El Bastardo: El triunfo de la voluntad.

Sólo un puñado de películas pueden preciarse de tener un balance perfecto entre la magnificencia visual, un guion sólido y bien estructurado, personajes interesantes y actuaciones intensas. “Bastarden” es una de ellas.

Ambientada en la Dinamarca feudal del siglo XVIII, la cinta nos cuenta la historia del Capitán Kahen, un hombre de casta inferior, al ser el hijo bastardo de un terrateniente con una criada. Su baja posición social no le ha impedido hacer una carrera en la milicia danesa, y su férrea voluntad lo impulsa a buscar su sueño: lograr cosechar en un agreste páramo, aparentemente estéril, para colonizar estas tierras y servir así a su Rey, a cambio de un título nobiliario que le otorgue una posición social. Su meta no será fácil de cumplir, ya que se enfrentará no sólo a las inclemencias del clima, sino también a la oposición del inmisericorde Barón Schinkel (“De” Schinkel), quien hará todo lo humana (e inhumanamente) posible por alejarlo del sitio, que clama como de su propiedad.

Lo que puede en apariencia resultar un simple drama de época con una trama predecible, resulta una experiencia por demás cumplidora, principalmente gracias a una dirección controlada de Nikolaj Arcel, quien mantiene en todo momento la tensión, apoyado en un efectivo uso de la música y en una destacada fotografía, pero sobre todo a las actuaciones cautivantes por parte de todo el reparto, encabezado por una magnífica interpretación de Mads Mikkelsen (avalada por el premio a Mejor Actor de los Premios del Cine Europeo), y apoyada también por el inolvidable villano que resulta el personaje intepretado a la nota por Simon Bennebjerg.

Si bien la confrontación entre héroe y antagonista puede resultar arquetípica y está plagada de los clichés que conllevan enfrentar al rebelde y valeroso protagonista con un mimado, abusivo y acaudalado miembro de la aristocracia, quien controla las Leyes a su antojo, y cuya bellísima prima ha sido obligada a casarse con él por interés, pero que en realidad lo detesta y ha fijado sus ojos en el abnegado y apuesto protagonista (¿alguien dijo “Corazón Valiente”?), es la inteligencia del guion y la potencia de las interpretaciones histriónicas, lo que la alejan de resultar simplista.

Para ahondar en lo anterior, basta decir que las complicaciones de la trama son varias y cada una resulta por demás efectiva. Desde la perspectiva espiritual aportada por el párroco del pueblo, hasta el conflicto emocional propuesto por un inquietante triángulo amoroso; del enfrentamiento al sistema feudal, hasta el siempre álgido tema de la inmigración, teniendo como abanderada a una encantadora niña gitana, quien pone en entredicho las creencias y supersticiones de los lugareños; desde las intrigas políticas que se dan tanto en la Tesorería Real hasta las que se presentan entre los terratenientes del lugar. Múltiples son los temas que se abordan, pero la maestría de la narrativa radica en que cada tema es abordado en el momento preciso y cerrado de forma acertada, sin hacer nunca perder el foco en su historia principal.

La estructura se aleja por completo del modelo de trama hollywoodense y llega a jugar con nosotros, ya que se permite ser siniestra en muchos momentos y los desenlaces de los personajes y de la historia misma se contraponen a lo que uno como espectador suele esperar.

En resumen, estamos ante una película imperdible, que aporta audacia y vitalidad al género histórico y que lo mismo evoca a los mejores westerns, que a las grandes épicas de antaño.

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Acerca del autor

Jose Roberto Ortega    

El cine es mi adicción y las películas clásicas mi droga dura. Firme creyente de que (citando a Nadine Labaki) el cine no sólo debe hacer a la gente soñar, sino cambiar las cosas y hacer a la gente pensar mientras sueña.


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