Editorial: La reconciliación con los héroes estigmatizados
Ascensión
Había una vez dos guionistas no muy exitosos. Se llamaban David y Daniel.
David Beniof tuvo éxito con su primera novela, 25th hour. El título surgió por una presión de la editorial para poder vender el libro, el nombre original era Fireman Down. Benioff admite que después de cambiar el nombre sucedió algo extraño: una llamada de Tobey Maguire proponiéndole producir y protagonizar una adaptación del libro, pero el rodaje de Spider-Man se interpuso y quedó como productor del proyecto. David fue autor del guion, era la primera vez que escribía uno.
Después de varios rechazos de directores, Spike Lee lo contactó para proponerle dirigir el proyecto. Incluso Lee convenció a David de dejar un monologo, pero Disney ordenó quitar esa escena y aunque fue rodada no se incluyó en el corte final. Probablemente 25th Hour es de las películas más olvidadas de Spike Lee, no obstante, la odisea de David zarpó con buenos vientos. No se puede negar que trabajar con el rebelde director afroamericano ensanchó su currículum y le abrió las puertas del paraíso.
David realizo otros guiones, entre los que se encuentran Troya, X-Men: Wolverine, Brothers. Ninguno de estas películas fue realmente destacable, pero David ya se encontraba en el radar del gran Hollywood.
Daniel Brett Weiss entró a la industria como asistente en The Viking Sagas de Michael Chapman. Estuvo involucrado en varios proyectos, de los cuales ninguno se concretó. Conoció a David en 1995 y juntos escribieron un guion llamado The Headmaster, pero nunca se logró producir. Después de varias decepciones, en un giro al estilo del sueño americano, este duo finalmente dieron un paso importante en su carrera, y como un regalo de los dioses, al principio les trajo fortuna, y luego desgracia.
Cuando juegas el juego de tronos vives o…
Desde principios de siglo XXI, franquicias como El señor de los anillos, Harry Potter y Narnia fueron de intereses para las majors y se adaptaron para la pantalla grande. En ese entonces, la saga de A song of ice and fire ya era popular. Su autor George R. R. Martin sabía de las mañas de las grandes producciones hollywoodenses, ya que en los ochentas había trabajado en The Twilight Zone y en la serie televisiva de la Bella y la Bestia. De aquí provenía su resistencia para ceder los derechos de su obra. George sabía cómo funcionaban los avariciosos productores, y tenía miedo de sacrificar su idea original al momento de ser adaptada.
Corría el año de 2006. Se presagiaba una época dorada para las series de televisión. Si David y Daniel no tenía fortuna como escritores, demostraron tener aptitudes como negociadores. Martin estuvo recio para soltar el universo de Westeros, hasta su encuentro con ellos. Cual paladines enviados por HBO, probaron el amor y entusiasmo por la obra de George, quien les planteó una pregunta, ‘¿Quién es la madre de Jon Snow?’, ellos respondieron, y la leyenda cuenta que la respuesta dejó satisfecho a George. Así inicio la odisea de una de las series (le duela a quién le duela) más importantes de la historia.
El primer episodio Winter is coming de puede resultar confuso e incómodo. Elipsis constantes, demasiados nombres de personajes, y otros datos irrelevantes. Pero su última secuencia fue lo suficientemente impactante para dejar enganchado al espectador; Un niño escala una torre. Se asoma por la ventana, ve a la reina y su hermano teniendo sexo. El hombre se da cuenta, lo toma del brazo. Pronuncia de manera cínica ‘Las cosas que hago por amor’. Suelta al niño y aparecen los créditos. Un cliffhanger efectista. Escenas similares se repitieron por varios años para mantener a la audiencia cautiva.
Desde su primera temporada, Game of Thrones consiguió varios adeptos. Los estrenos de los episodios se convirtieron en acontecimientos importantes. Esta serie surgió en uno de los momentos más álgidos de la cultura transmedia y la explosión de las redes sociales. Es decir, los consumidores de la serie entraron en una lógica distinta, ya no eran espectadores pasivos, ahora producían contenido –prosumidores- alrededor de la obra: fanfics, teorías que especulaban sobre los personajes y el futuro de la serie, y una interacción constante en redes sociales, no solo con las cuentas oficiales de GOT y HBO, sino comunidades de internautas en Reddit o YouTube, entusiasmados por el mundo de Westeros.
Pero la mercadotecnia no hubiera hecho efecto sin el subtexto debajo de una historia aparentemente superficial. La anécdota de los personajes se asocia con el viaje del héroe; la teoría del monomito propuesta por Joseph Campbell, quien postulaba que los mitos y las historias tienen una función aleccionadora con el fin de transmitir una idiosincrasia de alguna cultura. Probablemente Star Wars es uno de los mejores ejemplos de esto (El mismo George Lucas admite estar influenciado por Campbell). Game of Thrones no estuvo exento esto.
La eficacia del proceso de mimetización sobre la audiencia probablemente tiene origen en el rumbo discursivo de la serie. Aunque es una fantasía medieval, el thriller político y el de la búsqueda del poder predomina, logrando encontrar un paralelo con nuestra realidad.
Los héroes estigmatizados
En el capítulo 4 de la temporada 1 se titula Cripples, Bastards and Broken Things, traducido sería algo así como Lisiados, bastardos y cosas rotas. Bran Stark, el niño que en el primer episodio que fue arrojado sin piedad al vacío, despierta, pero no recuerda nada, solo unos sueños extraños con un cuervo de tres ojos. Tyrion, un hombre con acondroplasia (conocido como enanismo) siente compasión por ese niño al que su hermano dejó paralitico, y les da a sus sirvientes unos planos para construirle una silla en la que será transportado.
La representación en la serie es algo esencial. Recordemos que la figura humana se ha retratado en el cine y la televisión desde los cánones de belleza hegemónica, y cuando se han atrevido a contar historias de personas fuera del estándar suelen hacerle desde una mirada juzgadora, como es el caso de Freaks, cuyo título en español es La parada de los monstruos, pero, ¿Cuáles monstruos?
No es común que existan estrellas fuera del canon, pero Peter Dinklage, quien interpreta a Tyrion es una de las pocas excepciones, y uno de sus primeros trabajos como actor se puede conectar a esta reflexión. En la película Living in Oblivion de Tom DiCillo, un director de cine está a punto de rodar una escena de un sueño, en el que aparece un ‘enano’ con un traje azul turquesa y una mujer en un vestido de novia. La escena es surrealista y algo absurda. Ese personaje de baja estatura se llama Tito, y lo interpretó Peter Dinklage. Tito se harta del director y le reclama que porqué él tiene que salir en esa escena, y se cuestiona el motivo por el cual los enanos, y personas con otras deformidades aparecen en las escenas de sueños. Una bofetada para David Lynch y el hombre que baila de Twin Peaks.
Una de las peculiaridades de esta serie fue que nunca tuvo miedo de representar minorías estigmatizadas, de hecho sus protagonistas son estigmatizados, y siguiendo el concepto de estigma del sociólogo Erving Goffman, este surge cuando un individuo no cumple expectativas impuestas por lo que la sociedad considera normal.
Desde el inicio vemos estos personajes estigmatizados. Tyrion y Bran, estigmatizados por su condición física, Jon y Daenerys, estigmatizados por su origen, Arya y Brianne por no seguir los códigos impuestos de cómo se comporta una mujer.
Estos personajes pelean contra un sistema injusto y despiadado. Intentarán cambiar su mundo yendo en contra de sus reglas e intentar hacer a Westeros un mejor lugar. Aunque suele haber giros brutales acompañados de secuencias violentas y crudas, en el fondo hay una luz de esperanza, algo que todos deseamos tener después de ver lo terrible que es la realidad.
Una de las funciones del mito es la transmisión de valores. La propuesta de los arquetipos clásicos de las fantasías medievales de Game of Thrones se adaptaba a las ideologías de progresistas profesadas por los oprimidos y los discursos contemporáneos de inclusión.
Tal vez este es uno de los motivos por los cuales esta épica inspirada en la historia medieval tuvo tanto impacto y una gran audiencia. Si bien ya existían adaptaciones de fantasía, como las mencionadas El Señor de los Anillos o Harry Potter, la adaptación de la saga de Martin dio paso para abordar problemáticas sociales y culturales que en esas ficciones nunca se mencionan, e incluso, los sectores más radicales de la corrección política han condenado a sus autores, como son las acusaciones racistas contra Tolkien, o las controversiales declaraciones de J.K. Rowling.
No obstante, Game of thrones era considerada como políticamente incorrecta; El exceso de violencia y lenguaje soez, junto con las constantes escena eróticas -que de hecho provocaron quejas de Emilia Clarke en varias ocasiones-, ponían a esta serie en la mira de quienes exigen programas más pulcros.
Pero su tono melodramático, con toques de violencia y subtramas de fantasía, fueron los ingredientes para capturar la atención de millones de espectadores.
Su consumo fue masivo, como la serie más pirateada por varios años es un indicador de la importancia en la cultura audiovisual de los consumidores contemporáneos expuestos a la multiplicidad de pantallas.
Por varios años fue una de las series preferidas, hasta su final, al cual todos señalan de ser un desenlace incongruente.
Decepción
Ya se ha mencionado hasta el infinito sobre relación entre la falta de libros para adaptar y decadencia de la serie. Paulatinamente taladraron la lógica de la historia y personajes. Las últimas dos temporadas tienen baches, hilos sueltos, diálogos escuetos, y para colmo, una ausente supervisión en el set, como fue el vaso de Starbucks (¿o fue un product placement descarado).
Está bola de nieve desastrosa comenzó en la Comic-Con de 2016, cuando David y Daniel anunciaron que ya tenían terminados los guiones de la temporada 7 y 8. Una declaración apresurada, pero la razón era porque en ese entonces se querían concentrar en Confederate, una serie de HBO acerca de la Guerra Civil norteamericana, y una nueva entrega de Star Wars. Ambos proyectos fueron cancelados, algo común en la carrera de estos escritores.
La temporada 7 constaba de 7 episodios (¿Decisión cabalística o solo pereza?). Entre crossovers de historias, y grandes batallas, ya se empezaban a notar las costuras, cada vez más rotas. Además, el guion se filtró y los secretos fueron revelados. Pero aquel final donde los caminantes blancos al fin cruzan el muro prometía mucho.
Después de casi dos años de espera, la última temporada de Game of Thrones se estrenó. La emoción ofusco por algunos días a todos. La negación de aceptar que la temporada iba tropezando tenía una oportunidad de redención con el episodio de The Long Night. Aquella batalla épica contra el ejército de la muerte, en donde el rey nocturno muera a manos de, ¿Arya y no de Jon? Un giro inesperado, y apelando un poco al deus ex machina, lo que se repitió al final de la serie cuando Bran es nombrado rey de Westeros.
Tanto fans como la crítica terminaron decepcionada. Apuñalaron por la espalda a la serie y le dieron la espalda. Todos se volvieron en narratólogos amateurs que señalaban los errores en la historia. El final en vez de ser agridulce como lo prometía Martin, fue insípido y dejo muchas preguntas que ya no podían resolver.
George les dio la respuesta, pero no la formula. Pero al final el discurso de los héroes estigmatizados se cerró. Entre el primer y último episodio existe una cierta congruencia, al menos con Bran; Ese pobre niño, que quería ser un caballero y luchar, pero su destino fue diferente y se convirtió en un ser omnipresente que reina. Un gobernante que tal vez cambie el rumbo de Westeros porque entiende a los oprimidos. El rey de los estigmatizados.
Reconciliación
La mercadotecnia es despiadada. Antes del estreno de la séptima temporada, a mediados de mayo de 2017, el mismo George anunció que ya estaba trabajando en 5 spin-off de la serie. Estos contarían la historia de las 3 grandes casas, Stark, Lannister y Targaryen, los otros dos serían la rebelión de Robert Baratheon y una adaptación de los cuentos de Dunk y Egg.
El primero que iba producirse era Bloodmoon, acerca del origen de los caminantes. Hasta Naomi Watts estaba casteada para protagonizarla, y aunque piloto costó 30 millones de dólares, el proyecto se canceló. Nunca sabremos si Bloodmoon hubiera sido exitosa, pero en una entrevista con Roger Greenblat, expresidente de WarnerMedia, dijo: “no tenía esa profundidad y riqueza” de Game of Thrones, a pesar de que estaba bien producida. Con esta declaración probablemente habría decepcionado al fandom, un fandom ya de por sí herido por el final de Game of Thrones.
En lugar de contar la larga Noche, HBO puso el foco en la historia de los reyes dragón, la cual se inspiraría en el libro del mismísimo Martin, Fire & Blood de 2018. David y Daniel ya estaban fuera, y el proyecto lo encabezo Ryan Condal, y Miguel Sapochnik, este último es el director detrás de todas las batallas importantes de Game of Thrones.
Esta precuela comienza 172 años antes de Game of Thrones, cuando el rey Viserys llega al trono. En ese momento su esposa muerda dando a luz a su hijo, y entonces como heredera queda Rheynera, algo controversial. ¿Cómo una mujer nos va a gobernar?
House of the Dragon tiene los ingredientes que hicieron grande a GOT: traiciones, jugarretas maquiavélicas, intrigas políticas y giros inesperado. Contra todo pronóstico, la serie fue bien recibida. Pareciera que los productores calcularon los daños de la serie anterior, y midieron a la perfección los episodios. A pesar de las elipsis, sorprendentemente la narración funcionó mejor, con menos personajes y menos subtramas.
¿Pero era solo la producción cuidadosa o fue algo más? Las protagonistas en esta ocasión son dos mujeres: Rheynera y Alicent. Amigas de jóvenes, y rivales por la corona al momento de crecer. Pero con algo en común: Mujeres poderosas que todo el tiempo quieren ser opacadas por hombres, ya sean sus parejas, hijos, o el consejo real que es como el club de Toby.
Una vez más supieron jugar con el inconsciente, y se apegaron a los discursos en contra del patriarcado. Tampoco es que sea la reflexión más audaz e interesante de esto, existen películas de otros países que se mueven en los circuitos independientes, las cuales abordan los temas de desigualdad de género con tratamientos más críticos, pero, estos contenidos no llegan a grandes audiencias.
Aquí es donde entran series como House of the Dragon. Diluyen los discursos contestatarios en una sopa opera de fantasía. Al final es un resultado eficaz, aunque tal vez sea más sobreinterprtación de la audiencia y los medios. Tal vez esta serie sangrienta y grandes efectos especiales, puede cumplir la función del mito. Transmitir estos valores desde el mainstream, y sin ser su intención principal, moldear la psique de la audiencia, para que al final digan “Es normal que una mujer nos gobierne”.
Entonces gracias a esto nos reconciliamos con aquellos héroes oprimidos, que luchan contra el estatus quo. Westeros es una metáfora del mundo occidental -su mismo nombre lo dice- y la obra fuente tiene esa vibra no solo épica, si no un poco anarquista, de revelarse contra ese poder, contra las monarquías, contra las creencias rígidas, y contra las visiones unilineales, tan nocivas para nuestra sociedad.
El sueño de Martin
En julio de 2011 se publicó Danza de Dragones, el quinto libro de la saga, y ese mismo año comenzó Game of Thrones. En 13 años George R. Martin no ha publicado ninguna continuación, y en entrevistas siempre dice lo mismo “ya viene”, parecido a la parodia de Martin en South Park. “Ya viene el invierno” Ya casi, dice siempre, y lo peor, faltan dos libros: Winds of Winter y A Dream of Spring.
Tal vez Martin también se reconcilió, pero con las productoras, y ahora quiere centrar su tiempo como coproductor de House of the Dragon, porque a unos días de que inició la segunda temporada ya estaban anunciando tratos para producir la cuarta temporada. ¿Martin seguirá vivo para entonces?
Lo peor, la segunda temporada tuvo altibajos, aunque con capítulos efectistas, el desenlace fue flojo, y tuvo mucho relleno, con un final de temporada bastante regular. ¿Será un augurio de otro desastre? ¿Podremos seguir creyendo en los héroes estigmatizados después de otra decepción?