde una madre en pleno proceso de duelo por la muerte de su esposa deberá lidiar con el regreso de su drogadicta, manipuladora y criminal hija, que se ha portado más mal que nunca, y que debido al amor incondicional que le profesa hará hasta lo imposible para protegerla.

Aunque se agradece su corta duración y que Pearce va directo al grano, el principal problema de Echo Valley es que su mitad dramática no tiene un desarrollo adecuado hacía su segunda mitad thriller, ambos muy intensos, pero superficialmente estructurados, lo cual causa una sensación desequilibrada como si se tratasen de dos películas distintas o un mini serial con capítulos y tonos totalmente adversos. Incluso dentro de estas dos narrativas, Pearce comete el grave error de borrar casi en su totalidad a uno de sus personajes principales, la hija, dejando que todo el peso recaiga en la madre.

Julianne Moore será la encargada de este prácticamente monólogo sin palabras, en un “tour de forcé” poco solventado por el guion, pero excelsamente rescatado por sus grandes talentos dramáticos. Con más silencios que palabras, la veterana actriz domina Echo Valley mientras Pearce se preocupa por esconder un giro por demás apresurado, en un forzamiento narrativo que olvida el primer y principal conflicto emocional de la protagonista (con su hija), para encausar una “jugada” intelectual interesante, pero también muy predecible

Lo mejor de Echo Valley sin duda será la interacción tóxica propuesta en su primera mitad entre madre e hija, y en donde el cineasta es capaz de capturar tanto las emociones conflictuadas de la madre en su deseo incondicional pero absurdo por salvaguardar a su cría, como también la inestabilidad de su pequeña y odiosa hija de puta interpretada con mucha naturalidad por Sydney Sweeney, que sacrificando un poco su belleza (lo cual es imposible, pues hasta en modus drogadicta se ve hermosa), por fin aquí es donde demuestra con creces su talento al ponerse literalmente al tu por tu con una monstruo de la actuación como lo es Moore.

Sin embargo y tras establecer las principales líneas del conflicto, Pearce decide borrar a Swenney, de su Echo Valley, incluso negándole a su personaje una necesaria estructuración en torno a su caída y degradación física – mental, lo cual será el principal factor del desequilibrio narrativo, teniéndonos que tragar que dicha intensidad tóxico – dramática solo fue a causa (quizá, porque tampoco se encuentra establecido) de un sano, millonario y feliz divorcio

Para la segunda mitad de Echo Valley, Moore encontrará otro gran socio actoral con la entrada del villano, un Domhnall Gleeson que, a pesar de mantenerse también en el libreto como un personaje unidimensional, es gracias a su notorio talento el hacerse notar como un verdadero y amenazante hijo de perra, un mafioso joven y de pacotilla que a través de un chantaje intentará destruir la estabilidad de la madre aprovechándose de la debilidad emocional hacía su hija. El nexo es por demás pérfido, pero aún así esta parte thriller se ve ensalzada gracias al montaje en torno a su “revelación” y a la actuación de ambos.

Echo Valley es un aceptable relato que por momentos manifiesta una distinta perspectiva en torno a los traumas maternofiliales, en este caso vistos a través de la trágica mami, y que a pesar de la inexperiencia directiva y la falta de nexo y estructura entre dos actos muy distintos, se respalda en su labor histriónica. Si bien Julianne Moore no necesita demostrarle nada a nadie, Sydney Swenney será la más beneficiada de esta producción, demostrando que debe ser tomada en serio más allá de vender jabones con sus pellejos y modelar sus chichis con esos maravillosos escotes (que para nada es una queja)

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Acerca del autor

El Fett   @El_Fett   cinescopia.com

El más realista y cabrón crítico de cine que pueda existir. Ente sin misericordia que tiene el halago de transmitir a los mortales su sentir y sabiduría en el mejor recinto sobre el séptimo arte. Cinéfilo de corazón y crítico crudo por vocación. Alter ego del Licenciado en mercadotecnia y RRPP Oscar M Rodríguez (FB) Sigueme en twitter @El_Fett


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