El Camino: Un Western de Breaking Bad
Aunque por nadie esperado, el nuevo producto mediático de Netflix ha levantado ámpula entre la crítica y audiencia debido a su injusta comparación como “capítulo” y no como lo que indica su propio título: “una película”. Si bien El Camino es un producto nostálgico que sirve como epílogo para “su otro” protagonista (que en realidad siempre fue un secundario), la habilidad narrativa que ha adquirido Vince Gillian a través de los años le ha permitido con eficacia solventar un film con toda la estructura y desarrollo que eso conlleva, creando así un elogiable producto que no solo funciona como extensión de su serie, sino también como una película tan independiente, pero más astuta que inteligente.
Lo que hace maquilar a El Camino como película es su inmediata desvinculación de su gran pilar, Walter White; Gillian sabe que de haber centrado su trama alrededor de su gran protagónico dos horas de metraje no hubieran tenido finalidad o relevancia, por lo que decide desprenderse de su perpetrador para centrarse en su víctima. Sin embargo (y he aquí el principal valor), la sorpresa es que tampoco la historia se centra en lo que todos nosotros hubiéramos pensando como la salida fácil: algún tiempo de venganza, redención, expiación, reclamo o culpa por parte de un personaje que no se redefine, pero si se confirma como parte de ese daño colateral, aceptando su pasado, estatus y teniendo una sencilla meta, que termina siendo todo el motif de la cinta.
Con un libreto sencillo, Gillian estructura así lo que es en realidad un western, con una búsqueda de dinero y escape que incluso se ve engalanada con uno de los mejores clímax de duelos con pistola que se hayan visto en los últimos años. Los caballos son intercambiados por carros, pero los elementos del salvaje oeste persisten en toda la trama y sus personajes (secuaces, cazarrecompensas, sheriffs, etc), incluyendo por supuesto a su vengador errante. Así pues Gillian provee de una identidad propia a su película solventada no solo por un buen ritmo y la impresión de un loable suspenso, sino también y de manera sorpresiva por un Aaron Paul que denota un crecimiento y madurez, demostrando que sin Bryan Cranston también es capaz de mantener un protagónico… por primera vez.
Por otro lado es en sus nexos hacía con la serie donde la narrativa se ve debilitada por varios momentos. Si bien los primeros flashbacks funcionan para ofrecer la reestructuración necesaria a su “antihéroe”, Gillian va cayendo poco a poco en el viejo, astuto y ruin truco de rellenar sus espacios en blanco con recuerdos que no aportan nada a la trama, sino por el contrario, aletargan y restan ritmo y credibilidad a la misma sobre todo en su último tramo, justamente después de su clímax. Así mismo habría que pedirle a Jesse Plemmons “tantita madre” para retomar su personaje como Todd, un error que si bien no afecta al objetivo de la historia, si dejan al actor, al director y a su casting muy mal parados al presentar un personaje como con 30 kilos de más.
Sobre este retorno de personajes, igualmente se agradece que Gillian en su primera mitad no abuse de su participación, dejando en claro que solo fungen como apoyo para los planes del protagónico. Si bien los que aparecen sobre el final son meras condolencias sin trasfondo, resalta el trabajo del ahora difunto Robert Forster (fallecido justo el día del estreno de este film en Netflix), el cual en su último papel ofrece un desempeño tan intrigante como destacable repitiendo el vital personaje que solo interpretó en un capítulo de la última temporada.
En conclusión, El Camino funciona, no solo como el epílogo que requería Jesse Pinkman, sino también como un film independiente, con un objetivo e identidad claras y sobre todo sorprendiendo por la capacidad de Paul para retomar a su personaje. Obviamente y como todo producto mediático y de nostalgia, sus errores en cuanto al abuso de flashbacks y momentos redundantes no la dejarán cruzar esa etiqueta de “película del catálogo”, pero al menos puede quedarse ahí, coleccionando el polvo, como una opción eficaz, entretenida y de buen suspenso para la posteridad.