El Amor después del Amor: ¡Por fin! Una serie con calidad de un icono latinoamericano
En tiempos donde la música parece haberse convertido en un producto desechable como chicle, donde todo se produce al instante, las letras cobran menos sentido y el estilismo lo es todo, recordar lo que aquel flaco rosarino logró con su poesía y su genialidad transformada en verdaderos himnos del rock latinoamericano, trasciende como antaño, más allá de la Argentina, rompe madres y además de recordarnos el porqué nos duelen las rodillas o ya nos da sueño más temprano, el estreno de El amor después del amor, nos vino como un ungüento reconfortante que firma y confirma que aquellos que vivimos el despertar del rock en tierras latinas, fuimos y seremos, unos afortunados.
Los ocho capítulos de la miniserie, que ya se puede ver en Netflix, trazan en un círculo perfecto el nacimiento, muerte y resurrección de Fito Páez bajo el título del que, hasta hoy, sigue siendo el álbum más vendido en Argentina, son una verdadera joya. No sólo para aquellos fans de hueso colorado que han seguido la vida, obra y milagros del autor de Mariposa Tecknicolor, o para los que sabían a grandes rasgos de la importancia de la figura de Fito en la música en español en general. Lo verdaderamente revolucionario de esta obra de ocho actos, radica precisamente en el acto de rebeldía que implica per se.
Con un casting tremendo que más allá de resaltar por nombres conocidos, lo hace a base de la calidad y calidez con la que cada actor abraza las enormes figuras de Charly García (Andy Chango), Fabi Cantilo (Micaela Riera), Luis Alberto Spinetta (Julián Kartun), Cecilia Roth (Daryna Butryk), Don Rodolfo Páez (Martín Campilongo) y Fito Páez (Iván Hochman), El amor después del amor se convierte en todo un referente para conocer más allá del ascenso de la estrella argentina, un poquito de su intimidad; su atormentada vida de genio incomprendido, músico y poeta. El amargo sabor de haber perdido a su madre con apenas unos meses de nacido y las más atroces tragedias que lo sumergieron en la oscuridad más cabrona; algo así como una cuota kármica que, muy a su pesar, tuvo que pagar antes de convertirse en lo que conocemos hoy.
Entre flashbacks donde vemos al niño Fito melancólico y al Páez enamorado de Cantilo y fiel discípulo de Charly, hay quizá durante los primeros tres capítulos, cierta lentitud, algunas inconsistencias narrativas y un peligroso pendular que en ratos parece darle mayor protagonismo al propio Charly García o incluso a Fabi Cantilo. No obstante, a partir del cuarto episodio, la serie despunta de forma trepidante con un brutal realismo que ni el mismísimo Borges hubiera podido escribir con tanta precisión.
Algo queda a deber, sí, sin duda, un poco más de ese Fito en La Habana, del que buscó suerte en París, Londres y Madrid, de su proceso creativo… de esas alucinaciones que le daban pie a sacar melodías o letras maravillosas, que si bien se muestra, es a penas muy por encima. Pero más allá de eso, la serie cumple bien y para bien.
¿Y sabe qué? Hay que aplaudir el atrevimiento, porque Fito está vivo, porque no hay que esperar a que los grandes mueran para rendirles tributo, porque se demuestra que Argentina tiene una manufactura exquisita para exportar sus series y porque, insisto, en los tiempos que corren (y nos hacen correr), saborear la biografía de un personaje de esta dimensión, es todo un acto de rebeldía.
Y perdóneme lo que le voy a decir, pero también, ojalá tuviéramos la misma certeza, el mismo convencimiento y arrogancia de mostrar a los nuestros, a esos grandes que también supieron romperla y podrían estar al tú por tú con Fito. ¿Se imagina? Una serie bien hecha sobre las bandas mexicanas que la rompieron por aquella época… habrá que esperar a ver si dejamos de agachar la cabeza y sólo conformarnos con los ídolos de fuera.